Interior del MARCO de Vigo.

Dos importantes centros de arte contemporáneo, varias fundaciones y otros tantos museos confeccionan un interesante plano para el arte en Galicia. Un mapa que completan las galerías, una feria de arte en Vigo, una bienal en Pontevedra y, ahora, la deslumbrante Ciudad de la Cultura en Santiago.

A la hora de dibujar el panorama artístico de Galicia parece obligado subrayar cómo, a pesar de su debilitado presupuesto, el Centro Galego de Arte Contemporáneo (CGAC) y el Museo de Arte Contemporáneo de Vigo (MARCO) se mantienen como principales referencias para el arte contemporáneo gallego. Al CGAC, dirigido ahora por el comisario portugués Miguel von Hafe Pérez, ya se le deben nuevos hitos expositivos como la muestra dedicada a Gilberto Zorio o la colectiva Afro-Modern, que conviven con exposiciones menos llamativas pero de gran rigor como la realizada sobre Bas Jan Ader. Mientras, el MARCO ve reducido su ritmo pero consigue reinventarse a sí mismo cada año, ahora a partir de muestras individuales de conocidos artistas como Martin Creed o Santiago Sierra basadas en intervenciones específicas para las salas del Museo; un buen hacer que justifica la elección de su director, Iñaki Martínez Antelo, como nuevo presidente de la Asociación de Directores de Arte Contemporáneo de España (ADACE).



Pero si por algo destaca la oferta artística en Galicia es por la gran cantidad de instituciones con actividad expositiva. En La Coruña, al rigor histórico de las muestras organizadas por la Fundación Pedro Barrié de la Maza, basadas sobre todo en la fotografía y el diseño contemporáneo, se suma una programación exigente y de un alto rigor teórico en la Fundación Luis Seoane y las importantes muestras que habitualmente produce el Museo Unión Fenosa-Gas Natural. También las exposiciones del municipal Kiosko Alfonso y la antes frenética actividad de la Fundación Caixa Galicia, ahora fusionada con Caixanova en Novacaixagalicia, unión que, en lo que respecta al campo cultural, todavía está por ver su verdadero potencial pero que cuenta con numerosas salas expositivas por toda Galicia. Otras instituciones con actividad continuada son el Auditorio de Galicia, la Fundación Museo Granell, el Museo de las Peregrinaciones y la Casa de la Parra en Santiago de Compostela; el Centro Torrente Ballester en Ferrol; la Fundación Laxeiro y Casa das Artes en Vigo; el Museo Provincial de Lugo; la significativa Fundación RAC de Pontevedra y un intermitente Museo de Pontevedra, que alberga ahora una excelente exposición retrospectiva de Antón Lamazares.



Actividad galerística

De entre las galerías se ha significado cualitativamente la compostelana SCQ, a partir de la incorporación de artistas como el brasileño Iran do Espírito Santo, el portugués Rui Chafes o los alemanes Winter & Hörbelt, lo que la sitúa como una de las principales propuestas peninsulares. Mientras otras, como las viguesas Adhoc y Bacelos, han sabido mantener un alto nivel en sus propuestas; la primera, con el mérito de trabajar la proyección de jóvenes artistas gallegos como Carmen Nogueira, Suso Fandiño, Nano 4814 o Jorge Perianes; la segunda, a partir de una programación con una amplia nómina de artistas portugueses.



En La Coruña, Ana Vilaseco ha conseguido renovar su línea de exposiciones siendo una de las galerías que más y mejor ha sabido crecer en estos últimos años; mientras otras galerías otrora punteras como la orensana Marisa Marimón o la decana Trinta han perdido la fuerza y visibilidad que antes les caracterizaba. Otra galería más joven como Factoría, que cuenta también con una sede en La Habana, ha incorporado recientemente a nuevos artistas como Marina Núñez o Kepa Garraza.



Mecenazgo gallego

A todo ello hay que sumar eventos como la tradicional Bienal de Pontevedra, que en su última edición tuvo como comisario a Santiago Olmo, o Espacio Atlántico, la feria de arte contemporáneo de Vigo dirigida por Marta Scarpellini, que en 2010 sorprendió con un cambio de rumbo que propició la presencia de algunas de las galerías más importantes de la Península, nivel que se mantuvo en este año, aunque con menor número de galerías portuguesas. También la importante labor de mecenazgo que realizan instituciones sin actividad expositiva continuada pero con una importante colección como la Fundación María José Jove, que se suma a colecciones como las del CGAC, Fundación Barrié, Fundación RAC o Novacaixagalicia.



Pero de entre todas las propuestas destaca a modo de interrogante el work in progress de la Ciudad de la Cultura, la megalómana obra del arquitecto Peter Eisenman en Santiago de Compostela. De la capacidad y agilidad para dotar de contenidos a sus espacios y de cómo ese empeño no debe centralizar todos los esfuerzos de la Xunta, depende gran parte del futuro de las industrias culturales de una Galicia artística que más que nunca necesita que las atenciones públicas funcionen al modo de un aspersor. Entre tanto, Galicia no sabe si sube o si baja escalones en el escéptico campo de la cultura artística y, como siempre, todo depende de quién y de cómo se mira.



Llega el momento de la Ciudad de la Cultura. Exagerada para muchos, brillante para otros, polémica en su concepción y búsqueda de sentido, la Ciudad de la Cultura no deja indiferente a casi nadie en su intención de convertirse en un icono cultural del siglo XXI. Tras la inauguración de varios de sus edificios como el Archivo de Galicia o la Biblioteca, que ya pueden ser visitados, y la inminente puesta de largo del denominado Museo de Galicia, la Ciudad de la Cultura se vuelca ahora en la configuración de sus contenidos, importante labor para la cual se contará con el hasta ahora Gerente del Xacobeo Ignacio Santos. Diseñada por el arquitecto Peter Eisenman, la Ciudad de la Cultura cobra la forma de una excepcional escultura integrada en el monte Gaiás cuando se observa con distancia. Más próximos, experimentamos cómo esa suerte de corteza se despliega, tornándose monumental con la intención de proyectarnos al casco histórico de Santiago de Compostela, inspiración genética del proyecto del arquitecto. En su interior, en cambio, la arquitectura resulta menos mesurada y se impone la estética sobre la función, lo que implica un mayor reto para quien tenga que trabajar en ella. En todo caso, indiscutiblemente atractiva y potencialmente rentable desde el punto de vista turístico, la Ciudad de la Cultura está llamada a ser el polo cultural de Galicia y un hito arquitectónico del siglo XXI, lo que definitivamente daría sentido a sus 175.000 m2 de superficie urbanizada.