Antonio Pau

Hoy el jueves pronuncia dos conferencias sobre Rilke en la Fundación Juan March

Lo de Rilke con la literatura fue entrega absoluta. Hasta decidió alejarse de su mujer y su hija para no despistarse en su empeño por escribir y escribir. Detalles así, tan reveladores de su obsesión creativa, los cuenta Antonio Pau, uno de los máximos expertos en España sobre el artífice de las Elegías de Duino. No en vano ha publicado la biografía Vida de Rainer Maria Rilke. La belleza y el espanto (2007), y los ensayos Rilke en Toledo (1997) y Rilke apátrida (2011), aparte de haber preparado y traducido cuatro antologías de su poesía. Hoy y el próximo jueves compartirá todo ese conocimiento con quienes se acerquen a la Fundación Juan March. Allí pronunciará dos conferencias: Una vida para la obra y En vísperas de un centenario: Rilke en España.



Pregunta.- Afirma que Rilke es uno de los máximos ejemplos en la historia de la literatura de subordinación de la vida a la escritura.

Respuesta.- Rilke no quiso tener profesión ni oficio, porque pensó que le distraerían de su labor poética. Tampoco quiso vivir con su mujer y su hija, porque la vida familiar le alejaría de su labor poética... Vivió desde los 26 años en absoluta soledad, porque sabía que la literatura está hecha de paciencia y de soledad.



P.- También dice que su idioma es único y que a los propios alemanes les costaba entenderlo.

R.- Porque hablaba el alemán de una minoría social que vivía en Praga, acechada -lingüísticamente- por el checo. No quiso vivir en ningún país de lengua alemana. No oyó apenas el alemán vivo, de la calle. Su vocabulario se fue enriqueciendo con el diccionario entre las manos.



P.- ¿Por qué no quiso vivir en países de lengua alemana?

R.- No le resultaba simpático lo alemán. Quizá era un complejo por proceder de la periferia. Las fobias son difíciles de explicar, y Rilke era muy extremoso en sus filias y en sus fobias.



P.- ¿Cómo interpreta que el verbo rebosar sea su favorito y el que más se repite en su poesía?

R.- Todos los poetas tienen sus palabras preferidas. En el caso de Rilke, esa preferencia derivaba probablemente de que rebosar va más allá de la plenitud. Su obra está hecha ex abundantia cordis: por rebosamiento del corazón. Vivió embebido de realidad, de mundo, de belleza. Sus poemas están llenos de lo que rebosaba de esa plenitud.



P.- Es curiosa la paradoja de que consideraba inútil traducir la poesía y él, por su parte, tradujo muchísima.

R.- Sus traducciones no son traducciones: son recreaciones. Con el pretexto de poemas ajenos hacía nuevos poemas alemanes. Podía permitírselo: era un gran poeta. Pero eso no es traducir.



P.- Divide en cuatro etapas la obra de Rilke: sentimental, objetiva, cósmica y visionaria. ¿Es posible explicarlas en una par de frases cada una?

R.- La etapa sentimental es romántica, de un romanticismo de entresiglos: modernista. Lagos, cisnes, muchachas vestidas de blanco, ensoñaciones vagas... La etapa objetiva es la de poemas rigurosos, exactos, que trasladan la realidad a los versos como la buena pintura realista: es decir, la que no se limita a pintar la superficie de las cosas. La etapa cósmica es de un diálogo agónico con la naturaleza más grandiosa. Y la etapa visionaria es la de una cascada de lenguaje incontenible.



P.- ¿Cuál diría fue el alcance de la huella española en Rilke?

R.- El paisaje español, y especialmente el grandioso paisaje de Toledo y Ronda, le acompañó siempre, y aflora en muchos poemas. Admiró profundamente a El Greco, en una época en que El Greco no gozaba aún del reconocimiento general. Los ángeles de El Greco le inspiraron numerosos poemas.



P.- ¿Y viceversa? ¿Cuál fue su influencia en poetas españoles?

R.- Pues ellos mismos lo han dicho. Rosales, Vivanco, Cernuda, Colinas... se han confesado influenciados por Rilke. Rilke es delicado y duro a la vez. Sensible sin sensiblería, estricto sin sequedad. Es lógico que esos rasgos hayan atraído a los poetas.



P.- Hay en su opinión muchos paralelismos entre Juan Ramón Jiménez y Rilke.

R.- Ambos tienen una primera etapa modernista. Ambos tienen una segunda etapa objetiva, en que querían hacer poemas que fueran trasuntos de las cosas. Ambos tienen una última etapa visionaria, en que alguien les escribió unos poemas llenos de imágines, de recuerdos, de asociaciones inconscientes. Las Elegías de Duino de Rilke y el largo poema Espacio de Juan Ramón Jiménez tienen mucho en común.

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