Manuel Longares. Foto: Antonio Heredia.

Acaba de publicar 'Las cuatro esquinas'

Manuel Longares (Madrid, 1943) invita con su última novela, Las cuatro esquinas (Galaxia Gütenberg), a hacer un viaje por la España de los último 70 años. Son cuatro las escalas que propone: la posguerra, el desarrollismo, la transición y la actualidad. El escritor madrileño trasciende lo testimonial para, a través de un coro de personajes más o menos anónimos, interpretar cada una de estas épocas. De fondo queda la imagen ("deformada por el humor y el lenguaje") de una país que pasó de la miseria a la opulencia en muy poco tiempo.



Pregunta.- Mateo Díez dice que Las cuatro esquinas es un juego de espejos valleinclaniano...

Respuestas.- Sí, porque la mirada a la realidad devuelve a quien la observa una imagen deformada. Este libro es una mirada a cuatro épocas de la historia reciente de nuestro país, que se deforman por el humor, los contrastes, el lenguaje...



P.- Aparte de valleinclaniano, usted se reivindica barojiano. ¿Se coloca en una equidistancia entre ambos maestros? ¿O carga la suerte a favor de uno?

R.- Cuando uno escribe tiene encima todo lo que ha leído. Es un patrimonio de lecturas en el que aparecen desde Salgari hasta Kafka, aunque mis preferencias se encuentran en el literatura nacional reciente, del siglo XIX en adelante. De Baroja tomo el uso de la palabra sin retórica y de Valle-Inclán, el alambicamiento de la expresión. No creo que sea incompatible lo uno con lo otro. Yo intento conciliarlos.



P.-¿Le interesa más interpretar que reflejar las épocas de que se ocupa en Las cuatro esquinas?

R.- Puede ser. Cuando se escribe sobre la realidad, si se pretende calcarla o documentarla, el libro por excelencia sería la guía telefónica. Hay que inyectar literatura. Si describes un paseo de un personaje y vas citando cada una de las calles por las que pasa, parece que estás escribiendo un callejero o una guía turística. El escritor tiene que poner algo personal, distintivo, una aportación genuina...



P.- Santos Domínguez Ramos le define como un "vanguardista carpetovetónico". ¿Asume la etiqueta?

R.- Tampoco hay que darle demasiadas vueltas a estas cosas. Pero sí, creo que cierto vanguardismo es necesario para decir de modo diferente y mejor lo que se decía hasta hace un momento. Aunque eso hay que hacerlo bien orientado y con conocimiento de causa, para no caer en la confusión. Yo escribo de lo que conozco: la realidad de mi país.



P.- Y a los que lean Las cuatro esquinas en clave autobiográfica ¿qué les diría?

R.- En la introducción, que se titula Propuesta, se dice que lo que vamos a presentar son los 70 últimos años del país como si fueran una persona. Es la época la que va a contar su vida: la posguerra, el periodo de los planes de desarrollo, la transición y nuestros días. Cada época marcada por una idea: la miseria, la ingenuidad, la perfidia y la trascendencia.



P.-¿Cómo explicaría la deuda que tiene su literatura con Madrid?

R.- Es que me es muy cómodo hablar de Madrid, porque es la ciudad en la que vivo desde siempre y apenas me muevo de ella. Es la que mejor conozco. ¿Para qué me voy a poner a describir sitios raros?



P.- En el libro repasa casi un siglo de la historia de España. ¿Cómo valora la evolución del país?

R.- Para un escritor es muy interesante un país que en 70 años pasa de ser miserable a estar entre los 10 más ricos del mundo, con el cambio de costumbres que eso supone.



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