Nobleza obliga. Debo hacerme aquí eco del blog de El guionista hastiado, que al parecer tuvo la misma ocurrencia que yo tras ver el capítulo 7 de Juego de tronos, esto es, analizar una de las escenas de mayor contenido sexual que se ha visto en una serie televisiva de audiencia popular.



La escena (retirada de Youtube debido a una infracción de su política "relacionada con desnudos y contenido sexual") transcurre en una de las alcobas del prostíbulo de Petyr Baelish, personaje apodado "Meñique" (interpretado por Aiden Gillen, quien daba vida al político Thomas Carcetti en The Wire), donde éste declama un revelador monólogo a dos prostitutas que, a efectos dramáticos, va realmente dirigido al espectador, quien hasta ahora no ha tenido ocasión de conocer con algo de profundidad al personaje.



Baelish cuenta una historia autobiográfica para exteriorizar un discurso sobre su ambición y sobre cómo piensa conquistar el poder (como se verá en el desenlace del capítulo), al tiempo que expone las claves de su personalidad y su visión del mundo. Baelish es una especie de gurú del sexo, que emplea como arma fundamental en el tablero de conspiraciones de Juego de tronos ("si no puedo vencerlos, voy a joderlos"), y antes de su "confesión" (a las preguntas lazadas por una de las prostitutas, que conocemos de capítulos precedentes), instruye a sus chicas sobre las debilidades de la libido masculina: "Ellos saben que es todo una actuación... tenéis que hacerles creer...". Él es el protagonista pero la escena no es suya. Se la roban el juego sexual que se traen entre manos sus dos acompañantes.



Al bloguero de fotogramas.es, un guionista profesional que oculta su identidad, le interesa el análisis de esta secuencia desde el punto de vista de la dramaturgia (¿qué aporta a la trama?, ¿por qué se justifica el contenido erótico?, ¿por qué es una escena de personajes?, etc.), y los motivos que argumenta son muy certeros, pero a mí me interesa la escena por otros motivos, que de algún modo ya había apuntado hace unas semanas cuando escribí este post en torno a los primeros capítulos de la serie. Entonces, señalaba cómo Juego de tronos nace con una clara conciencia de las series precedentes, de cómo en Los Tudor, en Espartaco, en True Blood o en Boardwalk Empire la representación del sexo en la teleficción se ha desprendido de todo pudor, ha tomado un quiebro manierista, una competición de poderes, de a ver quién da más y mejor.



En la escena de Juego de tronos, durante 4.40 minutos, dos mujeres completamente desnudas simulan un encuentro sexual entre cliente y prostituta. Las prácticas van del sexo oral a la masturbación y la sodomía. "Meñique" habla de sí mismo, dando también algunas puntuales instrucciones a sus prostitutas (que en un momento dado le invitan a que se una a la fiesta), pero el "sonido" de la escena, su banda sonora, son los gemidos de las chicas. La "performance" sexual es puro soft porn y está filmada desde diversos ángulos: bien ocupando el fondo o el primer término de la escena, siempre con una iluminación muy calculada, filmada tanto desde el punto de vista del observador como desde la visión subjetiva de una de las chicas. El desafío de la escena, tal y como está estructurada, es que las importantes revelaciones de Baelish se acaben imponiendo, por su relevancia, a la carnalidad y el deseo erótico que administra el interés visual de la escena. Importan tanto la información como la atmósfera, y ambas transmiten la pulsión de lujuria y dominación que define al personaje.



Lo que está en juego en esta escena es un discurso sobre el exceso de las formas. Pareciera que una vez superada su "edad de oro", con series que hicieron añicos verdaderos ciertos tabúes sociales (The Wire, A dos metros bajo tierra), y cruzaron más de una frontera moral (Los Sorpano, 24, The Shield...) y de complejidad de las estructuras dramáticas (Lost), la teleficción americana sólo pudiera distinguirse forzando los límites de la representación. Juego de tronos ha dejado clara esta determinación desde su episodio piloto, especialmente en lo que concierne a la representación explícita del sexo y la violencia. En otro capítulo, un enano se lo monta en un burdel con diversas prostitutas y una menor es "instruida" sexualmente por su sierva para conquistar a su marido. El sexo de nuevo contemplado como un arma de poder y dominación.



La lascivia y la corrupción moral es uno de los vectores atmosféricos de la serie, y esta escena está llamada a reiterar ese tono, advirtiendo al espectador de que todo es transgredible. La transgresión de Juego de tronos sin embargo no sólo descansa en las formas, también en la dramaturgia. El sorprendente final del noveno capítulo, de hecho, también se presta a ser debidamente analizado, pues introduce la última de las transgresiones narrativas de la teleficción americana. Algo completamente inesperado. No se pierdan esta extraordinaria serie.