Las series documentales de Adam Curtis, una especie de 'enfant terrible' de la BBC, son un verdadero regalo para los televidentes más sibaritas, pues destruyen el tópico de que la televisión sólo puede proporcionar entretenimiento pero no reflexión. Adam Curtis es un documentalista y escritor británico extremadamente lúcido, controvertido y original, que ha venido realizando a lo largo de los años diversas mini-series (de tres capítulos de una hora) en torno a los fenómenos intelectuales, políticos y sociales que han determinado la organización del mundo moderno y el control social.



Desde The Century of the Self (2002), Curtis ha puesto en práctica un lenguaje documental absolutamente propio, cada vez más depurado, que ha culminado en obras maestras del documental televisivo como The Power of Nightmares: The Rise of the Politics of Fear (2004) y The Trap: What Happened to Our Dream of Freedom (2007). Recientemente, Curtis ha estrenado (también en la BBC) All Watched Over By Machines of Loving Grace (2011), que vendría a completar una suerte de trilogía en torno a la historia intelectual del siglo XX: la política del miedo como organización política mundial, el mito de las teorías de la liberación del individuo y el colonialismo de las máquinas sobre el hombre. En todos estos trabajos, realmente abrumadores (en los que me detendré uno a uno la semana que viene, cuando vea el último), Curtis traslada a la televisión el concepto y la práctica de ensayo o teoría política. Es como si pensadores como Anthony Giddens, Noam Chomsky, Samuel Huntington o Francis Fukuyama desarrollaran sus teorías con sintaxis audiovisual.









Adam Curtis no es un ideólogo de la izquierda o de la derecha. Es un partisano. Toma posturas claras contra el sistema establecido y expone sus conflictivas teorías identificando causas remotas y aportando valiosas pruebas audiovisuales. Las películas de Curtis son en gran medida como thrillers psicológicos de nuestro tiempo, que glosan el borrado del individuo en una globalizada sociedad de control, no muy lejos de la imaginada por Orwell en 1984. No son exactamente teorías de conspiración lo que desarrollan sus películas, sino el pasional deseo de abrir los ojos al hombre contemporáneo, hacerle ver de dónde proceden y cómo se han fabricado artificialmente muchas de sus convicciones políticas, hábitos sociales y entornos culturales.



Para Adam Curtis, a fuerza de recibir tanta información, generalmente contradictoria,el hombre moderno naufraga en un limbo de ignorancia y contradicciones, y su cometido no pasa por ilustrarle con "la verdad" (o al menos, la verdad de sus investigaciones), sino de despertarle de su letargo, hacerle ver que el mundo que vivimos no lo hemos hecho entre todos nosotros, sino más bien un reducido grupo de pensadores, políticos y economistas que han cristalizado en la sociedad moderna sus estructuras de pensamiento.



El gran talento de Curtis pasa por exponer enciclopédicas y complejas líneas de pensamiento con asombrosa claridad (la aspiración de todo gran ensayista), examinando el modo en que, en un proceso de contagio intelectual, una serie de ideas se han trasladado virtualmente de una persona a otra, de una década a otra, de un sector a otro, mutando y cambiando su foco a lo largo del tiempo. De este modo, teje una gran red de influencias y confluencias que forman el mosaico humano y los sistemas de organización del mundo contemporáneo. Nada de esto sería posible sin el enorme ingenio de Curtis para emplear la imaginería visual del último siglo, de manera que el estilo de sus películas se adapta a ese sistema en red. Ahí es donde reside su verdadero poder como documentalista. El grueso de sus películas es un voluminoso material de archivo excepcionalmente conectado.



Para ilustrar sus teorías, escarba en numerosas filmotecas, canales de televisión y cinematecas de todo el mundo y elabora un poderoso montaje, más cerca del vídeo-arte que del documental tradicional. La principal línea narrativa es un texto en voice-over, que acompaña con entrevistas de archivo y otras realizadas por él, metraje de noticiarios, de documentales científicos, antropológicos o de animales, y hasta de viejas películas de terror y ciencia-ficción, en busca de reveladoras asociaciones, de importantes hallazgos, que también logra con el empleo generalmente sarcástico de la música pop. Como ocurre con todo intelectual polemista, podremos compartir más o menos sus teorías, creer más o menos en ellas, pero lo que nos mantiene siempre alertas en sus películas es su extraordinario talento como documentalista y creador de discursos audiovisuales.