El Cultural

Schwarzenegger

12 julio, 2011 02:00

No hay un personaje más extraño en el mundo del cine que Arnold Schwarzenegger. El actor, que está viviendo un verdadero vía crucis, acaba de anunciar ahora que regresa al cine con un western: The Last Stand, en el que interpretará a un sheriff que lucha contra un cártel de drogas mexicano. Dirigirá el coreano Jee-woon Kim en septiembre y se estrenará en 2012. El titulo no deja de tener su guasa, la palabra "stand" tiene muchos significados y el del título se referirá, digo yo, a "batalla" pero también puede significar "polvete" en la jerga de la calle. Y "polvetes" al parecer Schwarzenegger ha echado unos cuantos al margen de su matrimonio con Maria Shriver. Eso, que en España se perdona sin problemas e incluso hay a quien le hace gracia, en Estados Unidos es un drama y más cuando hablamos de un político para más inri republicano. Y es que Governator, como se le ha conocido, ha sido la máxima autoridad durante ocho años de California, una de las potencias económicas más fuertes del mundo.

Tiene tela que un señor que según Vargas Llosa sólo se había destacado por interpretar a un "robot subnormal" haya conseguido ocupar un cargo de primer rango durante tantos años. Schwarzenegger, que de tonto no tiene un pelo y que ha hecho bastante más que la pulla del Nobel, ha sido, al parecer, un político tirando a mediocre aunque no desastroso. Deja una herencia envenenada. Por ejemplo, California sigue teniendo un déficit descomunal de más de 40 billones de dólares que no ha sabido atajar siendo ése el principal motivo por el que fue escogido. Y eso aplicando unas reducciones de presupuestos monstruosas que han mermado aún más el escaso Estado del Bienestar del que disfrutan en Estados Unidos. Derechista en lo económico, el Governator sin embargo se ha postulado como un político bastante izquierdista en otras cuestiones como los derechos de los homosexuales o incluso su apoyo a la legalización de la marihuana (que defendió por motivos económicos). Al igual que sucede en Nueva York, los dirigentes republicanos de California deben moderar su discurso al moverse en terrenos tradicionalmente demócratas.

Ahora que Arnie ya ha dejado el cargo, resulta curioso echar la vista atrás y comprobar cómo lo que una vez nos parecía ridículo o imposible ha terminado por suceder sin que al final fuera tan extraño. Nuestra capacidad para la sorpresa va cediendo ante lo insólito de una realidad que cada día confunde más la política con el puro espectáculo y donde el desconcierto es tal que ya es habitual que surjan personajes delirantes. Los índices de aprobación del actor han sido pobres: 34%, y al final por lo visto no ha gustado ni a los de derechas porque al final de su mandato subió los impuestos para que el déficit no llevara al Estado a la bancarrota ni a los de izquierdas por ser republicano y por su recorte de servicios sociales. En su vídeo de despedida a los californianos vuelve a recordar su innegable ejemplo como representante del sueño americano y se muestra orgulloso del trabajo realizado. Sin duda, sus escándalos matrimoniales han terminado por hacer imposible algo que siempre se había rumoreado, que podría presentarse a la presidencia de Estados Unidos y, horror de los horrores, incluso ganarla.

Aunque es fácil ridiculizar a Schwarzenegger, con ese acento tan marcado que ha sido la delicia de los humoristas americanos, lo cierto es que su filmografía tiene algunas joyas y que siempre lo ha salvado un sentido de la autoparodia que lo ha convertido, a pesar de todos sus desmanes, en un personaje popular e incluso querido. Muchas veces ha ido, además, de la mano de cineastas visionarios como James Cameron o Paul Verhoeven. Conan el Bárbaro (1982) es una buena película de aventuras y Terminator (Cameron, 1984) es una obra maestra de la ciencia ficción. Desafío Total (Verhoeven, 1990) es una excelente muestra de ese cine que sólo Hollywood sabe hacer en el que se combinan los efectos especiales, un guión ingenioso, un espectáculo brillante apto para toda la familia e incluso una reflexión de fondo que le da cierta altura. La secuela de Terminator (1990) marcó un hito en el cine de acción y supuso un punto y aparte técnico. Finalmente, de nuevo con Cameron, Mentiras arriesgadas (1994) es su última gran película, una comedia de acción entretenidísima e incluso brillante en la que brilla su vis cómica.

Al margen de escándalos de faldas y de su discutible etapa política, no hay que negar a Schwarzenegger que ha sido todo un personaje, que la historia del cine tiene un lugar para él como uno de sus iconos más kitsch e insustituibles y que ha tenido un olfato mucho más fino del que se le suele reconocer para embarcarse en buenos proyectos. Por ello, es una buena noticia que vuelva al cine. Deseemos, pues, que The Last Stand sea una buena película. Arnie siempre ha sido el rostro del entretenimiento puro y duro y estaría bien que lo siguiera siendo.