"El otro día me encontré al español ése que juega en la NBA, cómo se llame. Era tan alto que le podría chupar la polla de pie". Ya sé que es un poco cruel empezar hablando de una película utilizando la peor frase de todas, pero no deja de ser insólito que a alguien se le haya ocurrido escribirla. Lo contrario al amor, de Vicente Villanueva, se estrenó el viernes pasado en medio de críticas halagüeñas y dispuesta a mejorar unos resultados de taquilla para el cine patrio que este 2011 están siendo (Torrentes aparte), especialmente malos. Vía Twitter, la profesión y aledaños ha recibido a esta comedia romántica con grandes elogios, quizá como manera de dar un empujón a un título con posibilidades de conquistar al público. De momento, los resultados no han sido extraordinarios pero tampoco malos, con algo más de 600.000 euros recaudados, Lo contrario al amor no ha arrasado pero sí ha cumplido expectativas y a partir de aquí está por ver si funciona el boca-oreja para levantar el vuelo. Debo decir que me resulta bastante incomprensible que una película como ésta suscite un gran entusiasmo y da buena cuenta de lo mal que está el patio.
Dice la protagonista, la sensacional Adriana Ugarte, en Fotogramas que esta comedia "reflexiona" (sic) sobre "lo patéticos que podemos llegar a ser cuando nos enamoramos". Cuenta el romance entre una masajista con ciertas ínfulas, vegetariana y devota de la vida sana, y un bombero escultural interpretado por Hugo Silva. Si ella es relamida, de buenas costumbres y alérgica al tabaco y el alcohol, él se levanta con un porro en la mano y tiene afición a terminar las noches (o las mañanas) en un after del revés. Ahí termina toda el estudio de personajes. Según el director, se trata de ahondar en esa manía que tenemos todos por querer cambiar a nuestros compañeros sentimentales, y si él espera que ella sea más lanzada, ella que él deje de intoxicarse. Así, asistimos a una sucesión de tópicos sobre el fabuloso mundo de la pareja donde lo más sorprendente es la escasa imaginación (o esfuerzo) por solucionar las escenas con un mínimo de originalidad. Empezando por un principio tramposo con un accidente que en realidad no es tal y terminando por un final visto mil veces en el que él no puede evitar comportarse como un machista. Casi todo es tan obvio y tan manido que te quedas perplejo.
Alrededor de ambos se suceden dos historias paralelas de desigual fortuna. Lo contrario al amor es una película profundamente marica en la que el principal espectáculo consiste en contemplar cuerpos esculturales masculinos. Salvo Adriana, que es guapísima pero hace de "mona", aquí los bellezones son los tíos, empezando por Silva y continuando por Alex Barahona y Rubén Sanz, todos súper cachas, quienes se pasan toda la película sin camiseta. El filme apunta el romance entre esos dos compañeros de profesión de Silva, quienes descubren una súbita fascinación por el porno gay y se la pasan masturbándose en casa. La historia no tiene demasiada gracia pero su resolución acaba por estropearlo. De repente, parece que Villanueva ha decidido que no todo puede terminar bien (¿y por qué no en una película como ésta?) y sucede un drama sin sentido, ni estético ni narrativo. Lo mejor, con diferencia, es el personaje de Guadalupe Lancho, una actriz sensacional curtida en series de televisión varias que yo, cuando menos, desconocía. Lancho, que aporta una veracidad y profundidad impresionantes a su personaje, acaba redundando en la paradoja de un filme terriblemente misógino en el que están mucho mejor las actrices que los actores. Y eso que las novias de los otros bomberos son de una vulgaridad que provoca mareos.
Lo contrario al amor se supone que es una comedia pero no hay risas. Da la impresión de que alguien ha decidido que la gente es tonta y que cuanto más simple sea todo, mucho mejor. A los tópicos señalados cabe añadir varios más, como esa madre amantísima que cocina de maravilla (en el cine español todas las madres son abnegadas y buenas cocineras, no sé de dónde las habrán sacado) o esa filosofía de Spice Girls que redunda en aquello de "if you want my future, forget my past" por no hablar de la pelea desatada tras una consulta de ella a su móvil o los maricas de la tienda de ropa, que reinciden en los peores tópicos sobre el mundo homosexual (causa estupor que en los títulos de crédito se los mente como "gay 1" y "gay 2", por favor). Vicente Villanueva demostró cierto talento con sus celebrados cortos (donde daba rienda suelta a su afición por lo petardo con mayor mesura) y es de desear que en su próxima película se implique en un proyecto que le haga vibrar a él mismo y no en una película pensada para gustar a todos. Es posible que triunfe, y sería una alegría, pero si la comedia española quiere levantar el vuelo, ya va siendo hora de que aprenda un poco del cine americano, donde lo popular y lo sofisticado no están reñidos.