Por Gusi Bejer.
Con Tartufo, Molière sufrió la censura por la crítica a la hipocresía social y a los falsos devotos de su época que vertió en ella. Una versión atípica, ambientada en los años 20, llega al teatro Fernán Gómez de Madrid. Dirigida por el actor, director y pedagogo del arte clown Hernán Gené, el reparto lo encabeza una actriz versátil y curtida en la pantomima como Nathalie Seseña.
Respuesta: Claro que los hay, pero Molière es el que mejor ha profundizado en la hipocresía humana. Y Tartufo muestra cómo vivimos en el reino de la apariencia, un mundo donde lo que importa es el envoltorio y no lo envuelto, que es el alma humana. La verdad es que vivimos engañados.
P: ¿Cómo es posible que una persona se deje engañar de la forma que le ocurre a Orgón en la obra?
R: ¿No es maravilloso dejarse engañar por alguien que creemos que es perfecto, que tiene lo que tanto deseamos y que nos enseña el camino para conseguirlo?
P: ¿Es lo que nos ha pasado años atrás, que hemos vivido en Jauja durante tanto tiempo?
R: Hay demasiada gente trabajando mucho cada día para que nos creamos lo que no es. Y desde luego, algunos han sacado una buena tajada de ello.
P: ¿Qué insinúa?
R: Es muy difícil no dejarse llevar, pero desde luego la cultura política de este país favorece la corrupción, el amiguismo y todo tipo de picaresca.
P: ¿Por qué cree que el enredo funciona tan bien en el escenario?
R: De toda la vida nos ha gustado el rumor y el cotilleo de las vidas ajenas en la plaza del pueblo, la corte o el mentidero porque todos esos enredos y líos, como los llama, reflejan los claroscuros de nuestras vidas.
P: Dirigida por Hernán Gené supongo que la obra no habrá quedado aburrida.
R: Tenía muchas ganas de trabajar con Hernán Gené por su trayectoria. Este montaje también lleva su sello inconfundible. Los que no conozcan sus trabajos descubrirán mucho sentido del humor, precisión e inteligencia.
P: Tengo entendido que Gené ambienta la obra en los años veinte...
R: Efectivamente, hay jazz, cine mudo y charlestón. Y es en esos felices años donde más brilla el reino de la hipocresía que Molière retrata como un maestro.
P: ¿A quién pondría hoy como rey de la hipocresía?
R: Se me ocurren varios candidatos con nombres y apellidos que no pienso nombrar, pero entre políticos y financieros anda el juego.
P: Y en todo ese mundo, ¿qué papel desempeña Dorina, su personaje?
R: A Dorina nadie la engaña. Es el contrapunto de Orgón. Irá poco a poco despertando a los demás del embrujo de Tartufo. Ella tiene los pies en la tierra y mucha experiencia de la vida y ya sabe que las apariencias, la mayoría de las veces, engañan. Es un personaje que no se ciega por ningún hombre, por muy santo y carismático que parezca.
P: Usted estudió en Londres y París, con Philippe Gaulier. Supongo que en un montaje así estará feliz.
R: Sí, tuve la suerte de estudiar en Londres con el gran maestro de actores como Gaulier. Hernán también juega con el mismo lenguaje. Un placer.
P: La obra fue un escándalo cuando se estrenó pero ahora el teatro no causa escándalo. ¿Por qué?
R: Sí, a veces el teatro conmueve y transforma, son momentos mágicos, maravillosos, escasos e irrepetibles. Pero la mayoría de las veces solo entretiene. Tampoco está mal. De todas formas, es difícil escandalizarse hoy en día porque la televisión nos anestesia.
P: Entonces ¿para qué sirve el teatro?, ¿sólo para pasar el rato?
R: No, no..., se me ocurren infinitas posibilidades: para conmovernos, entender mejor la naturaleza humana, reír, llorar y olvidarnos de nuestros problemas durante un rato.
P: ¿Es la cultura el chocolate del loro que se suprime en época de crisis?
R: Pues sí, posiblemente para las instituciones oficiales, pero eso no es muy importante: crear cultura es algo mucho más complejo y los tiempos de crisis para los artistas son, la mayoría de las veces, momentos de mucha creatividad.
P: ¿Nota ya esa nueva creatividad?
R:... Se está gestando.