Pedro J. Ramírez frente a su nuevo libro, El primer naufragio. Foto: Gonzalo Arroyo
El director de El Mundo presenta hoy en la residencia del embajador francés 'El primer naufragio', una exhaustiva monografía sobre la Revolución Francesa. Le acompañarán Esperanza Aguirre, José Bono y Gonzalo Anes
Estos descubrimientos, investigados a través de las páginas de sus 4.000 libros sobre el tema, de los periódicos, de las crónicas parlamentarias de la época que ha ido adquiriendo, los comparte ahora el director de El Mundo en El primer naufragio (La Esfera de los Libros), volumen tan atento a los pequeños detalles como a los grandes factores que cambian el devenir del mundo y que se centra en los cuatro meses y medio transcurridos desde el momento en el que guillotinan a Luis XVI, en lo que él denomina un "sacramento inverso", y el golpe de Estado de los jacobinos, en el primero de todos los hundimientos. De fondo, inevitables parecidos con el presente, aunque este "historiador autoinvitado" haya esquivado las alusiones directas. "Que sea el lector quien los encuentre", reta.
Pregunta.- ¿Cuántos volúmenes figuran en su biblioteca sobre la Revolución Francesa y por qué le apasiona tanto? ¿Cuál fue el germen de esa inquietud?
Respuesta.- Poco después del Bicentenario, en verano del año 90, leí en Dublín Citizens, de Simon Schama, y me gustó muchísimo porque era un libro de historia narrativa, con profundidad académica y muy interesante también como libro de divulgación. Eso generó en mí un cierto interés por la Revolución. Luego, por lo menos 10 años después, Gonzalo Hinojosa, el dueño de Cortefiel, me dijo que él era descendiente de Cabarrús, el fundador del Banco de San Carlos, embrión del Banco de España, y por lo tanto también de Teresa Cabarrús. Me pasó algunos papeles, una especie de memoria exculpatoria de cuando él estuvo detenido en el Castillo de Batres, en Madrid. A mí la que me interesaba de los Cabarrús era la hija, porque la suya fue una biografía deslumbrante tanto por su papel político como por su frenesí amatorio y su precocidad, a los 22 años ya tenía hijos de tres hombres. De Teresa Cabarrús pasé a Tallien, que primero fue su amante y luego su marido. De ahí me interesé por Termidor, porque también fue clave la caída de Robespierre y, así, como en una especie de efecto dominó, empecé a comprar libros y descubrí, sobre todo, la existencia de fuentes primarias accesibles, me compré prácticamente todas las colecciones de todos los periódicos de la época, los diarios de sesiones de las Asambleas Parlamentarias, del Club de los Jacobinos, de la Comuna Municipal.
Ahora debo de tener más de 4.000 volúmenes sobre la Revolución, creo que será la colección privada más importante, por lo menos en España. Decidí ponerme a investigar este aspecto concreto del golpe de Estado en el que los jacobinos consiguen purgar la Convención, que es la antesala de la toma del poder. Me puse a escribir en el verano del año 2009 y he terminado el libro en enero de 2011. Puede que haya quien no se crea que cuando terminé el libro nadie había hablado aún ni del 15-M ni del "No nos representan" y de algunas de las cosas que se narran habrá quien piense que están dirigidas a participar en el debate que ahora mismo hay en Europa y España entre la democracia directa y la representativa. Pero lo que sucede es que la Historia se repite y no hay como mirar en el espejo del pasado para reconocer las siluetas del presente.
P.- ¿Pueden los meses estudiados en el libro explicar los porqués, las causas y las consecuencias de un proceso tan amplio?
R.- El periodo empieza cuando guillotinan al rey en lo que yo denomino como un sacramento inverso. El rey de derecho divino es guillotinado en la plaza de la Revolución en la que hasta muy poco antes estaba la estatua ecuestre de su abuelo. Desde esa pila bautismal sangrienta se legitima la República. Es el momento en el que los demócratas se quedan solos, se acaba el viejo Régimen, el tirano ya no existe, ha llegado la oportunidad de materializar el paraíso en la tierra y de cumplir todos los sueños de felicidad que el racionalismo de los filósofos había estado augurando desde hacía medio siglo. Por lo tanto, es interesante ver qué pasa cuando ya se ha alcanzado la meta, cuando el poder está en la Convención y la Nación es la Revolución. Chicos, a ver qué hacéis ahora. Es la historia del tiempo que tarda el barco de la Revolución, porque todos ellos hablan siempre con metáforas náuticas, en estrellarse frente al arrecife de un nuevo totalitarismo. El libro disecciona minuciosamente cómo y por qué ocurrió. Por eso es El primer naufragio.
P.- Esa metáfora que da título al libro no puede ser más actual. ¿Qué otros aspectos de la Revolución podrían traerse al presente?
R.- Quiero ser lo más cauto posible. En 1.300 páginas solo me permito hacer un guiño en relación con algo actual cuando subrayo que una revista satírica se reía de Teresa Cabarrús porque era 'membrese' de un club revolucionario. Aludo a que la palabra 'membrese', tan inexistente en femenino tanto en francés como en el castellano, anticipa lo que también sucede hoy en España cuando se dice 'miembra'. Esa es la única concesión, el único paralelismo explícito. Prefiero que sea el lector el que saque las conclusiones. Va a encontrar muchísimos perfiles de la actualidad, sobre todo en lo relacionado con la crisis económica.
P.- ¿Alguno que sea clarísimo?
R.- El viejo Régimen se fue al garete y la Revolución no pudo consolidarse porque no fue capaz de tener equilibrio fiscal, porque gastaban mucho más de lo que ingresaban ¿Y cómo lo resolvieron? Emitiendo papel moneda sin parar, los llamados asignados. ¿Qué estamos haciendo ahora? Emitir deuda sin parar y colocarla en los mercados. Naturalmente, gran parte de la población no entendía entonces por qué les pasaba lo que les pasaba y salían con las picas en la mano a buscar a los banqueros y a los especuladores, a los acaparadores, porque lo de los especuladores es de ahora.
P.- ¿Tiene relación el importante papel de la prensa en ese periodo con su interés por él? ¿Qué podría aprender el periodismo de hoy del de aquella época?
R.- Efectivamente, eso ha sido un elemento determinante en un doble sentido. Primero, porque me ha interesado esta investigación histórica cuando me he topado con fuentes primarias, porque creo que es una oportunidad, además, de estimular un debate intelectual sobre los temas de fondo, de generar un debate literario en el que mi premisa es que la realidad proporciona elementos narrativos tan atractivos o más como los que se utilizan en la ficción, que puede haber una Non Fiction Novel siempre que no se confunda con la novela histórica, que no me interesa nada y que me parece un desperdicio y una expresión de impotencia. A mí me ha interesado esta investigación porque he visto que había una posibilidad de reconstruir una historia tal y como sucedió. No hay ni un solo dato ni una sola palabra puesta en boca de alguien. Yo no puedo garantizar que ese alguien dijera esa palabra, pero sí puedo garantizar que cada una de las palabras fue anotada por un testigo presencial. Por lo tanto, en ese sentido, me decidí a escribir el libro cuando vi que existían los periódicos y que podía hacerme con ellos. Y, en otro sentido, también el periodismo moldeó los acontecimientos. Aquel era un periodismo extraordinariamente opinativo, de bastante alta calidad, en algunos casos de altísima calidad literaria, con Camille Desmoulins, que era un escritor deslumbrante desde el punto de vista de la polémica política y alguien que manejaba también referencias historicistas, es decir, el tipo de escritor político que a mí me interesa. Al mismo tiempo, los periódicos son la fuente de un sinfín de detalles, cada uno de ellos irrelevantes en sí mismos pero que contribuyen a la veracidad de la narración cuando le ponemos una lupa de gran aumento.
P.- ¿Teme a la reacción de otros historiadores a pesar de la escasa bibliografía española sobre el periodo?
R.- Varias personas me están diciendo que voy a tener una mala acogida porque el establishment de los profesionales de la Historia va a considerar esto como una especie de intrusión en su terreno. Yo espero que no sea así. El primer naufragio pretende ser al mismo tiempo un libro periodístico y un libro académico y científico. Creo que por lo menos he cumplido todas las reglas del juego, de las 1.300 páginas, más de 200 son de notas. No he puesto una ristra de nombres de libros uno detrás de otro, sino que incluyo una bibliografía comentada en la que explico cuáles han sido mis fuentes y dónde están esas fuentes que he utilizado y para qué. Acabo de echar al mundo a un bebé, vamos a ver qué le pasa a este niño. Es un libro distinto a todos los que he escrito y pienso que va a prevalecer como referencia de este periodo concreto porque es la única monografía escrita en ningún idioma, incluido el francés, que lo abarque.
P.- Y, con todo, se define como un historiador "autoinvitado".
R.- Una de mis polémicas históricas con Luis María Anson, por la que nos peleamos muchísimo hace 30 y tantos años, era que yo estaba en contra del concepto de intrusismo en el periodismo, porque consideraba que al periodismo se podía llegar por distintas vías y no solo desde la legitimación que te daba la Facultad de Ciencias de la Información. Bueno, pues sigo pensando lo mismo también en relación con la Historia. No me molestará nada que alguien me llame intruso. A lo mejor tiene sentido eso que decía León Felipe, que no sabiendo los oficios, los haremos con respeto.
P.- ¿Es difícil para un periodista trabajar con la materia del pasado, no tomar partido?
R.- La técnica al final es muy parecida. También lo es la felicidad del descubrimiento, cuando encuentras la pieza que te faltaba y descubres que algo que historiadores de enorme prestigio de la generación anterior han reproducido sin comprobar su falsedad. Por ejemplo, hay un momento que es una de las frases más famosas de la historiografía de la Revolución, cuando se le atribuye a Vergniaud la frase "Couthon tiene sed, dadle un vaso de sangre". Eso hasta tal extremo ha quedado impregnado en la historia oral y escrita de la Revolución que inspiró a Anatole France para escribir su gran novela Los dioses tienen sed. Bien, pues yo he descubierto escribiendo este libro que el día en el que se le atribuye a Vergniaud esa frase, Vergniaud no estaba en la Convención Nacional. Por lo tanto, o la tuvo que decir otra persona, o la tuvo que decir otro día en el que difícilmente viene a cuento o probablemente no la dijo nunca nadie. Siempre el encontrar algo que permanece oculto me parece uno de los mayores placeres intelectuales que puede experimentar el ser humano. Hay grandes vasos comunicantes entre el periodismo y la investigación histórica.
P.- Vista la importancia que Twitter está teniendo en la promoción del libro ¿Sabría resumirlo en menos de 140 caracteres?
R.- Con la cita de Pierre Manuel que abre el libro: "Una idea me atormenta: ¿No será mejor esperar la libertad que poseerla?"