Hermes Luaces.

Su obra 'Agujeros Negros' recibió el jueves pasado el Premio Reina Sofía de Composición Musical.

Hermes Luaces (Madrid, 1975) es licenciado en Física, pero no tiene ninguna teoría que explique por qué en la web de la Casa Real se anuncia al italiano Giuliano Bracci como ganador del XXVIII Premio Reina Sofía de Composición Musical que él mismo recogió de manos de Su Majestad en el Teatro Monumental de Madrid hace unos días. Anécdotas aparte, Luaces confía en que el galardón, creado por la Fundación de Música Ferrer-Salat y dotado con 25.000 euros, pueda ser el espaldarazo definitivo a su carrera. Nos explica que Agujeros Negros, la obra en cuestión, nació de un intento por crear una partitura que pudiera ser bailada. En ella, emplea recursos cercanos al público -"como melodías modales y ritmos robados del rock y del techno"- para dar forma a un discurso musical de lo más ambicioso, con el que trata de cruzar las fronteras de la imaginación. A partir de las hipótesis de Stephen Hawking, Luaces se lanza a conquistar universos musicales paralelos, "allí donde todo es posible y la inteligencia parece no ser suficiente".



Pregunta.- ¿Cómo se ve el Premio Reina Sofía de Composición después de haberlo ganado?

Respuesta.- Lo veo como un antes y después en mi carrera como compositor. Al menos, eso es lo que espero que sea.



P.- ¿Siguen los compositores actuales abocados al exilio?

R.- Si uno hace una lista con los compositores españoles de mi generación y las anteriores que han conseguido hacerse con una carrera sólida encontrará que la inmensa mayoría lo han hecho desde el extranjero. Incluso los pocos que han logrado el milagro de hacerlo aquí se muestran pesimistas respecto al panorama actual de la creación musical en España, no tanto en lo creativo como en lo institucional. Si queremos ganarnos un puesto dentro de la música contemporánea europea debemos empezar por creer en nuestra capacidad y apostar por ella desde las instituciones. Lo hicimos con el deporte, y logramos éxitos históricos. ¿Por qué no intentarlo con la cultura?



P.- ¿Qué cree que ha valorado el jurado de sus Agujeros Negros?

R.- Es difícil saberlo. Creo que los jurados procuran tomar sus decisiones dejando a un lado sus preferencias estéticas, así que supongo que tuvieron en cuenta ante todo la efectividad de la obra como forma musical. En mi opinión, las virtudes principales de Agujeros Negros son la energía que consigue desplegar, la diversidad en las texturas y la coherencia y transparencia en la forma. Quiero creer que el jurado valoró estos aspectos. Me consta que parte del público así lo hizo y así me lo comunicó después del concierto, lo que he de confesar que me emocionó tanto o más que el premio.



P.- ¿Cuál fue el punto de partida de la obra?

R.- Nació en un intento por crear una música que pudiera ser bailada. El mundo de la danza me apasiona desde hace tiempo, por eso me planteé componer algo que emergiera desde el cuerpo y que alternara pasajes de gran motricidad con otros de carácter más poético. Como es frecuente en mi música, las ideas extramusicales surgieron durante la composición. Para mí, componer siempre ha sido una especie de psicoanálisis en el que descubro las cosas que me preocupan y me confronto con lo que realmente siento. Los agujeros negros son un mito contemporáneo, la última frontera, la grandes madrigueras de conejo del universo a través de la cuales, si hacemos caso de la reciente teoría de Stephen Hawking, podemos acceder a universos inimaginables para nuestra inteligencia. De esta forma la obra se transformó en una especie de danza iniciática hacia lo desconocido, hacia lo inescrutable y misterioso.



P.- ¿Cómo se desarrolló el proceso creativo?

R.- Inicié esta obra en un momento de profunda crisis en mi vida, en la que el futuro me parecía inescrutable. La figura de los agujeros negros surgió como una posible metáfora formal de una música que se construye en torno a bucles rítmicos que, por una parte, parecen proyectar una fuerza gravitatoria descomunal sobre todo lo que les rodea, y que, por otra, tienen la capacidad de abrir el discurso musical hacia universos radicalmente diferentes una vez que han aparecido. Un poco a la manera de la teoría de Hawking sobre los agujeros negros como puertas a universos paralelos. Pero más que este aspecto lo que me interesaba era el agujero negro como mito, como esa última frontera en torno a la cual todo parece posible y en la que nuestra inteligencia parece no ser suficiente.



Ver otros Buenos Días