Santiago González. Foto: José Aymá.

Hoy presenta 'Lágrimas socialdemócratas' en la Real Casa de Correos, junto a Victoria Prego, Carlos Herrera, Arcadi Espada, Nicolás Redondo Terreros y Esperanza Aguirre

Una impostación sentimental. Así define Santiago González (Burgos, 1950) el gobierno de Zapatero. En su último libro, Lágrimas socialdemócratas (La Esfera de los Libros), se ha empleado a fondo para analizar los objetivos de esa presunta falacia. Cientos de citas del presidente del Ejecutivo y sus adláteres son traídas a colación para dotar de consistencia documental a sus tesis. La principal, la idea-fuerza que verterbra todo el ensayo, es que, en estos últimos siete años, los líderes socialistas han desplegado un recurrente exhibicionismo emocional con la intención de encubrir con él la incapacidad de asumir sus responsabilidades de gobierno. Si no se podía solucionar el problema del paro, pues se lloraba en todos los foros posibles para demostrar así una dudosa solidaridad con sus víctimas. Esa es la estrategia que, a jucio del columnista de El Mundo, ha sido la tónica en este gobierno que ya toca a su fin.



Pregunta.- Afirma que el gobierno de Zapatero ha sido una impostación sentimental. ¿Por qué?

Respuesta.- El libro es una autobiografía del zapaterismo. Está apoyado casi todo en sus propias palabras. Hay centenares de citas a lo largo de sus páginas, de Zapatero y de sus compañeros. Y a partir de ellas se puede concluir que han estado más pendientes de hacer un exhibicionismo emocional de cara a los gobernados que de resolver sus problemas y asumir sus responsabilidades. Para entendernos: el sangre, sudor y lágrimas de Churchill es exactamente lo contrario de esta manera de gobernar sentimental.



P.- ¿Puede ponerme algún ejemplo práctico donde se evidencie esa presunta falta?

R.- Hay muchos, en general sus declaraciones adolecían de una sobrecarga semántica. Uno quizá muy significativo es su intervención tras los atentados de la T4, con los que ETA rompe la tregua. Zapatero dijo algo así como estoy dispuesto a poner toda mi energía y determinación en ver el final del terrorismo. Pero vamos a ver, para ver sólo basta abrir los ojos, no es un esfuerzo ímprobo. Otra cosa sería decir me voy a arremangar y los voy a perseguir donde quiera que estén.



P.- ¿Pero esa impostación que denuncia es realmente deliberada o es una tendencia natural?

R.- No, esa actitud sentimentaloide no es del todo mentira. Hay algo de tendencia natural, cierto. Yo digo que las lágrimas socialdemócratas son en realidad perlas cultivadas. Es decir son igual que las auténticas, sólo que para que se críen es necesario introducir un granito de arenisca para que la ostra lo vaya cubriendo de capas de nácar. Eso no significa que no sean auténticas. Con sus llantinas por los problemas de los ciudadanos acababan creyéndose que eran muy buenos, a pesar de que poco o nada han hecho por remediarlos. Eso lo explica muy bien Kundera, que dice que cuando lloramos por alguien también lloramos por nosotros: por lo buenos que somos por preocuparnos por los demás.



P.- ¿No le parece injusto imputarle esa sensiblería falaz sólo a Zapatero y los suyos cuando es defecto casi consustancial a toda la clase política? ¿Recuerda lo de la niña de Rajoy?

R.- Sí, claro, y es verdad que aquello fue una cursilería; una cursilería que copió de la izquierda, por cierto, de Obama, y a éste, en cambio, nadie se lo tuvo en cuenta. Yo quería escribir sobre el zapaterismo y buscar un enfoque significativo que le diera cohesión y no fuera una mera compilación citas. Si escribiera sobre un gobierno del PP también buscaría sus mentiras, pero no era el caso. Y, además, no creo que los ejemplos en la derecha alcancen el número y el grado que en la izquierda. ¿Por qué? Pues porque cualquier militante de izquierda cree que por el mero hecho de ser tiene una superioridad moral sobre los de la derecha. Piensan que ellos son los buenos. Yo lo sé bien porque vengo también de la izquierda.



P.- Hasta que se topó con Adam Smith, ¿no?

R.- Sí, ahí me caí del caballo. Me di cuenta que la vida no es noble ni bella ni sagrada, como decía Lorca. Cada uno busca su provecho. Uno no debe la carne con la que se alimenta al buen corazón de su carnicero sino a su egoísmo. Pues sí, el capitalismo se basa en el ánimo de lucro. ¿Y qué? Un empresario buscando su propio beneficio alimenta la riqueza del país y crea puestos de trabajo. Es lo mismo que pasa con los partidos políticos cada uno tiene sus ambiciones y sus objetivos, y eso es la democracia.



P.- ¿En esta manera de gobernar en qué medida ha participado Rubalcaba, el candidato socialista a la presidencia del Gobierno?

R.- Pues un poco menos, la verdad. Rubalcaba es un político del Ancien Régime. No como Carme Chacón, hija del zapaterismo. Entre los dos, no tengo duda a quién elegiría. No creo que Rubalcaba sea un buen candidato, por otras razones que no vienen al caso, pero al menos no vive en esa permanente adolescencia sentimental.



P.- Para muchos españoles Zapatero todavía sigue siendo un misterio. ¿Es un político ingenuo o no?

R.- No, yo creo que es un político astuto y con gran capacidad para la maquinación y el liderazgo, con gran encanto personal. Su problema es una formación intelectualmente inadecuada y una excesiva autoconfianza, alguien que creía que bastaba pensar un rato cada día en los asuntos de gobierno para que estos se solucionasen.



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