La novela policiaca plantea un misterio y promete un desenlace sorprendente. La novela negra mantiene la expectación, pero el misterio se mezcla con el estudio psicológico, el retrato social y los dilemas morales. Petros Márkaris (Estambul, 1937) creó al comisario Kostas Jaritos para adentrarse en los conflictos de una época desencantada y descreída. Sus tramas están bien urdidas, pero no se limitan a encadenar pesquisas policiales. El comisario Jaritos husmea en las pasiones humanas, particularmente en las más incomprensibles, y comprueba una y otra vez que los delitos sólo son los síntomas de una convivencia lastrada por el egoísmo y la codicia de una minoría privilegiada.
Márkaris se inscribe en la tradición de la novela negra, rescatando su espíritu inconformista y su identificación sentimental con los perdedores e inadaptados. Conviene recordar que Hammet militó en las filas del comunismo, sin que eso afectara a ese estilo directo y minimalista, gracias al cual se convirtió en uno de los grandes autores de la novela negra norteamericana. La trayectoria de Márkaris es similar, pues ha alternado el activismo de izquierdas y la creación literaria. Al pertenecer a la minoría armenia, no consiguió la ciudadanía griega hasta la caída de la dictadura de los coroneles. Ser apátrida le reveló el sufrimiento de los condenados a transitar por los márgenes de la historia, hostigados, ignorados o menospreciados. Sus estudios de economía en Alemania le permitieron traducir las obras de Goethe, Brecht y Bernhard. A mediados de los sesenta, comenzó su carrera literaria, escribiendo teatro y guiones televisivos. Al cabo de un tiempo, apareció el comisario Jaritos. Márkaris ha explicado varias veces que no buscó al personaje, sino que acudió a su encuentro, venciendo sus reticencias iniciales, pues nunca había apreciado demasiado a la policía.
El comisario Jaritos desarmó todos sus prejuicios, pues no tardó en revelarse como un hombre vulnerable, perspicaz pero inseguro, con ingenio y ternura, intransigente con la corrupción y los abusos y a veces desbordado por los problemas familiares y laborales. En Con el agua al cuello sufre los estragos de la crisis. Los recortes sitúan a la familia al borde del colapso. Las penalidades de Jaritos se agudizan cuando aparece un asesino en serie, que acaba con la vida de un banquero, un inversor en fondos de alto riesgo, un empresario especializado en ejecutar deudas de morosos y un directivo de una agencia de calificación. Son los responsables de la crisis y el asesino actúa como un verdugo medieval, cortándoles la cabeza con una espada. Jaritos lleva a cabo sus investigaciones en una Atenas caótica, llena de manifestantes airados, huelguistas resistentes y pasquines que invitan a no pagar las deudas a los bancos. Jaritos sigue el Mundial de Fútbol de 2010 con pasión, apoyando a la selección española, pero el suicidio de un vecino que se quita la vida ante sus propios ojos, le hunde en una depresión. Sin embargo, su tenacidad y su compromiso personal con la justicia le ayudarán a cerrar el caso con éxito.
Con el agua al cuello es una excelente novela negra que demuestra el potencial de un género para componer una crónica social sincera e intensa. Es imposible finalizar el libro sin pensar que el mundo está en manos de canallas y desalmados. Al igual que el intempestivo Sócrates, Márkaris nos recuerda desde la cuna de la democracia occidental que no habrá futuro, si no luchamos contra los que pisotean nuestra dignidad.