Nuria Amat. Foto: Rudy.

Acaba de publicar su última novela, 'Amor y guerra', ganadora del Premio Ramón Llull

En el ADN de Nuria Amat quedan algunas huellas de la familia Mercader, en cuyo seno se crió Ramón, el asesino de Trotsky. Hay entre ambos un vínculo de parentesco lejano. Pero en su casa jamás se hablaba de él. Su recuerdo incomodaba a unos burgueses liberales y catalanistas que querían poner distancia con la oscura leyenda de un agente stalinista. Ese secretismo avivaba su curiosidad. Desde hacía años rumiaba la intención de escribir su historia, aunque a la hora de la verdad siempre lo posponía. Hasta que una noche, en un hotel madrileño, encendió la tele y se encontró con el documental de Javier Rioyo que reconstruye su truculenta peripecia vital (Asaltar los cielos). Ya lo había visto cuando lo estrenaron pero fue esa vez cuando sintió el impulso: "Decidí que debía descubrir quién era realmente aquel hombre". Fruto de aquella determinación es Amor y guerra (Planeta), una novela-fresco de los años de la guerra civil en Barcelona, que se interna en la psique de Ramón Mercader para revelar sus retorcidos vericuetos: "Era un psicópata y un manipulador".



Pregunta.-¿Qué relación de parentesco le une a Ramón Mercader?

Respuesta.- Mi padre era pariente de María Mercader, hermana de Ramón, que se casó con Vittorio de Sica. En la familia jamás se hablaba de Ramón. Era una mácula tremenda en una familia catalanista de la Lliga, culta e ilustrada. Pero, ya se sabe, los niños leemos entre líneas.



P.- Habrá tenido que leer también entre las líneas de los muchos documentos que ha consultado. ¿Qué cree que aporta su novela a una historia tan trillada?

R.- Espero que placer y conmoción para los lectores. He intentado elaborar un retrato humano de un personaje sujeto a tantas tergirvesaciones por las fuertes implicaciones políticas que tuvieron sus acciones en vida.



P.-¿Y ese retrato adónde conduce?

R.- A un psicópata sin conciencia, un hábil manipulador que utilizaba a las mujeres sin escrúpulos [fingió amar a Sylvia Agelof para que le acercará a Trotsky], de una disciplina y una obediencia ciega al partido, hasta el punto de que renunció a escapar de la cárcel y cumplir completa su condena de 20 años.



P.- Pero algunas personas de su entorno afirman que el grito de Trotsky cuando le clavó el piolet le persiguió hasta la tumba...

R.- No me lo creo: él no creía haber hecho nada malo.



P.- Fue viendo el documental Asaltar los cielos, de Javier Rioyo, cuando tomó la decisión de contar esta historia.

R.- Sí, estaba en un hotel de Madrid, de promoción de una de mis novelas. Yo ya lo había visto, de hecho llevé a mi hija de diez años conmigo al cine. Pero esa segunda vez es cuando tuve la iluminación y la necesidad de descubrir quién había sido el verdadero Ramón Mercader.



P.- El título le remite a uno a Tolstoi y su Guerra y paz. ¿Es un guiño?

R.- A Tolstoi y a la gran novela rusa, que es la que yo considero más estimulante.



P.- Y dice también que ha tenido presente algunas series a la hora de escribir Amor y guerra...

R.- Es que ahora hay series con una fuerza literaria muy superior a la de algunas novelas, sobre todo las de la BBC. He intentado competir con ellas, sobre todo en su capacidad para enganchar a la gente a través de sus atmósferas más que mediante la trama, como ocurre en Milred Pierce, protagonizada por Kate Winslet, y Downton Abbey. También me dice que se parece A dos metros bajo tierra.



P.-¿Cómo describiría la relación entre ficción e historiografía en la novela?

R.- Es una ficción en la que aparecen bastantes personajes reales, pero también muchos imaginarios. Creo que las novelas históricas pueden contar mejor la historia que los ensayos historiográficos, siempre y cuando no sean tramposas y tenga una buena base documental. Aunque no debe abrumar y debe estar mezclada con la trama sin que se note.



P.- Es la primera que ha escrito en catalán. ¿Por qué?

R.- Empecé en castellano pero a las cinco o seis páginas me di cuenta que casi todos los personajes hablaban en catalán entre ellos. No quería volver loco a los lectores, escribiendo una página en castellano y otra en catalán. Así que cambié la lengua. Pero la versión castellana hay que considerarla también una versión original, no es una traducción, la he escrito de nuevo, dejando algunas frases esenciales en catalán para ubicar el contexto.



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