Algunas series nunca hubieran sido lo que son sin el hallazgo de uno de sus personajes. Mantienen una relación de dependencia. Como los grandes mitos del cine o de la literatura, ciertas presencias de la pequeña pantalla nunca abandonan nuestra memoria. Su poder de seducción es tan intenso que se convierten automáticamente en arquetipos, en poéticas de carne y hueso. En el marco de una teleficción, estamos abocados a convivir con ellos durante largos periodos de tiempo. Su trayecto narrativo es generalmente tan amplio y dilatado, con tantas idas y venidas, que el tiempo ejerce en ellos complejas transformaciones, de carácter físico y psicológico.



Protagonistas o secundarios, son presencias determinantes. Puede que sean papeles con los que ciertos actores y actrices estarán asociados el resto de sus carreras, de los que nunca podrán desprenderse del todo. Es la clase de energía que adquiere un personaje de ficción cuando traspasa el umbral de la pantalla y se transforma en un cuerpo vivo, un organismo complejo, una personalidad soberana, emancipada de las retóricas del audiovisual que generalmente tratan a los personajes como títeres o símbolos de un artefacto que es mucho mayor que ellos y sobre los que no ejercen apenas control. Son creaciones de intensidad prometeica que han adquirido una vida propia en nuestro imaginario. Dioses, mitos, héroes y portentos de la teleficción.



Con este mosaico de rostros y presencias televisivas inauguro una serie de posts en To be continued... con los que, sin un orden predeterminado (más que el que dicte el capricho y la voluntad), iré rescatando escenas memorables que hayan protagonizado cada uno de ellos. Con aquellos personajes con los ya que estén familiarizados, tendrán la oportunidad de rememorar momentos realmente antológicos y emblemáticos. Con los que no, encontrarán una puerta de entrada, una especie de tarjeta de visita al personaje y la serie en cuestión, evitando spoilers irreparables. Espero que lo disfruten.