Álvaro Pombo (Santander, 1939) es un autor instalado desde hace un tiempo en la senectud. Pero la inquietud sigue siendo uno de sus rasgos definitorios. De la inquietud física (puro nervio, tensión vibrante, gesticulación desbocada) da prueba el terremoto que provocó al subirse al estrado del Hotel Palace de Barcelona donde le entregaron el Premio Nadal. Su azogue generó una secuencia de incidentes varios, incluida la caída del galardón al suelo. Y de su inquietud intelectual la evidencia más significativa es su última novela, El temblor del héroe, que le ha valido el galardón decano de nuestra literatura.
Pombo denuncia en sus páginas la volatilidad de los compromisos y el egoísmo que presiden este tiempo incierto que vivimos en la actualidad. Esa enmienda a la totalidad contra nuestro mundo "líquido y sin sustancia" queda desleída (como debe ser) en la invención de una trama y la construcción de unos personajes. Todo parte de una entrevista: la que le hace un joven periodista digital a un catedrático de filosofía jubilado. La relación de mutuo apoyo que surge entre ambos acaba convertida en símbolo de rebeldía ante un entorno áspero y voraz.
Pregunta.-¿Qué le hace temblar al héroe de su novela?
Respuesta.- Le hace temblar su propia insignificancia ante el mundo, su incapacidad para mejorar su entorno. Aunque él se rebela contra esa situación. El protagonista es un joven periodista digital que da la cara por un amigo. Le avala en el alquiler de un piso. Es un gesto de responsabilidad ética y de afán de cuidar a los tuyos.
P.- La ética del cuidado denomina a esta manera de comportarse hacia los demás...
R.-Sí, es lo que está de fondo en toda la novela. Por un lado está la ética de la responsabilidad, sartriana, existencialista, que advierte que cada individuo es responsable sólo de sí mismo. Según esta teoría, el hombre no tiene esencia sino que se dota de ella mediante la acción. Pero ese voluntarismo debe ser complementado por está ética del cuidado, que tiene una raíz muy cristiana, y que predica el amor al prójimo y tratar a los demás como fines y nunca como medios.
P.-¿Es este un mundo presidido por la nada líquida?
R.- Es evidente. ¡Todos estamos nadando en él! El temblor del héroe es una denuncia (eso sí, difusa, porque es una novela) de esto. Pone en contraste el yo poroso, o líquido, que jamás se compromete, frente al que da un paso al frente y sí lo hace.
P.-Dice que es en las ficciones donde resplandece la verdad de este mundo...
R.- Lo llevo diciendo desde hace mucho tiempo. La verdad que resplandece en las novela es multívoca, no como las proposiciones analíticas de la física o las matemáticas, que pueden ser confirmadas o desconfirmadas. En las ficciones se manifiesta una lógica difusa, polisémica, pero que obliga al lector a aguzar su entendimiento, y por eso son tan necesarias.
P.-Parece que en la novela se adentra en el terreno periodístico. Más concretamente en el periodismo digital...
R.- Sí, el protagonista trabaja para un medio digital que va a entrevistar a un viejo catedrático de filosofía. Es normal que sea así: vivo rodeado de periodistas digitales. No es que explore exhaustivamente en este mundo pero sí están presentes todas esas conexiones modernas que lo constituyen. La novela, de hecho, es una novela corta, en la que, como se decía antes en la mili, he concentrado el tiro, como se hace twitter con su límite de 140 caracteres.
P.-¿Y qué hace más ilusión: ganar un Planeta o un Nadal?
R.- Esa es una pregunta capciosa (ríe). Me hacen mucha ilusión los dos. A los novelistas nos gusta que se lean nuestras novelas, claro, y estos premios ayudan a ello. Así que encantado.
P.-¿Ganar este premio alivia un poco el sinsabor de no haber salido elegido senador?
R.- Eso no fue ningún sinsabor. Habría sido una catástrofe nacional que hubiera salido elegido (vuelve a reír). Fue una felicidad no tener que asumir esa responsabilidad. Mi candidatura era un reclamo que, en parte, ayudó a que UPyD pasará de un diputado a cinco; un montaje publicitario que salió que dio sus resultados.
P.-¿Y de verdad que después del Nadal no queda nada? Hay premios todavía más grandes, por ahí fuera...
R.- Pero si a mí no me conocen fuera... Qué va, el Nadal es el punto y final de Pombo (ríe por última vez, pero ya no sabemos si con amargura o con ironía).