Adolfo García Ortega. Foto: Elisa García Díez.

Hoy sale a la venta su última novela, 'Pasajero K'

Trenes, noches, fronteras atravesadas, maletas desvalijadas, viajeros desconocidos y sospechosos alrededor... Esos son los ingredientes con los que Adolfo García Ortega (Valladolid, 1958) ha urdido la trama de Pasajero K, su última novela. K (inicial de Kuiper) busca su identidad viajando por toda Europa. Sabe que sólo así podrá encontrarla: está indisolublemente unida a la geografía emocional del continente. Tiene la idea vaga de rodar un documental con los retazos de ese viaje. Hasta que coincide por casualidad con Sidonie en la misma mesa de un vagón restaurante. El veterano cineasta, de costumbres solitarias y hurañas, se ve envuelto de golpe en un entuerto en el que los servicios secretos serbios persiguen a la joven periodista, que va camino de La Haya para cubrir el juicio de Radovan Karadzic, también conocido como el carnicero de Sarajevo. Algunos reportajes suyos sobre la limpieza étnica han llegado demasiado lejos. Y eso no es tolerable para ciertos mandamases de la antigua Yugoslavia. Porque ha pasado la guerra, pero en sus manos todavía está el poder.



Pregunta.- ¿La novela se te ocurrió cuando leíste en la prensa la detención de Karadzic?

Respuesta.- No en ese momento exactamente. Quería escribir sobre las consecuencias de la guerra de los Balcanes, porque hay muchos detalles de ella sobre los que se ha pasado muy por encima, como el tráfico de órganos y las violaciones sistemáticas. Esa guerra todavía nos tiene que dar muchas sorpresas, hay bastantes cosas por descubrir. Las circunstancias en que se dio la detención de Karadzic son muy literarias, y la he utilizado como hilo del que ir tirando la novela.



P.- La periodista que va a cubrir su juicio en la Haya sufre presiones por parte de los servicios secretos serbios. ¿Cree que algo así pudo darse en la realidad?

R.- Como decía, quedan por conocer muchos capítulos siniestros y oscuros de esa guerra. Las violaciones, por ejemplo, fueron utilizadas como herramienta para llevar a cabo la limpieza étnica. Mucha gente miró para otro lado, incluidos los responsables de UNPROFOR. Y también hay gente sentada en el poder en Rusia y Serbia que podría verse comprometida por investigaciones sobre estos asuntos. Es normal por tanto que algo así pudiera suceder también en la realidad.



P.- El subtítulo es Una novela europea. ¿Concibe la novela como una reivindicación de la identidad común europea, tan entredicho en los últimos tiempos?

R.- Sí, la de una Europa mestiza como la actual, en la que intentan convivir culturas muy diversas. Creo que la decadencia presente de Europa en el concierto internacional tiene mucho que ver con el encastillamiento de las identidades que se consideran tradicionales y hegemónicas en el continente. Lo que sucedió en los Balcanes es un buen ejemplo. Y los juicios de la Haya contra sus criminales son, para mí, una especie de jucio de Europa a Europa. Europa se juzga a sí misma.



P.- Lenin llegó a decir que quien dominase los Balcanes dominaría el continente. En ese entramado identitario que es Europa, ¿cuál es el peso específico de los Balcanes?

R.- Es un territorio clave por su carácter fronterizo con el Imperio Otomano y el mundo musulmán, donde se mezcla lo eslavo y lo cristiano. Es una especie de vórtice en el que confluyen un laberinto de identidades. La chispa de los conflictos identitarios en Europa se ha encendido muchas veces en los Balcanes.



P.-¿Cómo juzga el papel que jugó la Europa institucional durante la guerra?

R.- De una omisión flagrante en sus responsabilidades. No fue capaz de parar la limpieza étnica contra los musulmanes. No fue capaz, o no quiso. Hay que tener en cuenta el factor del islamismo. Muchos de los muyahidines del islamismo radical llegaron a Bosnia para defender la religión musulmana. A países como Francia, Estados Unidos y Rusia no les preocupaba que los serbios mataran a los que ellos veían como potenciales enemigos suyos en el futuro.



P.- Cuando le detuvieron, Karadzic se sintió traicionado. Decía que Estados Unidos le había prometido inmunidad en los acuerdos de Dayton. ¿Se lo cree?

R.- No es que le dé mucho crédito a la palabra de Karadzic pero es posible que se la ofrecieran, como una treta para terminar con la guerra. Son cosas que se hacen en la alta política.



P.- Como cuenta en su introducción, los serbios lo retuvieron tres días antes de comunicar públicamente su detención. ¿Qué pasó en esos tres días?

R.- No tengo más datos que los que he leído en los artículos de los periódicos. Es posible que le dejaran bien claro que no debía contar determinadas cosas y pronunciar determinados nombres. Y por lo que ha contado en el tribunal, donde básicamente ha defendido su ideología ultranacionalista, esa hipótesis es bastante probable.



P.- K se busca a sí mismo y se da cuenta de que su identidad está indisolublemente unida a la de Europa. ¿Le pasa a usted lo mismo?

R.- Sí, mi identidad va asociada también a la de Europa. La Europa mestiza, eso sí.

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