Elsa Osorio

La escritora argentina acaba de publicar su último libro, 'La capitana'

A algunos les aburre ya la Guerra Civil. Es normal: ha sido contada hasta la saciedad. Cineastas y escritores tienen en ella un filón que no han dejado de explotar, hasta hoy. Pero es que aquellos tiempos a sangre y fuego (que diría Chaves Nogales) fueron un vivero de historias fascinantes, cientos, miles... Elsa Osorio (Buenos Aires, 1952) desempolva una nueva en su última novela, La capitana (Siruela), donde reconstruye la peripecia de Mika Etchebéhère, otra idealista que arribó a la piel de toro incendiada del 36. Su carácter firme pero solidario (maternal incluso) le aupó al mando de una columna del POUM que resistió en la sierra madrileña los embates fascistas. En su caso se repite la encrucijada de muchos militantes de este idealizado partido: combatir en el frente a las tropas de Franco y en la retaguardia a la ortodoxia stalinista. Acabó sus días en París, donde mantuvo una intensa actividad intelectual (entre sus amigos se contaban André Breton y Julio Cortázar) y escribió también Mi guerra de España.



Pregunta.- La historia de Mika Etchebéhère le acompaña desde 1986, cuando se la contó el escritor Juan José Aguado. Ha intentado varias veces escribirla y otras tantas ha arrojado la toalla. ¿Por qué fracasaba entonces y ahora, por fin, lo ha conseguido?

Respuesta.- Mika ha sido una fijación desde esa vez que me habló Juan José Aguado por primera vez de ella. He ido acumulando datos, recuperando documentos, entrevistándome con familiares y amigos, leído sus libros... Y nunca creía que era suficiente. Tenía la sensación de que debía saber más y más, saberlo todo ella y del contexto histórico en que vivió. Esa excesiva exigencia terminaba por angustiarme e impedía que me pusiera a escribir. Hasta que me di cuenta de que para escribir sobre alguien no es necesario saberlo todo sobre él y que escribiendo también se descubren nuevas cosas.



P.- ¿Y en qué momento se percató de eso?

R.- Fue en marzo de 2007. Conocí a un poeta y militante trokskista amigo de Mika. Él me dio un material muy valioso: algunas cartas personales de ella. Un día me llevó a Perigny, un lugar muy importante para Mika porque allí se organizaban muchos encuentros de trotkistas de todo el mundo, en la casa de Alfred Rosmer, uno de los sindicalistas franceses más destacados. Allí se firmó la IV Internacional por ejemplo. Vi aquel lugar tan desolado que me conmovió y me conjuré conmigo misma para empezar a escribir aquella historia.



P.- Reconoce que la imaginación ha tenido que librar una batalla con(tra) la historia para poder escribir esta novela. ¿En qué medida estamos ante una biografía y en qué medida ante una obra de ficción?

R.- A mí me gusta mucho la historia pero no soy historiadora, sino una narradora. Estoy segura también de que hay acontecimientos históricos que aunque uno no los haya vivido eres capaz de escribirlos con verdad, por una especie de pulsión misteriosa. Yo he sido muy rigurosa con todo lo de las batallas, los aspectos políticos... Pero también cuento la historia a través de personajes inventados. Lo que hecho es ponerle carnadura a la historia.



P.- ¿Qué tiene el POUM para después de tantos años seguir despertando tanto interés entre artistas y creadores y ser un partido envuelto en un aura de idealismo?

R.- A mí no me interesaba en particular. Fue Mika, que comandaba una columna de este partido, la que me llevó a él. Ahora me siento del POUM. Es un partido que pagó el precio de la ortodoxia stalinista. A ella la detuvieron y la encerraron por colaborar con este partido. La acusaban de "desafecta a la República". Tuvo que ser Cipriano Mera, un anarquista, el que intercediera por ella para sacarla. Ella no fue del POUM en realidad. No perteneció a ninguna organización. Ella fue una mujer libre y si hay una palabra que la pueda calificar ideológicamente, esa es antifacista.



P.- ¿Por qué se conoce tan poco su historia?

R.- Precisamente por eso, porque no hay ningún partido o institución concreta que la haga suya y la reividinque. Ni los anarquistas, ni el PCE... No creo que haya intereses oscuros que la hayan enterrado.



P.- Encontrar una mujer ocupando un alto rango militar es complicado ahora. Y en la guerra civil parece impensable. ¿Qué rasgos reunía ella para llegar tan arriba entre hombres?

R.- Ella no tenía una formación militar, pero sabía mandar. Sabía tomar decisiones. Consultaba a su gente. Ella decía que los hombres mandaban de arriba para abajo. Mientras que las mujeres tenían un sentido más horizontal del mando. Cuidaba mucho a sus soldados, sacaba una especie de instinto maternal hacia ellos. Quizá le afloraba por su renuncia a tener hijos, algo que decidió para entregarse por completo a la lucha política. Aunque también era muy dura cuando tocaba. Llegó incluso a abofetear a un soldado que no fue a una guardia.



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