Luis Antonio de Villena

Luis Antonio de Villena acaba de publicar su último libro de poemas, 'Proyecto para excavar una villa romana en el páramo' (Visor).

Pagano y epicúreo, clásico y sentimental, Luis Antonio de Villena (Madrid, 1951) confesó hace tiempo que era “un perdedor en su intimidad” cuya mayor derrota era “no haber sabido amar cuando me lo han pedido”. De eso, de amor y pasión, de gozo y olvido lleva años escribiendo este poeta, ensayista y narrador que ahora acaba de lanzar Proyecto para excavar una villa romana en el páramo (Visor), un libro de poemas sobre la belleza y el paso del tiempo en el que ha trabajado más de tres años. Pregunta.- Vuelve a la poesía tras varios libros de ensayo (Mártires de la belleza, Diccionario de mitos clásicos para uso de modernos), novelas y recuperaciones de poemarios anteriores: ¿qué es y qué aporta Proyecto... al conjunto de su obra? Respuesta.- Creo que Proyecto para excavar una villa romana en el páramo (el título, claro, es una metáfora) es un libro de madurez donde se repasa la propia vida con gozo y elegía y donde se intenta que cada poema sea la tesela de un mosaico que el lector descubre al leer y que sería tiempo recuperado, un instante de tiempo abolido que fulge en el poema... P.- ¿Qué claves personales y literarias desvela en este libro? R.- Todo libro tiene ficción pero este es un libro muy autobiográfico, con mucha sensualidad, mucho cariño y mucho desengaño, atándome bastante a la tradición clásica, pero eso no es nuevo en mí. P.- ¿Recomendaría Proyecto para excavar una villa romana en el páramo a un joven lector que no conociese nada de su obra, como puerta secreta de conocimiento literario y personal? R.- Quizá sí, porque el lector vería mi mundo pleno, aunque con cierta melancolía. A un lector que no hubiese leído nada mío le recomendaría Hymnica (1979) y Huir del Invierno (1980), con esos libros y otros como Asuntos de delirio (1996) llegaría a este (más maduro) con el bagaje exacto. Pero creo que este libro le gustaría, aunque acaso me tuviera por más pesimista de lo que soy. Pero ¿tal como está el mundo se puede ser optimista, sin más? P.- ¿No es una locura seguir apostando por la cultura, la belleza clásica, la poesía, en estos tiempos tan burdos? R.- Uno apuesta por lo que cree y por lo que le conforma. ¿Una locura? No. Quizá un ejercicio de “último romano”. Lo que sí es cierto es que vivimos en un país atrozmente inculto, con pocos lectores y que cada vez sabe menos de humanismo y de casi nada. Dentro de poco igual ni nos entienden, ni saben de qué hablamos. Es espeluznante. Pero ni usted ni yo tenemos la culpa. ¿Quiénes son los culpables, pues los hay? No iremos a decir que casi todos los españoles son zotes... ¿no? P.- A pesar de todo, usted es también un poeta en la calle: ¿los versos siguen siendo un buen antídoto contra la vulgaridad, la banalización, y el miedo? R.- Mi lengua se nutre del cultismo y el coloquialismo, y la marginación (conocerla) me ha alimentado mucho. Creo en la calle y en su belleza salvaje, creo en la biblioteca con su belleza sabia y creo en el museo con su belleza ideal. Todo se complementa si sabemos complementarlo. Creo que es bien visible en este libro.

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