En los extras del DVD de la serie Extras, Ricky Gervais somete al editor de la serie, Nigel Williams, a todo tipo de perrerías. El pobre montador, con su cara de no haber roto nunca un plato, se somete con paciencia y voluntariedad a diversos tipos de humillaciones, a cada cual más excéntrica: desde disfrazarse de bebé en el trabajo a permitir que Gervais le empapele como una momia o envuelva su rostro en celo mientras le obliga a comer fruta. Todo para el disfrute de Gervais, que se lo pasa en grande, como un niño sádico que no encuentra mayor placer (de hecho, ríe histéricamente) que disfrutando con la incomodidad de los demás. En una de estas piezas incluidas en los extras, Stephen Merchant le pregunta a Gervais, medio en broma medio en serio, si no considera semejantes prácticas manifiestos actos de abuso y acoso laboral ("bullying"), a lo que Gervais responde: "No es 'bullying' porque lo hago con amor. Me encanta hacerlo".



Con toda lógica, uno puede preguntarse qué sentido le encuentra Gervais a estos vídeos, no sólo por qué se divierte de este modo tan extravagante con su editor sino por qué además los hace públicos incluyéndolos en los contenidos adicionales de su serie. Lo cierto es que semejantes comportamientos no dejan de ser una extensión, incluso una explicación psicológica, de su peculiar sentido del humor, y por tanto de su cuerpo creativo. No creo que sean bromas realizadas conscientemente para formar parte de la edición del DVD, sino que Gervais las encontró divertidas y elocuentes que no pudo resistir la tentación de publicarlas. Y es que semejantes astracanadas apuntan a la esencia de su trabajo cómico, basado en la pulsión del sadismo. "Trato de explorar lo grotesco", dice Gervais. Tanto The Office, como Extras, como especialmente su última serie, Life's Too Short, construyen su humor a partir de la sistemática humillación y degradación de los personajes con los que trabaja, y que a su modo no dejan de ser una proyección (todo lo hiperbólica y ficticia que queramos, pero de innegable componente documental) de ellos mismos.



Ricky Gervais (izda.) y Warwick Davies

En Life's Too Short esta propensión al sadismo y a lo grotesco alcanza su máxima expresión. Quema la pantalla. Lo del enano Warwick Davies, protagonista de la serie, no es simple autoparodia, es pura autohumillación. Una suerte de degradación con consentimiento, como lo eran las perrerías de Nigel, que vienen a sublimar el patetismo. Gervais no sólo se burla de la condición física de Davies -origen de la mayor parte de las risas en la serie-, sino de su situación personal, un actor completamente olvidado (protagonista de Willow y el hombre bajo el disfraz del más tierno ‘ewok' de El retorno del Jedi) que se da aires de estrella y actúa con la arrogancia de una celebridad. El humor que genera Gervais a costa de las humillaciones y degradaciones a las que somete al pobre Warwick tiene un momento insuperable. Lo encontramos en el capítulo 4 de la serie. No puedo imaginar momento más patético ni más dolorosamente hilarante.



El pequeño protagonista ha sido expulsado de casa por su mujer. Warwick la espía para comprobar si, como sospecha, tiene un lío con el abogado que la representa en el litigio por el divorcio. Entra en la casa donde ya no vive (aunque siga pagándola) para cerciorarse de sus sospechas y se inventa la excusa de que ha ido a llevarse un premio al que le tiene cariño, un horrible trofeo que le entregó una página web por una película que nadie ha visto. El trofeo está en la repisa más alta de la estantería del salón, a donde de ninguna manera su corta altura le permite llegar. Su orgullo, sin embargo, le impide aceptar la ayuda de su mujer, y menos aún del abogado y amante de ésta. Lo que sigue, véanlo, es un heroico acto de interpretación física que no tiene nada que envidiar a las grandes proezas de los cómicos del mudo. Dos minutos que encabezan mi particular lista de los grandes momentos televisivos del año. Aunque como Gervais igual hay que ser algo sádico para disfrutarlo.