Con su informe sobre sexismo en nuestra lengua, el académico Ignacio Bosque (Isso, Albacete, 1951) ha salido al paso de las distintas guías publicadas (por universidades, administraciones públicas, sindicatos...) con el fin de corregir las presuntas desigualdades del español. Es una cuestión delicada. Los hay, por un lado, de la opinión que en nuestra herramienta de comunicación se han quedado fosilizadas demasiadas expresiones y estructuras que dan preferencia al sexo masculino. Por otro lado, están los que ven en esas directrices lingüísticas un aborrecible sentido de la corrección política. El autor del documento (titulado "Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer"), catedrático de la Universidad Complutense y miembro de la RAE desde 1995, lo tiene claro: no se puede concluir de ninguna manera que el español sea una lengua machista.
Pregunta.- ¿Le parecen ridículas algunas de las recomendaciones y sugerencias de las guías no sexistas?
Respuesta.- No, no, prefiero no utilizar ese tono, no lo he utilizado en ningún momento. Yo he intentado explicar que una serie de pautas del español común usadas por todos los hispanohablantes son consideradas sexistas en estas guías, lo que llevaría a la conclusión gratuita de que también lo es el español que usamos la mayor parte de los hablantes.
P.- El uso del masculino con carácter abarcador de ambos sexos es uno de los puntos que más molesta a los ideólogos de estas guías. ¿Es partidario de que perviva? ¿Cuál sería la razón esencial que justificaría su subsistencia?
R.- Es un rasgo de nuestro sistema lingüístico, que comparte con otras muchas lenguas. Me parece que no se puede eliminar con medidas de política lingüística. Por otra parte, la mayor parte de las mujeres no se sienten excluidas de este uso, como explicaba en mi artículo. Lo que no acabo de entender es que se las censure por ello. Por otra parte, el español se habla en 22 países. Me dicen mis amigos argentinos que estas guías son bastante infrecuentes allí.
P.- ¿Cuál cree que es la incidencia real de estas guías en el habla? ¿Calan o no?
R.- Algunos amigos me han explicado que sus hijas se sienten excluidas cuando sus profesores usan en el colegio expresiones como todos los alumnos, o al menos dudan de que se las tenga en cuenta. Parece que esas guías sí tienen alguna incidencia en la educación.
P.- ¿Era tan preocupante su impacto como para que la RAE tuviera que salir al paso de sus propuestas y recomendaciones?
R.- Varios académicos conocían algunas de ellas, y habían expuesto sus contenidos en la RAE. Por otra parte, estoy seguro de que los responsables de estas guías las escriben para que sus propuestas se difundan. Resulta algo extraño que omitan sistemáticamente el hecho de que estas propuestas no concuerdan con las de las gramáticas normativas, con las de las guías de estilo de los medios de comunicación y con las de la propia RAE. En cualquier caso, entiendo que el debate que se está abriendo puede ser esclarecedor, siempre que se lleve a cabo en un tono respetuoso.
P.- Dice que uno de los principales problemas de estas guías es que tienen un carácter prejuicioso: consideran sexistas a los hablantes que se rigen por usos tradicionales. Usted disculpa al hablante pero ¿no es cierto que en la lengua española sí está el sustrato de una preferencia por lo masculino en detrimento de lo femenino?
R.- No más que en otras lenguas. Además, muchos de estos usos están fosilizados. Es importante tener en cuenta que la historia de las palabras no nos proporciona su uso actual. Si consulta usted el DRAE, verá que el adjetivo gil significa "simple, incauto" en algunos países americanos. ¿Deberían pedir el cambio de apellido todas las personas que se llaman Gil en el mundo hispanohablante? En el artículo mencionaba otros casos de fosilización. No es necesario pues disculpar al hablante. Si el sistema lingüístico no es sexista, no hay nada de lo que haya que disculparlo.
P.- ¿Cuál es a su juicio la capacidad del lenguaje para contribuir a la igualdad real entre hombres y mujeres?
R.- Creo que hay que mejorar muchos aspectos de la enseñanza de la lengua en la Secundaria y en el Bachillerato, insistiendo, por supuesto, en el trato igualitario. Mis colegas me han explicado en varias ocasiones que sus alumnos tienen muchas dificultades para redactar con soltura, para distinguir matices léxicos, para articular los textos y hasta para comprenderlos. No tiene por qué haber diferencias entre los sexos en este punto, aunque se dice que las mujeres son más rápidas que los hombres en adquirir el dominio del idioma. En cualquier caso, hay mucho por hacer en ese terreno.
P.- En relación con otras lenguas, ¿cómo juzgaría el español en términos de equilibrio en su trato con ambos sexos?
R.- La situación es parecida en otras lenguas, especialmente en las que poseen sistemas de concordancia con flexión rica. Pero insisto en que el error está en pensar que hay discriminación donde no la hay. Todos estamos contra el sexismo lingüístico. En lo que no coincidimos es en la manera de diagnosticarlo (de eso hablaba en mi artículo), y, desde luego, en la idea de que debemos sentirnos culpables por hablar como hablamos.