Eduard Fernández, interpretando a Quitt. Foto: CDN
Protagoniza 'Quitt', la obra de Peter Handke que se estrena hoy en el Teatro Valle-Inclán
Pregunta.- Dice que Quitt es un personaje muy complejo y con muchas aristas...
Respuesta.- Lo es, pero por eso me estimula tanto interpretarlo. Cada día llego al teatro pensando por dónde lo voy a coger esta vez. Pero esto es algo consustancial al teatro, a diferencia del cine. Son muchos días los que haces la obra completa y, lógicamente, no siempre te sale igual y puede darse algún tipo de evolución. Quitt es como un juego de espejos, va basculando a lo largo de la obra. Primero se maneja en registros más teatrales, con un toma y daca constante con otros personajes, y luego va hacia un terreno más discursivo, en que se dirige directamente al público, y no se sabe ya si es el actor o el personaje el que habla.
P.- Además, aunque pueda parecerlo, no estamos ante una caricatura de un empresario sin escrúpulos, porque también se aborda su lado emocional.
R.- La primera frase que dice es "hoy es un día triste". A él le están pasando cosas jodidas mientras intenta arrasar en los negocios. Es que lo uno no quita lo otro. En realidad esta obra cuenta la historia de uno que quiere que le quieran y no hay manera. Quitt confiesa sus carencias, sus equivocaciones y cómo él no puede parar su ambición; cómo ve algo y le entran ganas de comprarlo y venderlo más caros. El suyo es un caso extremo hasta el punto que intenta incluso sacar rendimiento económico a sus sentimientos. Todo lo reconduce hacia la productividad. Quitt viene de abajo y ha llegado a lo más alto. Quiere seguir subiendo pero ya no hay nada más arriba, sólo caída libre.
P.- ¿Cree que se podrían sentir reflejados con sus personajes muchos de los magos de las finanzas que han tenido y tienen la sartén de la economía por el mango?
R.- A me encantaría que la vieran, aunque a lo mejor les parecería un cuento de hadas. Vaya usted a saber. Yo sé que en Barcelona fue a verla un empresario gordo. Me lo comentó una amiga, que también me reveló que sintió muy identificado con Quitt y se emocionó y le hizo reflexionar mucho.
P.- Lluís Pasqual advierte que el texto de Handke es un magma concentrado de palabras e ideas. ¿No se ha sentido perdido en ningún momento a la hora de levantar el personaje?
R.- Es verdad que es muy denso. Vas transitando terrenos de diversas anchuras, y en algunos momentos sabes que estás caminando por el filo. Es un viaje curioso el que propone esta obra. El que se puede perder es el espectador por la densidad del texto, a veces puede pensar que no es capaz de asimilarlo.
P.- Ya has trabajado anteriormente con Lluís Pasqual. Parece que lo haces muy a gusto. ¿Qué destacarías de él como director?
R.- Sabe muy bien diferenciar y encontrar el tono de cada obra. En cada montaje que colaboramos él crea una relación diversa, que se adapta a la obra que estamos haciendo en cada momento. Me conoce muy bien y sabe cuáles son las teclas que debe tocar para sacar lo mejor de mí. Sabe respetar mi creatividad y eso es clave para mí: no sé ser obediente a secas, aplicar mecánicamente lo que me ordena el director. No sé hacerlo así. Y además tiene una enorme cultura teatral y eso le ayuda mucho a tomar decisiones acertadas.
P.- Aparte de en Los Pelayo, de Eduard Cortés, ¿dónde le vamos a ver próximamente?
R.- Pues también se va estrenar en breve Miel de naranjas, de Imanol Uribe. Y ahora me voy a Brasil a rodar la vida de Pere Casaldáliga, que va a ser lo más grande que he hecho en mi vida, en cualquiera de los soportes en que trabajo. Fue un obispo de la teología de la liberación, un hombre realmente fascinante.