Rodrigo Leao. Foto:

Esta tarde arranca en el Teatro Cervantes de Málaga la gira de presentación de su último disco en solitario, 'A Montanha Mágica'.

No imaginaba Rodrigo Leão (Lisboa, 1964) que su último trabajo, A Montanha Mágica, pudiera romper de la manera que lo ha hecho el termómetro musical de Portugal, donde hace semanas que se mantiene en el top 10. "La industria no está para muchos trotes, pero la música es más fuerte que cualquier crisis financiera". Lo dice en un castellano fluido, fruto de sus innumerables conciertos y giras por nuestra geografía. "Hace 10 ó 15 años, todas las buenas noticias venían de aquí, del público español". En aquella época era el líder del Sétima Legião, y más tarde de Madredeus, cuya larga trayectoria de éxitos no le impidió comenzar una carrera musical en solitario a partir de 1994. "El cuerpo me pedía dar salida a otros sonidos, a otras voces, más personales e íntimas". De esa necesidad vital surgieron Mysterium, Theatrum, Alma Mater y más recientemente Cinema, en el que participaron, entre otros, Beth Gibbons y Ryuichi Sakamoto. "De cada artista aprendo una forma de componer pero también de disfrutar de la música. A mis 48 años sigo teniendo la sensación de que me queda un mundo por aprender". Después del concierto de esta tarde en el Teatro Cervantes de Málaga, volverá en mayo al Teatro Circo de Murcia (el día 21) y al Haagen Dazs de Madrid (22).



Pregunta.- ¿Cuál es el origen, el big bang, de A Montanha Mágica?

Respuesta.- El punto de partida es la imaginación, un lugar que me viene a la mente y que me sirve de refugio para componer, olvidar y entender el mundo. Me pasé todo el año pasado componiendo en mi casa de El Alentejo, que curiosamente está situada en una planicie, y grabando después con diferentes músicos en el estudio.



P.- Pocas carreras en solitario tan colaborativas como la suya...

R.- Es cierto. No pierdo la curiosidad ni la ganas de aprender de los músicos que me rodean. Para este disco me he acompañado de un cuarteto de cuerdas, compuesto por Viviena Toupikova, Bruno Silva, Carlos Tony Gomes y Rui Vinagre, y he contado con la gran Celina da Piedade para las partes del acordeón. Es curioso porque siendo un disco tan rico en influencias y recursos, tanto del pop, el tango o la música clásica, su mayor aspiración es la simplicidad.



P.- De hecho, la idea original era hacer un disco puramente instrumental...

R.- Así es. Pero a medida que el proyecto iba tomando forma algunas melodías pedían voces y fue necesario incorporar partes cantadas. Así se explican las aportaciones del cantante australiano Scout Mathew, del nuevo talento brasileño Thiago Petit y del portugués Miguel Filipe. Fue un acierto no cerrarme a esa idea original y poder contar con ellos para este proyecto. Han hecho un trabajo fabuloso.



P.- ¿Cómo ha sido su primer contacto en el estudio de grabación con el bajo, la guitarra eléctrica y la batería?

R.- Digamos que le han imprimido una nueva dimensión a mi música. Estoy muy contento y creo que la gente que me sigue se sorprenderá mucho del resultado.



P.- Muchas de las canciones evocan recuerdas de su propia infancia. ¿Hasta qué punto puede considerarse un trabajo autobiográfico?

R.- No creo que lo sea. Porque todas las referencias a mi infancia y a mi adolescencia, que no son pocas, aparecen veladas. En ese sentido ha sido un disco muy intuitivo y nada premeditado. Las canciones tienen la inocencia y la dulzura de mis primeros contactos con la música. Siempre he sido autodidacta. Aprendí a componer en la calle con los amigos, siempre de manera colaborativa, hablando y compartiendo. Ojalá los músicos pudiéramos arreglar el mundo como arreglamos las canciones...



P.- ¿Algún guiño a Thomas Mann entre tema y tema?

R.- Ninguno. La montaña mágica de Mann es peliaguda. Mi disco es liviano y hasta refrescante. Otra vez será... (Risas).



Ver otros Buenos Días