Almudena de Arteaga.

Acaba de publicar su última novela, 'Capricho', ganadora del último Premio Azorín

Cuando Goya terminó de pintar La maja desnuda, entregó el cuadro a su soguilla para que se lo llevara a su legítimo propietario. O propietaria, porque es posible que esa condición la ostentase la Duquesa de Alba, que sería, también es posible (incluso probable), la mujer que luce anatomía en la pintura. Pero el cuadro no llegó a sus manos. Desapareció. Y ahí entramos en el territorio de la especulación y la leyenda. Y ahí es donde también entra Almudena de Arteaga (Madrid, 1967) en su última novela certeramente titulada Capricho (Planeta). La escritora madrileña sigue la pista del lienzo, tan codiciado por Godoy que es capaz de desplegar sus peores artes (que son muchas) para hacerse con él. El valido de Carlos IV poseía (según Arteaga) una colección de retratos de mujeres desnudas y sentía que no podía faltar el de una de sus amantes más libertinas. La autora de la Princesa de Éboli, la obra que lanzó su carrera literaria tras un éxito rotundo hace quince años, se mete en la piel de la Duquesa de Osuna, amiga y descubridora del pintor de Fuendetodos, para narrar la peripecia del cuadro y, de paso, volver a delinear la figura de otras tres mujeres notables de nuestra historia: la propia Duquesa de Osuna, la Duquesa de Alba y la Condesa de Chinchón.



Pregunta.- Son tres mujeres especiales las que retrata, cada una por una razón, pero se ha quedado con la Duquesa de Osuna para la voz narradora. ¿Por qué?

Respuesta.- Es cierto que son muy dispares entre sí. La Duquesa de Osuna es la ilustrada de las tres, aunque era una mujer fea, feísima, que llegó a acuchillar un retrato que le hizo Esteve porque no se gustaba. Cayetana es la libertina y frívola, que decide mezclarse con la calle y vivir su vida sin someterse a la moral imperante. Pero ella murió en 1802, antes de la invasión napoleónica. Y la condesa de Chinchón, casada a la fuerza con Godoy, representa la dulzura y la inocencia, pero era una mujer superada por los acontecimientos. Fueron las mujeres más retratadas por Goya, las que pintó con más gusto. Me quedo con la Duquesa de Osuna porque es la mujer de cultura y la que me dio la idea de la historia.



P.- ¿Cómo surgió ésta en su cabeza, cuándo se le encendió la bombilla?

R.- Fue paseando por el jardín de El Capricho en la Alameda de Osuna. Era un lugar que, parece mentira viviendo Madrid, no conocía y me di cuenta de lo impresionante que tuvo que ser en aquella época. Es un jardín en el que convive tanto el modelo anglosajón de jardín y el francés. Me informé de quién lo ordenó construir y llegué a la Duquesa de Osuna. Leí una biografía suya de la condesa de Yebes y me fascinó. Además me venía perfecta para lo que yo quería hacer: escribir sobre la Pepa a través de un personaje secundario. También compruebo que Goya y ella eran muy amigos. De hecho, ella fue la primera que descubrió y apostó por su talento, por eso tenía tantos cuadros suyos.



P.- Precisamente, uno de ellos, La maja desnuda, es sobre el que gira toda la trama...

R.- Es un cuadro envuelto en muchos misterios, que dan mucho juego. No está claro quién es la modelo. Muchos apuntan que es la duquesa de Alba, con la que Goya pudo tener algo más que una mera relación de artista y modelo. Ya en 1845, el francés Louis Viardot, en su obra Les musées d'Espagne, apunta la posibilidad de que sea ella. Pero Charles Yriarte, el primer biógrafo de Goya, la rechaza. Afirma que la mujer que aparece es mucho más joven que Cayetana, que en el momento del retrato tenía más de 40 años.



P.- ¿Es verdad que Godoy lo buscaba ávidamente?

R.- El cuadro desapareció. Ese es otro misterio. Goya se lo entregó a su soguilla, supuestamente para que éste se lo diera a la duquesa, pero nunca llegó a sus manos. Godoy tenía un especial interés por los retratos de desnudos femeninos, y más por el de una mujer que había sido su amante. Qué pasó con ese cuadro es el misterio desarrollado en la trama, así que no conviene decir mucho más.



P.- Tuvo que ser un momento muy especial, muy literario, cuando ella yacía desnuda y Goya la retrataba. ¿Fue Goya el que lo propuso o fue algo que salió de la duquesa?

R.- En la novela Cayetana cuenta ella misma la experiencia. La Duquesa de Osuna le pregunta si ha habido algo más y ella ni no lo confirma ni lo desmiente. Estoy segura de que fue una iniciativa de ella, otro capricho suyo. No veo a un pintor pidiendo a una mujer de su condición social que se desnude.



P.- Esos escalones sociales luego quedaron atenuados con la invasión napoleónica. Es otro de los aspectos en los que hace hincapié la novela.

R.- Sí, las clases aristocráticas salieron de su letargo de fiestas e indolencia. Muchos nobles jugaron un papel muy activo en la rebelión contra los franceses. De pronto vieron que muchas de sus posesiones eran rapiñadas por las tropas napoleónicas y sus palacios pasaban a ser cuarteles. Estos nobles acabaron financiando a los grupúsculos de guerrilleros que se organizaron para combatir a los ocupantes. Y hubo casos en que su implicación fue mucho más allá. El Conde de Montijo, por ejemplo, fue el que guió por los corredores de palacio a los amotinados contra Godoy.



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