Antonio Ramírez, por Gusi Bejer
Pregunta: ¿No es una temeridad abrir una librería de 1200 metros cuadrados en Madrid?
Respuesta: El momento es delicado. Quizá, en una situación así, lo más arriesgado es no arriesgar. Si nos domina el abatimiento, nos hundiremos. La idea es transformarse para poder conservar lo esencial. Pero no se trata de cambiar por cambiar sino más bien de canalizar una inquietud y una insatisfacción permanentes; será porque nacimos ya en hora muy próxima al ocaso.
P: Es su primera aventura madrileña en solitario...
R: Sí, en Madrid, hemos estado siempre vinculados a instituciones y pensamos que una librería “civil”, por decirlo así, puede ofrecernos muchas posibilidades. Y mientras, en nuestra mente bullían estas ideas de transformación, entramos en contacto con Feltrinelli. A pesar de la diferencia de escala, hemos encontrado muchos puntos en común, especialmente esa voluntad de cambio antes mencionada. Este será la primera librería fruto de nuestra colaboración.
P: ¿El libro ya no es suficiente? (Lo digo por el restaurante que tendrán en la planta baja)
R: Es que el libro ya no es lo que fue. Hace tres décadas una librería prestaba un servicio básico de manera prioritaria. En tiempos de Google, esta idea puede provocar risas, pero entonces los lectores necesitaban los libros y para procurárselos debían acudir a las librerías (más risas...). Ahora ni la información está en los libros (o no sólo), ni son imprescindibles. Si la librería ya no es necesaria, debe ser placentera y como punto de encuentro tiene otras declinaciones: las presentaciones, charlas, gabinetes de lectura, talleres...
P: ¿Se atreve a hacer un retrato robot de sus lectores/clientes?
R: Es imposible. Cada lector es un entramado de rutas de lecturas único e irrepetible.
P: ¿De verdad La Central rechaza vender bestsellers por falta de calidad?
R: No exactamente. Nosotros no hablamos de calidad, pero es verdad que la oferta de una librería se distingue sobre todo por los libros que no tiene. Ocurre que por una urgencia de rentabilidad económica la mayoría prefiere concentrar sus ventas sobre un puñado de títulos que se presume tendrán éxito, hasta que al final casi todos los escaparates resultan idénticos. Por el contrario, a nosotros nos interesa que un lector esté seguro de que si encuentra tal o cual título destacado en La Central es porque nos ha gustado.
P: ¿El libro digital es una amenaza o la salvación?
R: Cuando se disipan muchas promesas queda una gran incógnita por despejar: ¿para los agentes de tamaño medio y pequeño será posible encontrar la forma de ganarse la vida editando y difundiendo productos culturales en el medio digital, como hasta ahora se ha conseguido en el medio analógico? Si alguien resuelve la ecuación, muchos le seguiremos encantados. Pero no parece sencillo: por un lado, Internet como nicho de mercado parece del todo copado por media docena de mega conglomerados a escala global. Algo inédito hasta ahora. De la promesa de un acceso democrático y abierto a los contenidos culturales, sólo queda su absoluta desvalorización, el “todo gratuito”, ese principio asumido por muchos consumidores según el cual está plenamente justificado pagar por los dispositivos y la tecnología de acceso pero nunca por los contenidos. Es difícil que en un panorama así, el oficio de estabilizar, enriquecer y añadir valor a las creaciones culturales pueda obtener su recompensa; al fin y al cabo, el sector editorial no es más que un “mercado de derivados” del principio del copyright.
P: En vísperas de Sant Jordi, ¿qué libro le gustaría regalar?
R: Leo Aire de Dylan, me gustaría regalarlo, estoy pensando a quiénes. Creo que la de Enrique Vila-Matas es una de las voces más singulares e interesantes del panorama literario europeo actual; le sigo desde hace años y no deja de sorprenderme.
P: ¿Y cuál no, bajo ninguna circunstancia?
R: El Diccionario de la Real Academia de Historia.
P: ¿A qué autor (actual o no) le gustaría tener firmando el 23 en alguna de sus librerías?
R: Uno que nunca vendrá: J. M. Coetzee. Otro que quizá algún día sí: Yuri Herrera, un descubrimiento, una promesa.