El escritor José Manuel Benítez Ariza durante una firma de libros en Sevilla.
El escritor presenta estos días Ronda de Madrid, con la que cierra su trilogía de novelas sobre la Transición
Novelista, poeta, bloguero, crítico y traductor, José Manuel Benítez Ariza (Cádiz, 1963) acaba de rematar con
Ronda de Madrid (Paréntesis) la trilogía que ha dedicado a narrar las peripecias de un joven de los años 80 con el que guarda un parecido más que sospechoso. Si en
Vacaciones de invierno (2009) describía la adolescencia del protagonista y en
Vida nueva (2010), su juventud,
Ronda de Madrid remata esta suerte de educación sentimental desencantada con las aventuras madrileñas del personaje en plena transición.
Pregunta.- ¿Cuánto hay de invención y cuanto de autobiografía en esta trilogía?
Respuesta.- Digamos que un cincuenta por ciento de cada cosa.
La inspiración es autobiográfica, pero a los personajes se les ha dejado absoluta libertad para interactuar y evolucionar sin estar sujetos a ningún patrón externo, como el que pudiera suponer mi propia biografía.
P.- El lector más joven y despistado, ¿entenderá mejor lo que fue de verdad la Transición si la lee?
R.- Entenderá, creo, que no hay que tomarse al pie de la letra la épica generacional de sus mayores, ni la épica de la Transición. Que
también hubo indecisión y desconcierto en aquella generación que, retrospectivamente, a veces quiere hacer creer que recorrió con paso firme y seguro el camino que va de haberse criado bajo una dictadura a haber madurado en democracia. Y no fue así, desde luego.
P.- Creo que pidió una excedencia de seis meses en su trabajo para poder recorrer de nuevo las calles de ese Madrid que tan bien conoció en los 80... ¿Cómo fue ese regreso, en qué había cambiado, mejorado y empeorado la ciudad?
R.- Para quien sabe buscar, los paisajes de la propia juventud siempre están ahí; en ese sentido, la preparación de esta novela
in situ ha sido toda una experiencia de regresión, de la que aún no me he recuperado.
P.- ¿Y sus gentes? Porque si de algo puede presumir es de amigos (como los que le acompañaron el otro día en la presentación del libro en
Tres rosas amarillas...
R.- Fuimos una generación desubicada, a caballo entre la que tomó las riendas a la muerte del dictador y la que se crió en plena democracia. Esa desubicación no ha desaparecido, aunque sí se ha dulcificado. Mi novela es un homenaje a quienes han aprendido a vivir bajo ese condicionante. Y que personas que han servido de inspiración a personajes de mi novela sepan verlo así, y no se ofendan por ello, e incluso vengan a acompañarme, me llena de satisfacción.
P.- El novelista, poeta, crítico, bloguero, profesor, ¿con qué disfruta más, y a qué le da mayor importancia, y por qué?
R.- Soy escritor, simplemente.
Cada modalidad de escritura tiene sus atractivos. La novela, por ejemplo, acaba traduciéndose en una especie de alegría de contar; que, ahora que he terminado mi trilogía, echo de menos. De la poesía y del diario en Internet mejor hablamos en otro momento, porque sería arduo intentar deslindar en una línea la clase de experiencia intelectual y estética que deparan una y otro. En cuanto a ser profesor, me sirve para tener los pies en la tierra; lo que, a la vista de la clase de irrealidad en la que viven tantos colegas escritores, creo que es muy de agradecer.
P.- ¿Y ahora qué? ¿Prepara ya otro libro de poesía, tiene otro proyecto narrativo en mente quizás? Porque imagino que acabar una trilogía narrativa de esta envergadura debe de resultar agotador...
R.- Sí que lo es; pero, por lo mismo, esa intensidad también resulta adictiva. Por eso,
para desintoxicarme, ahora me inclino por la brevedad: poesía y relato, principalmente; sin olvidar mi "diario abierto" o el articulismo.
P.- ¿Cómo se imagina la versión cinematográfica de la trilogía? ¿Quién le gustaría que la dirigiese e interpretase...?
R.- Creo que mi afición al cine ha terminado por prestar un cierto estilo cinematográfico a mi manera de narrar; y que, por ello, la traslación cinematográfica de mi trilogía, que sería muy hacedera, forzosamente tendría que tener influencias mixtas.
Por ceñirme al cine de la época en que está ambientada Ronda de Madrid, hay planos que corresponderían a Fernando Colomo o al primer Almodóvar, y escenas a las que les convendría la ligereza y el humor de Martínez-Lázaro, por ejemplo, o la minuciosidad de Trueba. Supongo que entre los realizadores más jóvenes habrá alguno que sepa aunar estas influencias. En cuanto a los actores, me resulta imposible responder, porque lo cierto es que a mis personajes les pongo caras de actores y actrices de la época en que ocurren las tres novelas -respectivamente, 1973, 1978 y 1986-; y esos actores y actrices son ya demasiado mayores para hacer ahora esos papeles. En todo caso,
tendrían que tener aspecto de chicos muy normales, y no de modelos de revista, claro. Lo que no quiere decir que mis personajes sean necesariamente feos...
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