El compositor Ricardo Llorca.
Esta tarde estrena 'Borderline' (para batucada y orquesta) en el Auditorio 400 de Madrid.
Pregunta.- ¿Podemos hablar de música política, de música útil?
Respuesta.- Borderline está inspirada en las manifestaciones del año pasado en El Cairo, Madrid y Wall Street, pero no es un manifiesto político de apoyo ni de repulsa a las mismas puesto que no he pretendido escribir una obra-panfleto, sino solamente traducir al lenguaje de la música contemporánea lo que está sucediendo en las calles de casi todo el mundo. Es un intento de acercar elementos de la música urbana a las salas de concierto. De ahí que, en mi obra, la orquesta tradicional se apoye en una batucada idéntica a las que tocan los miles de jóvenes en señal de protesta. Aunque éste no es el caso, sí que existe la música política.
P.- ¿En qué títulos está pensando?
R.- Hay muchos ejemplos de obras que o bien se han escrito con motivos de propaganda política o bien se han utilizado como tales. Por todos es sabido que Hitler usó la música clásica como una poderosa herramienta de sugestión. También el coro Guerra, guerra, sterminio, vendetta de la Norma de Bellini sirvió para expresar los sentimientos de independencia de los italianos en el siglo XIX. Por no hablar de todos los cantautores que en el siglo XX han utilizado la música para defender el régimen de Fidel Castro y Allende o para protestar contra el franquismo.
P.- Hace tiempo que reside en Nueva York. ¿Cómo vivió desde allí las manifestaciones del Movimiento 15-M?
R.- Lo que pasó en Madrid influyó mucho en Nueva York y en otras ciudades del mundo. Los indignados neoyorquinos están a punto de cumplir un año de movilización callejera y cada día tienen mas aceptación popular. La diferencia con los acampados de la Puerta del Sol es que los de Wall Street son mucho más meticulosos y respetuosos con la ley, por la cuenta que les trae, ya que, de otra manera, serían desalojados por la policía en dos segundos. Por ejemplo, los indignados neoyorquinos acamparon en la calle Nassau, cerca de la sede de la Bolsa de Nueva York, al sur de Manhattan, pero siempre manteniéndose a más de tres metros de distancia de la entrada de comercios y edificios de viviendas y ocupando menos de la mitad de la acera, tal y como les exigía la policía.
P.- ¿Cómo se traduce en la partitura el sentimiento de indignación de los jóvenes?
R.- Con los elementos de una batucada tradicional, que, en mi obra, es exacta a las que tocan los jóvenes por la calle. He usado sus mismos ritmos y los mismos instrumentos, salvo un cajón peruano, que ha sido idea mía y que no tiene nada que ver con las batucadas urbanas.
P.- Al igual que su ópera, Las horas vacías, internet juega un papel fundamental en el argumento de Borderline. Sin embargo, usted defiende la necesidad de volver a las estructuras del pasado y recurrir a técnicas tradicionales. ¿Son compatibles ambas posturas?
R.- Por supuesto que son compatibles. Por ejemplo, en mi ópera, aunque la temática sea algo tan contemporáneo como internet, he escrito una música influida por la polifonía española del Renacimiento. Creo que el contraste es muy interesante, aunque sea algo que choque en un principio.
P.- Además de componer, imparte clases en la Juilliard. ¿Qué diría que caracteriza a las nuevas generaciones de músicos?
R.- Los compositores son hoy mucho más eclécticos y no tienen tantos prejuicios como antaño. En los años ochenta, por lo menos en los conservatorios, tenías que definirte obligatoriamente y sólo podías abrazar un estilo, como si éste si fuera un dogma inamovible al que había que permanecer fiel por el resto de tu vida. Hoy en día, afortunadamente, las cosas han cambiado.