"No poseo ninguna verdad sobre Albert Camus". Su hija Catherine (Boulogne-Billancourt, 1945) no quiere parecer una evangelista de la figura paterna. Quita hierro a sus opiniones sobre él: "No soy ninguna experta en su obra". Con una voz dulce, casi de niña, esta mujer de 66 años entrecorta la conversación con Elcultural.es con una risa también infantil, que le brota al final de algunas de sus respuestas. Habla por teléfono desde Lourmarin, al sur de Francia, donde vive entre olivos, cipreses, vides y lavanda.
Es pura amabilidad, cifrada en un español aprendido a salto de mata (sobre todo hablando con la asistenta andaluza de su madre: "Pasaba mucho tiempo con ella en la cocina"). Y cuando se atasca en nuestra lengua tira del italiano, hurtado a su marido. Como comodín siempre le queda el inglés, aunque ella se resiste a utilizarlo: "Espera un segundo que busco en el diccionario", y se pone a hojearlo a la caza de la palabra que no termina de venirle a la cabeza. "He estudiado mucho más tiempo inglés pero el español me entra mucho mejor, será porque me gusta mucho más".
Ahora tendrá la oportunidad de refrescarlo (la asistenta de su madre se casó hace tiempo y volvió a España). Los días 12 y 13 estará en Barcelona. Presentará en el Instituto Francés de la capital catalana el libro de fotografía Albert Camus. Solitario y solidario publicado por Plataforma Editorial, que es un álbum biográfico del escritor donde se combinan pasajes de sus obras con cientos de fotografías. En España no ha estado muchas veces: "Mi padre no quería venir mientras estuviera Franco. Vinimos sólo una vez a las Islas Baleares [la madre de Camus era de Menorca]. Y luego, después de la muerte de mi padre, sólo he estado dos o tres veces, en casa de una prima mía en Alicante".
La muerte de su padre fue consecuencia de un accidente en 1960. El coche que conducía el editor Michel Gallimard sufrió un reventón en uno de sus neumáticos y acabó estampado contra un árbol. Camus murió de forma instantánea. Catherine sólo tenía 14 años y, en realidad, no tenía ni idea de la relevancia pública de su padre: "Yo con él jugaba con al escondite y al balón". A partir de entonces empezó a tomar conciencia de que era hija de uno de los intelectuales más influyentes del siglo XX, un hombre que desafió a los grandes sistemas ideológicos cerrados, por considerarlos cauces demasiado estrechos para el espíritu humano, lo que le granjeó animadversiones de muchos bandos, aunque fue la izquierda la que lo tomó por un proscrito (dejó el Partido Comunista tras denunciar a Stalin y el Gulag y fue acogido por grupos libertarios).
"Yo no fui al funeral. No sabía qué decir en un momento así, pero la verdad es que nadie me preguntó qué sentía". Catherine recuerda que todo el mundo hablaba del gran escritor, fallecido trágicamente con 47 años, en la cúspide de su carrera (acababa de ganar el Nobel), pero nadie parecía tener un minuto para la niña desconsolada. Esa niña, a la muerte de su madre, Francis Faure, en 1980 asumió los derechos de la obra de Camus. Y en 1994, sin prisas, publicó El primer hombre, el manuscrito que el autor de El extranjero dejó inconcluso al morir. "No sentía la urgencia de publicarlo. Además, quería conocer a fondo muchos aspectos del mundo de la edición para no caer en ninguna trampa, porque yo no tenía ninguna experiencia en este campo. Así que me tomé mi tiempo en estudiar la obra de mi padre para darla a conocer de la mejor manera posible a todos sus lectores". Al final decidió lanzar el manuscrito tal cual lo había dejado Camus, sin maquillarlo con una labor de edición ajena a las pretensiones del autor. Porque a su padre no le hubiera gustado. "Odiaba la mentira, no la podía soportar".
Ella nunca le mintió, porque sabía que es lo que más le enfadaría ("en realidad, nunca he mentido, es algo que no puedo hacer; va contra la educación que él me dio"). Catherine recuerda que Camus era un padre "severo", sí, pero también "muy tierno y luminoso". De hecho, algunos de los detalles más valiosos del libro son las imágenes del escritor jugando con sus hijos como si él fuera un niño más. "Él no tenía mucho tiempo pero cuando estaba con nosotros se entregaba. La imagen de hombre serio y ensimismado que se suele tener de él queda diluida con las fotos familiares que ahora se pueden ver en este libro". Y es cierto, una ojeada a sus fotografías hace tambalear ese cliché: la figura de Camus cobra una dimensión humana todavía más rica.
La familia y sus niños eran el refugio en el que replegarse tras sus batallas intelectuales. Una de las más conocidas fue la que libró con su amigo Jean Paul Sartre. Durante años estuvieron muy unidos. Ambos asentaron un certero diagnóstico de lo que se le avecinaba al hombre contemporáneo: vivir en mitad del absurdo en una sociedad desprovista de valores. Lo que pasa es que su filosofía existencial tenía recetas diversas para redimir a ese hombre asediado. Sartre veía en el marxismo y el Partido Comunista el camino. Camus jamás renunció, en cambio, a la dignidad íntima de cada individuo. La ruptura la desencadenó una crítica furibunda contra el libro El hombre rebelde que apareció en Les Temps Modernes, revista fundada y dirigida por Sartre.
Aun así, tras el accidente mortal de Camus, el autor de La naúsea siempre se interesó por la situación de la familia de su antiguo amigo. "Preguntaba a Robert Gallimard cómo estábamos. Creo que si lo hubiéramos necesitado, él nos habría ayudado. Era un hombre generoso, al contrario que Simone de Beauvoir, que no lo era nada". ¿Ella fue clave en la separación de ambos? Catherine Camus se pone seria, por primera vez a lo largo de toda la charla: "Yo a esa mujer no la conozco".
Conviene pues cambiar de tercio:
- Dice en el prólogo que su padre le abrió en su momento los caminos que le han permitido vivir y sobrevivir...
- Es cierto, él me abrió un camino de luz y me puso sobre él como a una piedra pequeñita. Igual que en la canción de Paco Ibañez [poema de León Felipe]... La de la piedra y el camino. ¿La conoces? Es preciosa.
- Sí...
Y de repente Catherine se pone a cantarla, con su español afrancesado, de niña de 66 años. "Como tú, piedra pequeña; como tú, piedra ligera; como tú, canto que rueda por las calzadas y por la veredas".
Qué lujo escucharla al otro lado del teléfono, emocionado.