Miguel Artola. Foto: Roberto Cárdenas
“Cuando, hace 2,5 millones de años, aparecieron sobre la Tierra los primeros individuos del género Homo [...], se encontraron en un mundo que tenía una larga historia”. A pesar de este comienzo, Los pilares de la ciencia no explica la historia de la ciencia de forma lineal, como tantos otros libros, si no que está dividido, como su título indica, en grandes bloques temáticos. Son 800 páginas que han escrito al alimón el académico de la Historia Miguel Artola (San Sebastián, 1923) y el catedrático de Historia de la Ciencia y académico de la Lengua José Manuel Sánchez Ron. Hablamos con el primero de ellos para descubrir las claves de un libro fundamental para conocer más sobre el largo camino que ha recorrido la ciencia desde que el hombre empezó a hacerse preguntas sobre cuanto le rodea, una historia construida con tres herramientas fundamentales: la observación, la especulación y la verificación. Pregunta.- ¿Cualquier curioso puede disfrutar de un libro tan denso?¿Qué conocimientos previos son necesarios? Respuesta.- Aunque no lo entienda todo, cualquiera puede leer el libro y conocer cuáles son los grandes temas que han preocupado a la ciencia desde sus comienzos. No es un libro divulgativo ni de anécdotas, es cierto que es un libro exigente, pero explica cosas fundamentales de una forma comprensible para un no profesional. P.- Las tres grandes herramientas de la ciencia, como se explica en la introducción, son la observación, la especulación y la verificación. R.- La observación fue el primer elemento de la ciencia, que permite identificar las propiedades de las cosas para su clasificación, así como medir sus magnitudes. Además de eso, el hombre tiene la capacidad de especular. Es el caso de las matemáticas o la geometría, cuyos conocimientos no se adquieren por observación sino por la capacidad intelectual del ser humano. Luego se vio que esos conocimientos había que verificarlos, por medio de la experiencia o la demostración. La cosmología de Aristóteles, por ejemplo, no se podía verificar. Eso causó un rechazo a todos aquellos conocimientos que no fueran verificables. Y la experimentación no llegó hasta el siglo XVII. De modo que todo conocimiento basado en el consenso y no en la verificación forma parte de la Filosofía, pero no de la Física. P.- Disculpe lo reduccionista de la pregunta, pero ¿qué científico cree que es el que más ha contribuido individualmente a desarrollo de la ciencia? R.- No es tanto un problema de un genio ni de competición. Hay muchos que señalaron el camino, aunque luego otros hayan logrado más avances. Uno no puede medir qué es más importante, si descubrir la mecánica o la química. P.- En comparación con otros siglos, el XX aparece poco en el libro. ¿Es porque los descubrimientos científicos de ese siglo no tienen que ver con los "pilares" de la ciencia? R.- No es tan poco como parece, lo que ocurre es que bastan cuatro capítulos para hablar de la historia más reciente de la ciencia, como el de la radiología molecular, la relatividad o la reconstrucción de la historia del universo. Eso es a lo que se dedican los científicos actuales; todos los problemas anteriores, como los de la física newtoniana o el cálculo del movimiento, simplemente están resueltos y sus soluciones siguen vigentes. P.- Si las matemáticas son una herramienta "decisiva para la conceptualización de la naturaleza", ¿por qué las despreciaba Francis Bacon? R.- Bacon es filósofo y como tal las matemáticas no le interesan. No se plantea el problema de la verificación de los conocimientos. Aunque tiene una teoría del experimento, en ningún caso incluye las magnitudes en la descripción del experimento. Entonces en esas situaciones no puede obtener resultados científicos de sus proposiciones. Está haciendo filosofía en vez de física. En cambio, Galileo, al tratar los problemas del movimiento, llegó a la conclusión de que si no manejamos magnitudes no podemos tener conocimiento cierto. Por ejemplo, estando en la catedral de Pisa veía oscilar una lámpara. Utilizó los pulsos de la sangre para medir el tiempo que tardaba la lámpara en ir de una punta a otra y eso le llevó más tarde a sentar las propiedades del péndulo.
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