El compositor Lucas Vidal. Foto: Archivo

El viernes se estrena 'El enigma del cuervo' ('The Raven'), a la que ha puesto música.

Lucas Vidal (Madrid, 1984) no es sólo juventud, aunque su debut como compositor de bandas sonoras a los 21 años fue un hecho sin precedentes en Hollywood. "Al principio los productores me miraban entre desconfiados y desafiantes", cuenta el músico madrileño, que es ya una cara conocida en los estudios de AIR y Abbey Road de Londres. "Ahora dispongo de un equipo de treinta personas para sacar adelante mis proyectos, por lo que -bromea- tengo motivos para pensar que ya confían en mí". Asegura que trabajar en España es distinto, que no peor. "Colaborar con Jaume Balagueró en Mientras duermes ha sido una de las experiencias más emocionantes de mi carrera". Con una decena de títulos a sus espaldas y otra ya en camino, Lucas Vidal vuelve a ser noticia con motivo del estreno en España, este viernes, de El enigma del cuervo (The Raven), un violento y sangriento thriller en el que John Cusack interpreta a un Edgar Allan Poe que se enfrenta a sus fantasmas literarios. Más adelante, su nombre aparecerá en el bio-pic de Steve Jobs. Un contrato de confidencialidad le impide hablar del último proyecto, aunque reconoce en un discreto off the record que le ha cambiado la vida. Salvo en una cosa: "Me encantan los Mac, pero seguiré componiendo a lápiz y papel. Soy un clásico". De vuelta de su casa de Santa Mónica, nos atiende en un impasse del Festival de Música de Cine de Córdoba, recién llegado de La Coruña, donde acaba de grabar con la Sinfónica de Galicia la música de Invasor de Daniel Calparsoro.



Pregunta.- Pocos casos en Hollywood tan precoces como el suyo. ¿Siempre tuvo claro lo que quería hacer?

Respuesta.- En realidad no. Quiero decir que por supuesto que tenía facilidad para la música, aunque el primer día de solfeo no me enteraba de nada. Puedo decir que empecé a componer inconscientemente, haciendo improvisaciones al piano de obras de Bach y Chopin. También recuerdo que me gustaba bajar el volumen del televisor e imaginar la música de las imágenes.



P.- Todo cambió cuando ingresó en la prestigiosa Berklee de Boston.

R.- Fue revelador. Llegué a Boston con una beca y sin demasiadas nociones en materia de bandas sonoras. Digamos que me gustaba la música aplicada, empezando por los ballets o la ópera y siguiendo por el cine. Pero eso era todo.



P.- Allí hizo historia al convertirse en el estudiante más joven en utilizar una orquesta de 140 músicos para un proyecto de fin de carrera.

R.- Nunca olvidaré aquel concierto en el emblemático Symphony Hall de Boston... Había conocido al que ahora es mi socio, Steve Dzialowski, en una clase de inglés y juntos fundamos la empresa MuMo Productions. Gracias a eso conseguí convertir mi proyecto de fin de carrera en un monumental concierto que, además, sirvió para poner música a un corto de la escuela de animación de Universal Studios.







P.- El enigma del cuervo está ambientada en la época de Poe pero su estética es decididamente contemporánea. ¿Por qué tipo de música se ha decantado?

R.- Me alegro de que me haga esa pregunta, porque de alguna manera la banda sonora viene a resolver ese conflicto entre el tiempo del personaje y el tiempo de la historia. De ahí que el tema principal de la película sea una guitarra eléctrica distorsionada que sirve de contrapunto y de contraste a la fecha en que suceden los asesinatos. El director James McTeigue me insistió mucho para que le diera un toque actual y moderno. Por eso hay tanta música electrónica.



P.- ¿Es pronto para hablar de un estilo propio?

R.- Desde luego que lo es. No quisiera dar una impresión equivocada a la gente. No soy un genio ni un niño prodigio, sino un chaval normal, cercano y abierto, que ha tenido la suerte de rodearse de la gente adecuada. El estilo no es algo que uno encuentra de pronto, sino el resultado de muchos años de búsqueda.



P.- El mismo año en que debutó en Hollywood le detectaron un tumor. ¿Qué aprendió de aquello?

R.- Aprendí que se puede vivir de los sueños. Y no me refiero precisamente a los sueños cumplidos, sino a los formulados, a los que nos rondan la cabeza y nos quitan el sueño. Durante las sesiones de quimioterapia, mi padre me decía que me abstrajera, que me olvidara del presente y me proyectara en el futuro, en mis proyectos, en un día como hoy. Y aquí estoy.



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