Borja Cobeaga, Inocencio Arias, Rafael Doctor

Los abrigos rocosos han servido desde los tiempos más remotos de la Prehistoria como refugio y también hogar del hombre primitivo. Los que en principio fueron simples refugios naturales, cuevas protectoras, tanto de las adversidades climatológicas como del enemigo, se fueron readaptando progresivamente hasta convertirse en espacios habitación, hogares, taller, y santuario; espacios dedicados al culto o la espiritualidad, tanto individual como colectivo.



La iglesia rupestre de Olleros de Pisuerga, situada al norte de la provincia de Palencia, es sin duda una joya muy singular del eremitismo rupestre de la Península Ibérica. Sus orígenes se sitúan alrededor del siglo XI con posibles ampliaciones en el XII, XIII, y XVI y posteriores, hasta devenir en el actual templo. Sus primeros inquilinos, quizás mozárabes que buscaban aislamiento para llevar acabo sus propias formas de vida y liturgias. Esta situada a unos siete kilómetros de la población de Aguilar de Campo, muy cerca de la autovía que enlaza Cantabria con la meseta.



Recuerdo muy bien la primera vez que fuimos allí, frío y nieve, hace ya más de 30 años y el encuentro fortuito; recuerdo también sus ojos negros y sus pies descalzos. Llegamos por la tarde, casi al anochecer, volvíamos en coche desde Madrid y decidimos hacer un alto, conocíamos ya algunas iglesias rupestres escavadas en la roca no muy lejos de allí, en la zona de Valderredible donde vivimos por una temporada, pero aquel lugar era sin duda muy especial y se sentía profundamente. Lo que pasó allí y cómo transcurrió no tiene vocación comparativa. Difícil describir aquel momento: el templo cerrado, la roca, el silencio, los dos tan solos, fundidos, el cuerpo abandonado en su cuerpo y Dios tan cerca.



Básicamente la planta de la hoy iglesia y parroquia de los santos Justo y Pastor se distribuye en dos naves, sostenidas al medio por una hilera de cuatro columna exentas, dos de las cuales fueron originalmente talladas de la propia roca y las otras dos, sustituidas mas tarde, presentan un estilo claramente romanesco. En sus cabeceras se ubican sus correspondientes capillas absidales. Al final de la primera nave se encuentra un humilde pero bello retablo, estilo plateresco tardío, dedicado a los hoy patronos Justo y Pastor. Y a la derecha del ábside, nos encontramos con un pequeño hueco, hoy sacristía, que en opinión de algunos fue el espacio primigenio, origen del templo actual; para otros, sin embargo, esta considerado como un habitáculo excavado posteriormente al origen de la actual iglesia.



La segunda nave es en mi opinión la mas hermosa y posiblemente la mas antigua; conserva aún intacta su primitiva ara rupestre. Todo en ella es de una belleza tan elemental como sublime. Justo a la izquierda de este primigenio altar monolítico, se abre lo que parece haber sido una capilla sepulcral, o quizás, según las épocas, un horno, taller, o espacio destinado al almacén o mantenimiento de víveres. En su interior, justo donde el suelo besa el fondo de la roca se encuentra un hueco antropomorfo escavado a ras de suelo, que parece sin duda un sepulcro bajo arcosolio, y que bien pudiera haber servido de reposo a un personaje importante en los tiempos en los que un grupo bastante numeroso de individuos habitaba en el templo. Este espacio sellado y oculto durante siglos fue abierto solo recientemente, en 1931.



Aún existe en la ermita un espacio sin abrir, justo enfrente de la actual puerta de entrada, detrás de un altar sin retablo que aún muestra restos de pintura sobre un fondo de cal. Sobre él se aprecian Inciertas imágenes que bien pudieran identificarse con el sol, a la izquierda, la luna, a la derecha, y en el centro, lo que parecen formas orgánicas, vegetales, separándose o uniéndose, simbolizando quizás las puertas del paraíso: el cielo abriéndose hacia adentro.



He vuelto a Olleros después de un largo tiempo y de nuevo he escuchado el murmullo del riachuelo y las hojas del abedul, he sentido el silencio emanando de la piedra y ya muy cerca: el oro frágil, como luz, besando la roca, horadada por el hombre, sus sueños y sus tiempos. Una calma especial continúa alrededor de la extensa y desordenada necrópolis que rodea la peña; solo los horribles bancos de picnic que te encuentras entre el campanario exento y la necrópolis intentan devolvernos a la conciencia de que el mal gusto y el negocio suelen cabalgar juntos.



Justo cuando el sol se pone en Olleros, entran por la vieja puerta de la ermita los últimos rayos dorados. En amplia franja de luz se desplazan lentamente hacia adentro, recorriendo, una a una, las losas-sepulcro del suelo. Y pronto, en silencio, se estrechan hasta convertirse en línea, de un rojo encendido que asciende verticalmente por el altar de piedra arenisca, yuxtaponiéndose sobre el cristo de gran tamaño (talla del XVI o XVII) que flota sobre ella. Un insólito espectáculo recomendable especialmente para los amantes del arte.



Pero en algo coinciden los vecinos de Olleros de Pisuerga: El origen del pueblo está en la roca.



Juan Uslé (Santander, 1954) es pintor. Ha expuesto en el IVAM, el Museo Ludwig de Viena y el Nuevo Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York. Participa en la muestra 'Abstracción y movimiento' en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, que podrá verse hasta el 11 de noviembre.



Ya nos lo han contado...

  • Borja Cobeaga: Annecy (Francia)
  • Inocencio Arias: Lago Titicaca (Bolivia)
  • Rafael Doctor: San Miguel de Cabo de Gata (Almería)
  • Alberto Olmos: Piles (Valencia)
  • Lorenzo Caprile: Los Ángeles (Estados Unidos)
  • María Blasco: Dorset (Reino Unido)