Tal y como diversos expertos en el análisis formal, histórico y socio-económico del pop vienen proponiendo en los últimos años (como, por ejemplo, Simon Reynolds en su esencial "Retromanía", libro e hipótesis de los que espero tener ocasión de hablar próximamente), desde finales del pasado milenio el nuevo sonido sería un no-estilo que bebe de la multiplicidad de estilos anteriores y que, en los mejores casos, avanza mediante la re-combinatoria de tales géneros flotantes, de ecos suspendidos de otras épocas, de pastiche a veces.



Los músicos que dentro del ámbito de la "hauntología" o lo "hipnagógico" (ya nos referimos a ellos aquí ) han convertido la visita a la mansión fantasmal del pasado reciente del pop en fuente de inspiración- Al margen de ellos ha habido otros brillantes ejemplos de mezcladores de reflejos. En cierta manera, Beck ha sido uno de los profetas o apóstoles contemporáneos de la búsqueda de nuevos caminos en tal clase de feroz y desprejuiciado crossover.



Precisamente coincidiendo con el cambio de siglo y con la descarga de Internet su música se había convertido en cierta manera en un quiero y no puedo, atascada en trucos de producción. Como tratamos de decir en la columna aérea que dedicamos al tema hace unas semanas, su indudable espíritu creativo habría resucitado con ese proyecto colectivo de re-grabación de viejos clásicos a su magnético Club de grabación (o de los discos). Un proyecto que, entre otras diversas resonancias, esencialmente privilegiaba y ponía énfasis en las cualidades y la magia del registro de la música pop en el estudio y de la producción musical sobre la marcha.



De ahí que la sorpresa sea aún mayor al conocerse que la nueva idea del güero Hansen es

la publicación de sus nuevas canciones exclusivamente en ¡¡un libro de partituras!! Como explica en su web, el Beck Hansen's Songreader consta de veinte canciones inéditas que existen únicamente como partitura y serán impresas en diciembre de este año por la editorial McSweeney's en un lujoso volumen de 108 páginas, de papeles pautados acompañados de ilustraciones de artistas como Marcel Dzama (de nuevo), LeanneShapton, JoshCochran, Jessica Hische, y así. Al parecer se trata de un proyecto largamente gestado que contiene piezas con títulos como "Do We? We Do" o "Don't Act Like Your Heart Isn't Hard".



¡Mira tú! En plena eclosión de debates y primeras publicaciones con estudios y reflexiones serios sobre la importancia del formato mp3 como regulador del gusto, la circulación y del negocio de la música en la era Web 2.0 y, por tanto, como conformador del nuevo paradigma musical, Beck vuelve a salir por la tangente y se coloca delante del pelotón, sacando del trastero cierta parte polvorienta de la prehistoria de la música pop que se creía perdida para darle un sentido completamente nuevo.



¿Qué qué sentido tiene este anacronismo en una época como la actual? Me parece que muchos. El uso de tal tecnología en esta época de vídeos virales, software de grabación casero y probablemente perdida la costumbre de alfabetización musical mínima, puede convertirse en uno de esos casos en que recuperar el pasado remoto en un contexto completamente diferente provoca reacciones musicales completamente nuevas. Así se me antoja.



Para empezar, Beck se desclasifica y desetiqueta. Esta loca idea la promueve justo ese músico que parecía que iba a pasar a la pequeña Historia del pop por su capacidad como productor y experimentador de estudio en un amplio sentido, más que como compositor.



Poniendo el acento en la canción y su escritura en lugar de la producción, su música se vuelve susceptible de ser aprendida en las escuelas, de ser tocada y cantada por familias completas en sus ratos de bonanza o por grupos de músicos amateurs o estudiantes, de convertirse en himnos de ese folk que no es una etiqueta. ¿Qué otros compositores pop en activo aspiran a ello? No demasiados. Beck puede estar cambiando su lugar en esa letra pequeña de la Historia.



Además la novedad se da por contraste con el medio circundante. Ante la proliferación de artefactos sonoros y audiovisuales, aquí se propone música sin sonido, música a imaginar, música como código a descifrar a interpretar. Precioso. Y a la (sorprendente, como decimos) reivindicación de la canción meridiana por encima del sonido que tenga (de su instrumentación, de su producción, de su mastering, de su fisicidad y formato) se suma la de lo único de cada percepción y de cada performance.



Desde el punto de vista mercadotécnico todos estarán de acuerdo en que la estrategia es impoluta: De momento (de cara a las navidades, nada menos) Beck vende la parte esencial y primera de cualquier trabajo musical, las canciones, adelanta su promoción haciéndolas visibles y suscita una gigantesca oleada de interpretaciones posibles.



Después, pasados unos cuantos meses, la gente querrá ver y escuchar como las toca el propio autor en directo, y quién sabe si pasados unos cuantos más hasta parecerá oportuno que éste ponga a la venta su propia versión grabada, su propia interpretación y producción sonora.



Por otro lado si pensamos en el tema (tan central hoy) del formato y la manera de hacerlo llegar al público, el papel pautado parece sin duda el menos copiable de todos. Mucho menos que cualquier fichero digital de marras. Sí, seguro que alguien le da por escanear el libro de partituras o incluso una copia a mano, pero apostaría a que muchos de los fans y músicos curiosos en la forma de componer de Beck, quién sabe si no también a esas escuelas y familias que pueden usar ese producto para tocar música, les gustará tener el original.



Por último, si bien no conozco muy bien las implicaciones y posibilidades en cuanto a los derechos de autor del entorno de la partitura, sí parece posible pensar en principio se trata de una liberalización diferente de los derechos de autor, ya que no permite la copia de la partitura pero sí interpretar y grabar su música de la manera que se quiera. Digamos que Beck liberaliza la ejecución sin pasar por licencias Creative Commons, manteniendo cierta cantidad justa de propiedad intelectual y derechos.



Sea como sea, lo que seguro que aquí se libera y se democratiza es la posibilidad de interpretación y ejecución no mediada por la imitación al compositor-cantante-intérprete-productor. "¿Y si tocamos, o mejor, y si grabamos lo nuevo de Beck?" Es previsible, que versiones de todo pelaje proliferen en la red, tal y cómo lo hacen ahora las canciones de estrellas del pop a los que Beck no alcanza de lejos en popularidad. Quizá esté llevando más lejos ese espíritu de los tiempos gracias al cual alguien como Goyte puede llegar a organizar todo tipo de grabaciones de particulares de su hit Somebody That I Use To Know en un gigantesco y maravilloso video-collage grabado por la gran orquesta colectiva de YouTube.







Nuevas canciones de Beck que no han sonado nunca, editadas de manera mucho más económica que un disco con su grabación y copiado industrial, supondrán un reto y una oportunidad para fans y otros músicos de ver cómo pueden hacerlas sonar y de cómo pueden producirlas. En vez de "grabarse" el nuevo disco de Beck, la gente grabará propiamente el nuevo disco de Beck. Por aquí van los tiros. Apasionante, ¿no?



Esas son unas primeras conclusiones sobre este asunto (quién sabe si no nos entretendrá en otras ocasiones). La idea desempolvadora de Beck, de nuevo da en el clavo dentro del actual paradigma cultural y musical y ofrece un horizonte novedoso a partir de una vieja técnica. Porque este gesto es casi como decir: "A ver, si sois muchos ahí afuera que podéis cantar, grabar, producir; hagamos algo juntos."



Es más, la bola de nieve ya ha empezado a rodar. Como ha anunciado Will Burns en sus dos controvertidos y entusiastas posts sucesivos a propósito de este tema beckiano en www.forbes.com (muy recomendables: los originales pueden leerse aquí y aquí una traducción del primero de ellos de la web bitsenimagen).



El primero en impulsarla y en tocarla, el segundo tras Hansen, ha sido un tal Max Miller que hace unos quince días grabó la primera versión pública, la primera interpretación de la primera página de Do we? We do, una de estas nuevas canciones, a partir de la vista previa de la partitura que sirve para ilustrar a la noticia en la web de Beck.