Mercedes Agulló

La Universidad de Massachusetts presenta hoy en Cádiz la Biblioteca Virtual Mercedes Agulló

Mercedes Agulló (Madrid, 1925) se ha pasado casi toda su vida desempolvando documentos en archivos varios. Una labor callada y discreta que no suele dar mucho qué hablar hasta que aparece una pista capaz de modificar el curso de la historia de la literatura española. Es lo que ocurrió cuando encontró un lote de archivos de Diego Hurtado de Mendoza, "un personaje fascinante", advierte Agulló, "embajador de España en Venecia y en Roma y dueño de buena parte de los libros con que Felipe II creó la biblioteca del monasterio de El Escorial". En A vueltas con el autor del Lazarillo dejó señalada su teoría, basada en las anotaciones de aquellos papeles y en una serie de coincidencias cronológicas y espaciales. Su conclusión sigue despertando el debate, con sus seguidores y detractores. La obra llegó al departamento de literatura española de la Universidad de Massachusetts. Y tanto interesó allí que los americanos han decidido digitalizarla junto con toda la producción científica de Agulló, que a partir de ahora tendrá su biblioteca virtual propia.



Pregunta.- ¿Cómo surgió este proyecto: que una universidad norteamericana decida digitalizar toda su obra?

Respuesta.- Fue a raíz de la publicación de mi controvertido libro A vueltas con el autor del Lazarillo, en 2010. Esta investigación llegó a Boston y la doctora Reyes Coll-Tellechea, que estaba estudiando allí sobre el Lazarillo castigado [el adaptado a los canones morales de la inquisición] se puso en contacto conmigo. Empezó una relación de colaboración entre dos investigadoras que luego se convirtió en amistad. Pasado un tiempo, me propuso lo de la digitalización. Decía que sería muy útil para consultar mis trabajos porque estos, si no, acabarían dispersos en cientos de publicaciones. Yo encantada y muy agradecida.



P.- También le han reclamado fotos, carnés, calificaciones de su carrera académica… ¿Seguro que quien está detrás de esta iniciativa es la Universidad de Massachusetts y no el FBI o la CIA?

R.- [Risas] Bueno, en realidad a todos tienen bien fichados. No sé si será porque ya estoy muy mayor, pero siento que todos estamos controlados por una élite rara. Miro a esas cámaras que hay por todas partes y siento desconfianza. Imagino que al archivo le quieren dar un toque más personal, por eso me han pedido todo ese material. En lugar de presentar una biografía con un texto al uso, habrán hecho algo más vistoso. Lo cierto es que no lo sé muy bien: lo veré el miércoles cuando lo presenten.



P.- ¿Qué pueden encontrar los investigadores que se acerquen a esa biblioteca digital Mercedes Agulló?

R.- Pues yo nací en 1925 y estoy escribiendo desde los 50. Soy doctora en Historia, pero realmente soy una investigadora y una paleógrafa. Es algo que me reprochaba Alfonso Pérez Sánchez, antiguo director del Prado. Siempre me decía que me centrara en algo. Cuando terminé mis estudios en la Facultad de Filosofía y Letras, empecé de becaria en el CSIC. Hice investigaciones de temas bibliográficos y de relación de sucesos. Luego me encaminé hacia el arte. Tengo cinco libros publicados sobre pintores del siglo XV en adelante y otros dos libros de escultores. Luego está mi tesis doctoral, en la que llevo trabajando más de treinta años, La imprenta y el comercio de libros en Madrid. Siglos XVI-XVII. Todo este trabajo se ha alimentado de mis pesquisas en el Archivo Histórico Nacional, Archivo Histórico de Protocolos y los archivos parroquiales. Investigando ahí he solucionado muchas biografías para los demás.



P.- A una paleógrafa como usted ¿qué le parece el libro digital?

R.- Pues no me gusta, aunque la verdad es que no lo conozco. Pero a mí me gusta sentir la calidad del papel, mirar sus márgenes, ver cómo se ha tirado... Todos esos detalles.



P.- ¿Y a su edad sigue husmeando en archivos?

R.- Pues desde que me operaron la cadera, soy una mujer con la movilidad limitada. Eso dicen los burócratas de la sanidad, por no decir lisiada [lo cuenta con naturalidad, sin lagrimeo dramático]. Por eso no ahora no puedo. Pero en mi casa tengo material acumulado para trabajar por lo menos 20 años, de los que no creo que vaya a disponer. Además, pido las fotocopias que necesito a los diferentes archivos. Todavía sigo ampliando mi tesis, con nuevas adiciones y correcciones.



P.- ¿Y para qué otras investigaciones lamenta haberse quedado sin tiempo?

R.- Pues hay dos. Una sobre un molino del Paular en el que se fabricaba papel desde época medieval, perteneciente a la orden Cartuja y que estuvo en funcionamiento hasta el siglo XIX. La otra es el arte de la Orden de Santiago en el Campo de Montiel, presente en castillos, iglesias... Me he leídos todos los volúmenes de esta orden que hay en el Archivo Nacional, pero no me va a dar tiempo.



P.- ¿Su sueño es que en las próximas ediciones de El Lazarillo aparezcan con el nombre de Diego Hurtado de Mendoza?

R.- Yo lo que he hecho es enunciar una hipótesis. No lo puedo asegurar categóricamente. Sigo pensando que la única persona que pudo escribir un libro así fue él, algo que baso en lo que he hallado en los papeles de Diego Hurtado de Mendoza, y una serie de circunstancias relativas al contexto y la cronología de los acontecimientos relacionados con la publicación de esta obra.



P.- ¿Y a quién ha molestado su hipótesis?

R.- Sobre todo la rechazan los filólogos, cuyos argumentos se centran sobre todos en el estilo de la escritura, y dejan aparte los factores históricos que yo sí tengo en cuenta. Ya hay varios estudiosos que siguen mi teoría en universidades extranjeras, de Rumanía, Estados Unidos... Veremos.

Ver otros Buenos Días