Andrés Barba y Rodrigo Cortés.

Escritor y cineasta animan a jóvenes autores a perseverar en sus vocaciones artísticas a pesar de la crisis | "Ahora es más fácil que cuando empezamos", coinciden




Las vocaciones artísticas suelen desembocar en una existencia incierta, a salto de mata. Todo hijo de vecino hace equilibrismos con los números de su economía doméstica. Un joven que quiere dedicarse a rodar películas o a escribir novelas o poemas, ni les cuento. Hacerse un hueco y vivir de tu obra es un empeño quimérico, al que, sin embargo, muchos no están dispuestos a renunciar. Ni siquiera cuando la crisis arrecia (no deja de arreciar, habría que decir). Aun así no todo es negro en el horizonte al alzar la vista. Hay motivos también para el optimismo. El cineasta Rodrigo Cortés (Orense, 1973) y el escritor Andrés Barba (Madrid, 1975) mantendrán una charla en el Espacio Fundación Telefónica (dentro del ciclo Friends of Talent) para apuntar muchas de ellos, porque ambos tienen una cosa clara: "Ahora es más fácil que cuando nosotros empezamos". Antes de que se vean las caras (por primera vez, no se conocen personalmente), explican cada uno por su cuenta por qué lo creen así.



Rodrigo Cortés, aunque insiste que él no es ejemplo de nada, sí representa esa minúscula esperanza de que un chaval español que hace películas caseras acabe manejando tras su cámara a vacas sagradas del Star System de Hollywood. En su caso, nada menos que a Robert de Niro y Sigourney Weaver, en Luces rojas, estrenada hace unos meses. Un salto que propició el espectacular éxito internacional de Enterrado. De entrada, dice, disuadiría a cualquiera que pretendiera seguir sus pasos: "Si un chico joven me dijera que quiere ser director, le diría que mejor pensara en otro trabajo. Si me lo volviera decir, también le contestaría que sería más acertado que arrojase la toalla. Si viniera una tercera vez con él mismo cuento, entonces sería buena señal. Quizá podríamos estar ante un director de cine".



El cineasta, que habla con elcultural.es en una pausa del rodaje de Grand Piano (él la produce, Eugenio Mira la dirige y la protagonizan Elijah Wood y John Cusack), afirma que el del cine es "un camino insensato y contrario a la lógica". Una senda que por lo general aboca a la más absoluta indiferencia. Pero existen casos como el suyo que permiten soñar. Además, en su opinión, "rodar con un estilo personal sigue siendo algo muy difícil, pero también es una actividad que se ha democratizado enormemente: ahora casi todo el mundo tiene un móvil con cámara o la opción de utilizar una cámara de alta definición. Hace treinta años tenías que disponer de una cámara del tamaño de un horno que podía costarte cinco años de tu salario". Eso, por otra parte, tiene sus consecuencias indeseadas: "La mediocridad también ha crecido exponecialmente". Para él, en la época actual no valen las excusas: "Lo único que puedo decir a los jóvenes es: hazlo". "Rodad, malditos", sería su lema.



En literatura no es tan complicado que tu vocación cristalice en un resultado concreto. O sea, en un libro, ya sea novela, poesía, ensayo... No es necesario poner en danza tantos factores y agentes como en la elaboración de un filme. Uno se encierra y escribe, y ya está. El escollo principal es encontrar un editor que te dé la oportunidad de que ese esfuerzo encuentre un círculo de lectores que vaya más allá de tus amigos y familiares. Andrés Barba, sin embargo, no percibe que dicho escollo sea hoy para nada insalvable. "Hay muchísimas más editoriales que cuando empecé. Sobre todo sellos dirigidos por gente joven y mentalidad abierta, que está dispuesta a escuchar voces nuevas".



Otra cantar es que el público se interese por lo que has escrito. Para blindarse frente a posibles decepciones, Barba, que acaba de publicar Ha dejado de llover (Anagrama), aconseja tener los pies en el suelo: "Si lo que quieres es escribir libros literarios, es conveniente tener claro que nunca llegarás a vender cantidades desorbitadas. Más bien, lo contrario. En el ámbito anglosajón sí sucede. Ahí están los ejemplos de Naipaul o Coetzee. En español, es algo que sucedió con los autores del boom, pero que luego ya no hemos vuelto a ver". En consecuencia, no tampoco tiene mucho sentido vislumbrar una cuenta corriente con muchos ceros a la derecha por los derechos de autor. "Directamente de su obra, yo creo que viven muy pocos escritores. Yo, de hecho, me sostengo con actividades paraliterarias, artículos, traducciones, conferencias, que serían la mitad de mis ingresos, más o menos".



Hay otra razón para perseverar que esgrimen ambos: la justicia poética. "Yo confío en ella plenamente", señala Barba. "Lo que es bueno sale adelante. El único problema es que a veces sucede cuando el autor ya está muerto. Hay que tener paciencia", remacha riendo. Rodrigo Cortés suscribe esta perspectiva. "Es verdad que hay gente con mucho talento que se queda en la cuneta, porque no todo depende del talento. Pero al final tengo la convicción de que uno acaba donde sus esfuerzos y su mérito le ubican". Dicho queda.