Fernando Savater. Foto: David S. Bustamante
Ética para Amador fue un ensayo que marcó una época. Fernando Savater (San Sebastián, 1947) se lo sacó de la manga para dar una suerte de guía didáctica a los profesores que a principios de los 90 debieron impartir la asignatura de Ética, que se creó como alternativa a la de Religión, cuando ésta dejó de ser obligatoria. Aquellos docentes no tenían muchas referencias con las que armar sus clases. El texto del filósofo vasco, escrito como si se estuviera dirigiendo a su hijo de 15 años, resultó entonces de gran utilidad. Ahora cumple dos décadas y Savater lo ha celebrado acercándose a algunos institutos españoles para charlar con los adolescentes sobre cuestiones de actualidad que atañen a nuestra conciencia. De esas conversaciones ha nacido Ética de urgencia, su manera de celebrar el aniversario. Pero si en el primero esbozaba una serie de principios éticos sin entrar en la casuística de los temas candentes del momento (el divorcio, el uso de la energía nuclear), esta vez sí baja a la arena de las circunstancias concretas, para emitir su parecer al respecto de la corrupción política, de movimientos sociales como el 15-M, de la crisis económica, de las redes sociales en el entorno digital...
Pregunta.- ¿En qué sentido es complementario de Ética para Amador y Política para Amador?
Respuesta.- Este libro es una especie de conmemoración de los 20 años del primero. Hicimos un concurso entre los institutos que lo habían utilizado en sus planes lectivos. Ganó uno de Zaragoza. Parte del premio era que yo fuera a visitarlo y hablar con sus alumnos. De esas conversaciones, a las que se añadieron otros dos institutos de Madrid, ha surgido este libro. Tanto Ética para Amador como Política para Amador eran dos libros más teóricos. No entraba a valorar asuntos concretos que estaban en boga entonces, como el divorcio, el uso de la energía nuclear... Por eso ha mantenido su vigencia hasta hoy, porque no se detenía en aspectos circunstanciales, sólo reivindicaba la necesidad de reflexionar sobre ellos, de tener un punto de vista razonado sobre algunos problemas y dudas que cualquiera debe afrontar durante la vida. En Ética de urgencia, en cambio, sí bajo a debatir sobre temas específicos: la corrupción en la clase política, la crisis económica, las redes sociales...
P.- ¿Qué es lo que le parece más preocupante de estas últimas?
R.- Todo lo que amplía nuestro ámbito de poder y nos permite la posibilidad de realizar nuevas actividades debe implicar necesariamente la asunción de nuevas responsabilidades. Esta compensación es la que todavía está pendiente en internet. Un ejemplo es que a través de la red tenemos la oportunidad de disponer gratuitamente de creaciones artísticas protegidas por la propiedad intelectual. Pues esto es necesario que se regule y que se controle. Para que la que la propiedad intelectual esté tan protegida como el resto de propiedades.
P.- ¿De qué es síntoma que mucha gente, en particular los jóvenes, se pasen el día comunicándose a través de cauces virtuales y luego no conozcan ni a su vecino?
R.- Todos los abusos y las obsesiones son negativos. Hay gente que le da por pasarse el día metido en internet y a otra por hacerlo en discotecas. Todo lo que sea hacer la vida monotemática es muy malo y peligroso. Sustituir las relaciones carnales por las que te ofrece una máquina supone perderse una de las mejores y más sustanciosas cosas de la vida.
P.- ¿El nacionalismo es incompatible con la ética?
R.- El nacionalismo es una cuestión política sobre todo. Es una potenciación colectiva del egoísmo individual, que vive sólo para sí mismo y para su familia. Es como ese pesado que sólo te habla de sus hijos y se pasa el día ponderando las croquetas de su tía. Alguien que se siente superior y merece un trato privilegiado. La ley del embudo, vamos.
P.- ¿Mira con temor las elecciones vascas que están a la vuelta de la esquina?
R.- No con temor pero sí con preocupación. Todos los que hemos estado muchos años bajo un régimen de coacciones y sabemos que el discurso del nacionalismo radical no es más que una manipulación de la historia, lamentaríamos que, porque los defensores de ese régimen ahora no pueden ejercer la violencia, fuesen premiados por la ciudadanía. No deberían hacerlo, sería muy mal síntoma que respaldase a lo peor de nuestra sociedad.
P.- ¿Le queda alguna esperanza en el 15-M?
R.- Al principio fue un movimiento interesante. Yo que me muevo habitualmente entre jóvenes de institutos estaba un poco harto de su pasotismo hacia la política. El 15-M demostró que realmente no era así. Se dieron cuenta que si ellos no se ocupaban de la política, la política se ocuparía de ellos. Y muchos descubrieron el placer de bajar al ágora a discutir sobre ideas y proyectos. Eso era mucho mejor que se quedaran en casa viendo retrasmisiones deportivas. Pero la indignación no basta; era sólo un primer paso. Esa energía debía haberse encauzado políticamente. Si no, no se puede llegar muy lejos.
P.- ¿En qué medida la crisis económica se debe a carencias ética en nuestra sociedad?
R.- Yo soy pesimista con la naturaleza humana: somos tan malos como nos dejan ser. La crisis ha surgido por la falta de vigilancia en determinados ámbitos financieros, y por privilegiar la especulación frente a la producción. Que se toleren los paraísos fiscales es muy mala señal. Un padre de familia honrado nunca va llevar su dinero allí. Sólo lo hacen los bribones. Esos Estados son como la Isla Tortuga donde los piratas escondían su tesoro. El hecho de permitirlos significa que estamos demasiado acostumbrados a convivir con el mal.