José Ovejero. Foto: Santi Cogolludo.
Acaba de publicar 'Nueva guía del Museo del Prado'
Pregunta.- ¿Qué aporta tu guía con respecto a las canónicas y utilitarias que proporciona el museo a sus visitantes?
Respuesta.- Bueno, mi guía son poemas, que deben funcionar independientemente de los cuadros, si no, no hubiera merecido la pena escribirlos. Lo que importa es que interesen a la gente por sí mismo. Dicho esto, es cierto que están inspirados en pinturas expuestas en el Museo del Prado. Lo que quiero hacer es mostrar aquello que no se ve. Lo de que una imagen vale más que mil palabras es un tópico que no siempre es cierto. Con estos poemas me fijo en aspectos que pueden escaparse del cuadro. Yo no pretendo mejorar cuadros de Goya, no tiene sentido competir con él. Lo único que busco es complementarlos.
P.- ¿Ha elegido los cuadros que más le gustan? ¿O son otros criterios los que marcan la selección?
R.- El libro empezó como un juego, para divertirme, en un momento en que no estaba escribiendo ninguna novela y no tenía clara ninguna idea para hacerlo. El primero que escribí fue el de El tránsito de la virgen de Mantegna, que me gusta mucho. Luego seguí con otros que también me gustan como Las edades y la muerte de Baldung Grien. No sabía entonces que aquel juego se convertiría en un libro. Pero cuando llevaba unos pocos me ilusionó la idea de volver al Prado y pasear por sus galerías. Al final, han acabado en el libro cuadros que nunca hubiese pensado, como Los hijos del pintor, de Fortuny; el Fusilamiento de Torrijos, de Gisbert. Y se quedaron fuera muchos cuadros que me gustaban, sobre todo de Velázquez, porque la selección vino marcada por detalles que me hablaban, que me emocionaban, que despertaban la necesidad de reflexionar...
P.- ¿Por qué decidió acercarse a esos cuadros con la poesía y no con la narrativa o el ensayo? Llevaba diez años sin publicar poesía...
R.- Es que no me siento poeta. Cuando me preguntaban, solía decir que no volvería a escribir poesía. Pero es que esta tiene la ventaja de ser concisa e intensa, algo que comparte con la pintura. Los poemas (por lo general) y la pintura enmarcan realidades o experiencias estéticas concretas. Son fogonazos de intensidad.
P.- En el Fusilamiento de Torrijos lo que le llama la atención es esa mano anónima tendida en el suelo de un hombre que acaba de ser ejecutado...
R.- No pretendo describir ni explicar los cuadros. El Fusilamiento… es un cuadro enorme, con muchos personajes pero era esa mano la que me hablaba, cuyo dueño era un personaje desconocido pero que nunca aparecería en los libros de Historia, aunque había sido protagonista de ella. Es una mano anónima que puede pertenecer a cualquiera de nosotros, a cualquiera que se asome al lienzo.
P.- Le dedica un poema a las dos representaciones del dramático momento en que Saturno devora a su hijo, la de Goya y la de Rubens. ¿Con cuál se queda?
R.- El de Rubens se centra en la víctima, que se vuelve y mira hacia nosotros. Goya, en cambio, enfoca la monstruosidad del verdugo, sobre todo su mirada desquiciada. El niño es un mero despojo. Me impresiona más el de Goya, la verdad, porque refleja como la ambición degenera en la monstruosidad.
P.- ¿Cómo y cuándo le gustaría que los lectores leyeran estos poemas: antes, durante o después de ver los cuadros?
R.- Pues lo ideal serían lectores que no conozcan los cuadros. Es difícil porque son muy conocidos, aunque también hay algunos menos famosos. Lo que me gustaría es que hicieran una primera lectura antes de ir al museo, y que luego fueran a éste, acompañados de otra persona, un hijo, un amante, un marido..., y que los volvieran a leer allí, para ver cómo dialogan los poemas con los cuadros, y ellos mismos con los poemas y los cuadros, si coinciden con mis impresiones o no...
P.- ¿Qué relación ha mantenido con el Prado a lo largo de su vida?
R.- El Prado es parte fundamental de mi educación estética. Fue el primer museo al que fui. Luego iba mucho durante la carrera [es licenciado en Historia], porque estaba muy interesado en la historia del arte. Aunque cuando me fui a vivir fuera pasé mucho tiempo sin ir. Después de varios años, empecé a visitarlo con amigos extranjeros, a los que enseñaba los cuadros que me gustaban. Por todo esto he elegido el Prado. No quería hablar de cuadros de diversas pinacotecas. Quería centrarme en un ambiento único.