El pasado mes de mayo, el Ayuntamiento de Madrid me invitó a participar como miembro del jurado en el Premio Villa de Madrid de Cinematografía para Largometrajes Luis Buñuel de 2011. Junto a otros cuatro profesionales de la industria del cine español (entre ellos un crítico de un medio nacional, un exdirector del ICAA, un director de cine ya retirado y una cineasta de prestigio) teníamos encomendada la misión de valorar, en principio, cinco películas presentadas, y si lo considerábamos, sumar al lote nuestras propuestas de cualquier película que cumpliera las condiciones contempladas en sus bases (esencialmente que "hagan referencia, parcial o totalmente, a la ciudad de Madrid, o que haya contribuido a su enriquecimiento y desarrollo sociocultural") y tenga certificado ministerial del año 2010. Las opciones, en verdad, eran varias, pues de hecho el año 2010 fue especialmente rico en propuestas madrileñas de ficción o documental. Algunas de ellas realmente poderosas.



La reunión del jurado estaba prevista para tener lugar durante el mes de septiembre. Las propuestas ya estaban propuestas, las películas ya estaban vistas, era cuestión de debatir y decidir a quién se concedía los 18.000 euros con que estaba dotado el premio, aunque fuera con evidente retraso (se fallaba la edición convocada para el año 2011). Pero esta semana, no con sorpresa, pues la noticia ya había saltado a los medios hace un mes, recibí la notificación de que los Premios Villa de Madrid -un total de 23 categorías- se habían suspendido de un plumazo, en una decisión tomada por el Área de las Artes del Ayuntamiento de Madrid. Se han suspendido todas las modalidades del premio excepto una, la más antigua, el Lope de Vega de Teatro.



Los premios Villa de Madrid se crearon en 1932, aunque en su origen solo se destinaban a la modalidad de teatro, el premio Lope de Vega, si bien a partir de los años setenta se fueron sumando categorías hasta alcanzar las 23 actuales, que fueron los premios que se repartieron en la edición de 2010. Teatro, poesía, narrativa, ensayo y humanidades, investigación municipal, periodismo, radio y televisión, música popular, composición musical para banda sinfónica y para orquesta, interpretación y coreografía de danza, interpretación dramática para actrices y actores de teatro, actividad circense, humor gráfico, pintura, escultura, arte gráfico, fotografía, cinematografía para corto y largometraje, y proyección internacional de la ciudad de Madrid... prácticamente todas las artes agrupadas en un premio que, a día de hoy, ya es historia.



Obviamente, se trata de un nuevo gesto político del Ayuntamiento de Madrid en la estela de la austeridad y las políticas de recorte que están aplicando (se han destinado cero euros de presupuesto a las bibliotecas municipales, como denunció ya Javier Marías al rechazar el Premio Nacional de Narrativa), y que han dejado ya al sector cultural (aunque algunos entiendan el cine como parte del sector de ocio y entretenimiento) prácticamente desnudo y desprotegido, a expensas de un mercado feroz que solo entiende de ofertas y demandas, para quien eso de la educación, formación y excepción cultural debe sonar a chino. La cultura, nos dicen una vez más, es un lujo, y no hay dinero para promocionarla y, mucho menos, para reconocer méritos.



No deja de ser irónico, por ejemplo, que el Premio Villa de Madrid a la Actividad Circense llevara por título "Premio Circo Price" y que hoy ese espacio sufra las consecuencias de la austeridad hasta el punto de que en los presupuestos del 2013 no va a recibir ni un solo euro de apoyo gubernamental. En ese espacio ha tenido lugar el pasado fin de semana el final de gira del grupo madrileño Vetusta Morla (cuatro sesiones con lleno total), acompañados de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia, que en un principio también se vio desposeída de las ayudas municipales que recibía en su comunidad, pero que gracias al apoyo generado por la banda Vetusta Morla parece que a día de hoy podrá sobrevivir. En el Circo Price tendrá lugar en las próximas semanas el concierto de Lou Reed y Laurie Anderson, y otra serie de bolos con proyección internacional, que sin duda ponen su granito de arena a la reactivación económica del sector cultural.



En el cataclismo general que vivimos, obviamente una noticia como la cancelación de estos premios de carácter local, que han crecido de forma desemesurada al ritmo en que lo ha hecho el resto del país en las últimas décadas, no ha tenido apenas trascendencia. Máxime cuando la cantidad de los galardones y los costes de producción sumaban 370.000 euros (lo que se obtiene de sumar cinco sueldos ministeriales o 3,7 sueldos de la alcaldesa de Madrid) y se consideraban ciertamente obsoletos. Solo es una muerte más en el reino cultural, que a muy pocos interesa, como ha sido la limpieza general que se ha realizado de festivales cinematográficos a lo largo y ancho del país, o la drástica eliminación selectiva de ayudas al cine, el sector que sin duda más ha sufrido los recortes, por no hablar de la subida del IVA. Las consecuencias se notarán a medio-largo plazo, cuando la riqueza y la calidad de la productividad artística, creativa y cultural del país (que muchos consideramos tan imprescindible o más que su supuesta riqueza "material": España es el país europeo com mayor número de aeropuertos por habitante, la mayoría inactivos) haya descendido a umbrales irreconocibles hasta hoy. Ya lo veremos.



Los responsables del Ayuntamiento aducen que se trata de una medida temporal (difícil de creer, aunque en los años 1989 y 1996 tampoco se convocaron y luego regresaron), que los premios necesitan pasar por un "replanteamiento del modelo", y hay quien sostiene que la suspensión de unos premios cuyas bases ya han sido convocadas es del todo punto ilegal, o al menos atenta contra las normativas comunitarias. Una vez más, en todo caso, las formas han empañado todavía más la decisión. Aunque según fuentes cercanas a la dirección del premio, la decisión ya estaba tomada en el mes de julio, la comunicación oficial a los jurados no se ha producido hasta hace unos días (sabíamos de leer las noticias que los premios se suspendían, pero no si la cancelación afectaba también a la edición de 2011, ya convocada). En mi caso no ha supuesto ningún trauma (las películas ya las tenía vistas y apenas he tenido que poner mucho de mi parte), pero los miembros del jurado de ensayo o narrativa, por ejemplo, han invertido mucho tiempo leyendo decenas de obras en estos últimos meses. Se les podría haber ahorrado el esfuerzo altruista y gratuito.



Antes de optar por la dramática suspensión de los premios, se propuso rebajar la dotación a la mitad, recortar en la gala de entrega y los costes de producción (142.000 euros) y pedir a los jurados que trabajaran gratis o por una cantidad simbólica (de hecho, yo ni siquiera sabía que se pagaba, y ya daba por sentado que la invitación no conlleva remuneración, pues nunca he cobrado por ser jurado en ningún premio o festival de cine, es algo que se da por supuesto, para evitar "interferencias" en la voluntad y el gusto), pero la propuesta no fue aceptada. Los responsables decidieron que era mejor cortar por lo sano. Así ha ocurrido, ante la pasividad y el desconocimiento general. Un premio histórico (que ha distinguido a figuras como Antonio Buero Vallejo, José García Nieto, Fernando Fernán Gómez, José Luis López Vázquez, José María Pou, Emma Penella, Cristina García Rodero, Fernando Aramburu, Manuel Gutiérrez Aragón, Nuria Espert, José Hierro, Antonio Mingote, Jenaro Talens, Blanca Portillo, Franciso Umbral, José María Flotats, Pedro Almodóvar, José Luis Garci, Tamara Rojo, Felipe Vega, Daniel Canogar, Plácido Domingo..., etc.) que ya forma parte del pasado. Y seguimos sin saber si al festival DocumentaMadrid, también gestionado por el ayuntamiento madrileño, le espera el mismo destino.