Michel Camilo. Foto: Archivo.

El pianista y compositor dominicano presentará 'Spain Forever' junto al guitarrista Tomatito mañana en el Auditorio Nacional de Madrid.

Michel Camilo (Santo Domingo, 1954) es capaz de visitar seis países en menos de un mes y en diferentes versiones de sí mismo: acaba de pasar por el País Vasco y Navarra con la Sinfónica de Euskadi interpretando a Gershwin, ha estado en Italia y Dinamarca en formato trío de jazz, y esta misma semana ha comenzado con Tomatito la gira de adelanto de su esperadísimo tercer disco juntos, Spain Forever, en Israel y Suiza. Este domingo estarán en el Auditorio Nacional de Madrid, en el marco del Festival de Jazz del Colegio Mayor San Juan Evangelista, la semana que viene en Barcelona y Gijón, y de allí pondrán rumbo a Japón para una gira de cinco días.



Pregunta.- Con tanto viaje, ¿cuándo sacan tiempo para ensayar Tomatito y usted?

Respuesta.- Entre viaje y viaje uso Madrid como base de operaciones. Antes de la gira con la Sinfónica de Euskadi pasé por Madrid y ensayé con él, y a la vuelta de Italia y Escandinavia con mi trío, sacamos otro ensayo con él. Él también está de gira con su sexteto flamenco, así que sacamos tres horas de aquí, cuatro de allá...



P.- En Spain Forever, al igual que ocurrió con Spain(2000), la gira precede al disco.

R.- Sí, íbamos a grabar el disco este año, pero Universal ha decidido aplazarlo hasta 2013 por la crisis. Así que ya que tenemos el repertorio, hemos decidido hacer la gira ahora. Así vamos puliendo, añadiendo y quitando cosas según la reacción del público. Es un método de trabajo muy jazzístico. En la primera parte del concierto todo el material es nuevo. Al final tocaremos los hits, por supuesto, si no el público se resiente [risas].



P.- ¿Cuál es el punto en el que confluyen el flamenco y el jazz?

R.- Antes que lo técnico, es lo sentimental. El cante jondo y el blues son muy parecidos, son una liberación de la pena, un escape de la realidad. Esa parte emocional es lo que acerca las dos músicas. Por supuesto, también hay mucha riqueza armónica, rítmica y melódica de donde tirar, y mi equipaje como músico latino me acerca aún más a Tomatito. Por el lado clásico, lo que hacemos tiene algo de música de cámara, al unirse dos instrumentos melódico-armónicos. Hay que tener mucho cuidado con las texturas, los colores, la dinámica y el silencio, y de eso Tomatito sabe mucho.



P.- ¿Qué han aprendido el uno del otro?

R.- Creo que somos como los buenos vinos [risas], con el tiempo nos sentimos más jóvenes y seguros. Este proyecto, que ya tiene 15 años, comenzó de casualidad y por aclamación popular. En 1997 fuimos invitados a tocar en el Palau de Barcelona por separado pero nos propusieron que hiciéramos algo juntos al final. Montamos tres números y al público le entusiasmó. Había prensa internacional, promotores... y se corrió la voz.



P.- ¿Hasta entonces cuál había sido la relación entre el jazz y flamenco?

R.- Todo empezó con "Flamenco Sketches" (1959), de Miles Davis; el doble disco Jazz Flamenco, de Pedro Iturralde (1968); y My Spanish Heart (1976) de Chick Corea, y sus colaboraciones con Paco de Lucía. Esos trabajos abrieron el camino, cientos de posibilidades. Nosotros quisimos hacer algo más al desnudo, no llevamos ni cajón ni palmas, eso lo hace más difícil.



P.- Muchos artistas flamencos no saben solfeo, sino que tocan de oído lo que han aprendido por tradición e intuición. No sé si es el caso de Tomatito y si eso influye en su trabajo conjunto.

R.- Hace tiempo él me dijo que quería aprender solfeo y le contesté: "¿Para qué te vas a complicar la vida? No sabes lo complicado que es lo que tocas, si lo vieras escrito tardarías seis meses en aprenderte una pieza". El talento que tienen los flamencos es natural y no les hace falta leer partituras.



P.- ¿Sigue habiendo muchos puristas que rechazan la fusión?

R.- Me temo que sí, pero qué le vamos a hacer. Estamos en el siglo XXI, muchos muros han caído. Tenemos que probar cosas nuevas.



P.- ¿Quiénes lo llevan peor, los puristas del jazz o los del flamenco?

R.- De los dos lados [risas].



P.- Cuesta entender esa reticencia por parte de los jazzeros, cuando precisamente la esencia del jazz está en el mestizaje.

R.- Efectivamente, si no fuera por las armonías y melodías europeas, el jazz sería sólo ritmo. La conjunción de esa música con la negra es lo que le dio al jazz la contundencia que tiene hoy. Una vez estaba sentado con Dizzy Gillespie y le pregunté qué practicaban él y Charlie Parker, y me dijo que Mozart. No me lo podía creer.



P.- Hace unos días ha interpretado una vez más a Gershwin, esta vez junto a la Sinfónica de Euskadi. ¿Por qué le interesa tanto este compositor?

R.- Gershwin tuvo la visión de llevar el blues y el espiritual al lenguaje sinfónico, a la sala de conciertos. Rompió el muro que había entre la clásica y el jazz, hasta el punto de que su Concierto en Fa fue un encargo de la Orquesta Sinfónica de Nueva York.



P.- ¿Qué representa España para usted en lo musical?

R.- En España he tenido la gran dicha de traer todos mis proyectos: en solitario, en dúo con Tomatito, con mi trío de jazz, también la big band, y mi aspecto clásico con colaboraciones con orquestas sinfónicas por el país entero. Me siento muy libre para volar con mi música aquí.



P.- En unos días Tomatito y usted hacen gira por Japón. ¿Por qué tienen tanta acogida el jazz y el flamenco allí?

R.- Es curioso que la revista de flamenco más importante es de Japón, creo que tiene una tirada de 200.000 ejemplares. Parece la National Geographic, con páginas satinadas y fotos increíbles. Hay tablaos, escuelas... El público japonés responde a la pasión intensa y se concentra mucho. Ahora el público es más rompedor. Cuando empecé hace 30 años era más conservador. Ahora es más joven, se entrega, sabe dónde aplaudir y lo celebra todo.



P.- ¿Le queda tiempo para hacer algo que no sea practicar o componer?

R.- Leo mucho, ahora ando con 55 libros en el iPad. Voy cruzando de unos a otros, leo muchos libros metafísicos y soy un fanático de la Biblia. Tengo 7 versiones y me gusta compararlas entre sí. Leo por lo menos una hora al día, a las 5 de la mañana, antes de comenzar la jornada. La vida es corta y hay que aprovecharla haciendo muchas cosas, lo aprendí de mi querido bajista Charlie Flores, que el pasado agosto sucumbió al cáncer. Una semana antes de morir me dijo: "Damos tantas cosas por descontado en esta vida...".



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