Desde hace varios años, prácticamente durante toda la era post-11S, la teleficción norteamericana ha ido adquiriendo conciencia de su papel en el escenario político de su país. Debido a la morosidad, la confidencialidad y el cálculo político con el que el Gobierno y los "medios oficiales" han ido facilitando información sobre las actividades militares y la política antiterrorista, el audiovisual se ha visto forzado a imaginar esos relatos que han quedado fuera de plano, a rellenar los huecos de la realidad, tratando así de dar respuesta (por muy fabulada que sea) a las numerosas hipótesis y especulaciones generadas, pero sobre todo fabricando la puesta en escena de aquello que, en nombre de la confidencialidad política, se ha hurtado al ciudadano.



Un momento clave y paradigmático de ese "contraplano" casi siempre ausente en el relato de los hechos es el que se produjo en mayo de 2011, con la captura y el asesinato de Osama Bin Laden. Todos recordamos la imagen de Barack Obama y el gabinete presidencial contemplando, supuestamente en una pantalla televisiva, la ejecución extrajudicial de Bin Laden, llamada "Operación Gerónimo". El gesto estremecido de Hilary Clinton frente a aquellas imágenes a las que el resto de los mortales no hemos tenido acceso (solo la veintena de personas que, según se puede intuir por la foto, estaban en el cuarto de operaciones en ese momento) dio lugar a diversas interpretaciones. ¿No se mostraban las imáganes por la horripilancia, crueldad, dureza de su naturaleza? ¿Qué tenía el Gobierno que ocultar? ¿Cuáles eran las verdaderas razones? Pero sobre todo, ¿cuál es el contraplano?



Barack Obama y su gabinete presidencial contemplando el supuesto asesinato de Bin Laden. (2/5/2011)

Probablemente haya sido la serie 24 (2001-2010; Robert Cochran y Joel Surnow) la que, a lo largo de sus numerosas temporadas, ha ido fabulando con mayor o menor dosis de hipérbole y fantasía en torno a ese contraplano. De hecho, para los espectadores familiarizados con la serie, el plano del equipo presidencial abducido por la pantalla, siguiendo los acontecimientos en directo (aunque ningún dato en la foto certifica que la imagen perteneza al 2 de mayo de 2011... estamos obligados a creerlo), no era algo nuevo. En muchos capítulos de 24, y también en diversas películas (desde Syriana a Red de mentiras), hemos ocupado esa "sala de operaciones", ese gabinete de crisis desde el que se asiste en directo a las operaciones de espionaje militar más trascendentes, dando instrucciones a los agentes que efectúan la operación en el "campo de batalla". La guerra teledirigida desde el Pentágono.



En el episodio Beirut is Back de Homeland [S02E02] -una serie que aún sigue deparando estimulantes sorpresas-, asistimos a uno de los más espectaculares "contraplanos" de la teleficción en lo que se refiere a espionaje militar norteamericano. La escenficación en Beirut del intento de asesinato de Abu Nazir, el ficticio sucesor de Bin Laden al frente de la Yihad islámica, proyecta a su modo esa "película de venganza" que el gabinete de Washington tuvo el "privilegio" de contemplar. De este modo, Homeland viene a colmar el deseo de ese relato hurtado al mundo, el asesinato de Bin Laden, que prometía ser el testimonio visual más intenso y morboso de los últimos años (como ocurrió con el vídeo filtrado del ahorcamiento de Sadam Hussein), pero que por diversos motivos aún no acalarados nunca se compartió.



Plano Homeland [S02E02]

Contraplano Homeland [S02E02]

Probablemente, la calculada decisión del Gabinete de Obama de mostrar solo el plano de los "espectadores" asistiendo a la matanza, tiene que ver con el hecho de que no había una construcción audiovisual de la acción militar, con las retóricas de heroísmo político y contenido ideológico con las que habitual y tradicionalmente se construye el discurso de venganza, que constituye un relato genérico primordial en el cine norteamericano. En el contexto de la dinámica paranoide de Homeland, la presencia del infiltrado Brody en esa sala de operaciones, capaz mediante un sms de alerta de hacer fracasar la misión, emerge como la vuelta de tuerca de la ficción televisiva, la respuesta de la sociedad civil a aquello que un Gobierno y sus agencias de inteligencia y espionaje han preferido arrojar al limbo del vacío histórico.