Isabel San Sebastián. Foto: Archivo.

Acaba de publicar su cuarta novela histórica, 'Un reino lejano', ambientada en el siglo XIII.

La periodista Isabel San Sebastián (1959) acaba de escribir su cuarta novela histórica, pasión que combina con su labor profesional. Ambientada en el siglo XIII, Un reino lejano (Plaza & Janés) narra la historia de una familia -que ya aparecía en su novela anterior, aunque sus tramas sean independientes- desunida por el infortunio. Tras partir a las Cruzadas al servicio de Federico II, Guillermo y su padre, Gualtiero, acaban como esclavos del despiadado Imperio Mongol. Ése es el punto de partida de una novela que nos muestra su vuelta al Reino de Aragón, en plena Reconquista; el nuevo papel de la mujer en la naciente burguesía, el florecimiento de los gremios y la lucha, tanto externa como interna, entre virtud y envilecimiento, entre amor y barbarie.



Pregunta.- La visigoda, Astur, Imperator y ahora, Un reino lejano.¿Por qué le interesa tanto la Edad Media?

Respuesta.- Es una época que duró mil años, con muchos periodos distintos y muy misteriosa. Se presta mucho a la posibilidad de tejer una trama de ficción sobre una urdimbre real. Es una época muy importante porque en ella se fraguó España, algo tan discutible ahora para algunos, pero no para mí. Además, tengo el afán de desmentir el mito que dice que era una época sombría y tenebrosa. Yo cuanto más la conozco más la admiro. Mi fascinación comenzó con El otoño de la Edad Media, de Johan Huizinga, y continué leyendo a Sánchez de Albornoz y otros grandes historiadores. Algún día saldré de allí y escribiré una novela ambientada en otro tiempo.



P.- ¿Cómo se le ocurrió mezclar en la misma trama la Corona de Aragón con el Imperio Mongol?

R.- Porque coinciden en el tiempo. Se supone que en la Edad Media no pasaba nada, pero pasaron cosas determinantes. Gengis Kan coexistió con Jaime I y Pedro de Aragón. Mientras en Occidente hubo un renacimiento precoz truncado sólo por la peste negra, en Oriente existió la horda más devastadora de la historia de la humanidad. Fue el imperio más grande de todos los tiempos. Aniquilaron al Imperio Persa, a los musulmanes, al Imperio Chino, conquistaron todo Oriente y por el Oeste sólo llegaron hasta Hungría porque Gengis Kan murió. Los pueblos conquistados se habían acomodado en esa molicie que da el bienestar y el desarrollo, no estaban preparados para esa crueldad. Es el riesgo que corremos los occidentales hoy, pero en materia económica. No estamos dispuestos a luchar.



P.- ¿Qué otras conexiones ve entre su novela y la actualidad?

R.- En el orden puramente político, uno se da cuenta de que ya en la conquista de Valencia, los nobles catalanes se quejaban porque tenían que pagar impuestos -la vovada-, pero luego participaban del botín de las conquistas. En el plano moral, la barbarie mongola de entonces es hoy el relativismo moral. Todo es equivalente, nada importa, no importan los medios que se utilizan para alcanzar los fines. Echo en falta la nobleza, la lealtad y la valentía que encarnan personajes como Gualtiero, que se pasa toda la novela intentando inculcar esos valores a su hijo Guillermo mediante el discurso y el ejemplo. Esos valores que no participan en bolsa ni dan votos.



P.- En consonancia con esa Edad Media que predica, más luminosa que la imagen que hoy tenemos de la época, muestra en la novela una mejoría de la situación de la mujer a través de Braira e Inés. ¿Fueron casos excepcionales o algo generalizado?

R.- Lo que ocurrió es que, paradójicamente, la mujer estuvo mucho mejor en la Alta Edad Media que en la Baja Edad Media y el Renacimiento. En Roma y Grecia, la mujer era nada, pero en las culturas celtas y godas era distinto. En la cornisa cantábrica las sociedades eran matriarcales, a diferencia del Mediterráneo. Por eso en los reinos hispánicos las mujeres gozaron de ciertos derechos recogidos en los fueros. Una mujer que no tuviera padre ni marido podía tener, como pasa en Un reino lejano, un taller, comerciar e incluso ser maestra del oficio. Era soberana. Si bien es cierto que si tenía padre o marido estaba tutelada por éstos a la hora de ejercer esos derechos. Eso lamentablemente se perdió. En el siglo XVIII las mujeres tenían menos libertad que en el XIII.



P.- ¿Y cómo ve la igualdad de género hoy? ¿Está todo hecho o quedan cosas importantes por hacer?

R.- En Oriente está todo por hacer. En el ámbito occidental, está todo hecho en materia jurídica, aunque las leyes consuetudinarias tardan más en cambiar que los fueros. Falta que arraiguen las costumbres, las mujeres occidentales pueden desarrollarse plenamente hasta que son madres. En ese momento pagan un precio muy alto, aunque yo misma soy un ejemplo de que con mucho esfuerzo y sacrificio se puede ser madre y realizarse profesionalmente.



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