Francisco Rico: "Los ingleses apreciaron el Quijote antes que nosotros"
Todo el mundo sabe qué es ser un “quijote”: embestir contra el molino, contra la vulgar realidad, anteponiendo los ideales a la propia conveniencia, aunque no haya otro destino que la derrota. Pero esto no fue lo que Cervantes quiso destacar del personaje más famoso de nuestras letras. El filólogo y académico de la RAE Francisco Rico (Barcelona, 1942) nos recuerda que el propósito original del Quijote era humorístico, no trascendente, y así lo entendieron sus contemporáneos. Fue el romanticismo alemán el que quiso ver en la obra una exaltación del idealismo. Esta cuestión y otras, como el escaso éxito que tuvo el libro en España en el siglo XVII, mientras triunfaba en Europa, las explica Rico en su último libro, Tiempos del “Quijote” (Acantilado).
Pregunta.- Dice que es imposible hacer una lectura “virginal” del Quijote.
Respuesta.- Nadie puede leerlo como si no supiera nada de la obra, como si no hubiera ya una interpretación universalmente aceptada que todos tenemos en la cabeza.
P.- ¿Esa interpretación es la que hizo el romanticismo alemán?
R.- Sí. De acuerdo a ella, Don Quijote es un símbolo de la persecución de los ideales mientras que Sancho se mueve solo por razones a ras de tierra.
P.- Pero esa interpretación no es la que hicieron los contemporáneos de Cervantes...
R.- El Quijote fue concebido como un libro cómico, sin afán de tener un significado trascendente. Este cambio de interpretación de la obra la explicó muy bien el hispanista Anthony J. Close en su libro La concepción romántica del Quijote (1978).
P.- ¿Cómo pasó de ser una obra de entretenimiento a ser considerada una obra cumbre de la literatura?
R.- El gran éxito del Quijote, que durante sus primeros años de vida estuvo bastante olvidado en España, se gestó en Europa. Es en Inglaterra donde en el siglo XVII más se lee, se comenta y se imita, tanto que en todo el siglo hay en España 20 alusiones al Quijote, y allí más de 2.000.
P.- ¿Cómo se explica que la obra triunfara antes fuera de nuestras fronteras que dentro?
R.- Porque los ingleses son más inteligentes que nosotros. Allí fue inmediatamente conocido y se leía en español, ya que en aquella época era la lengua europea de la cultura, junto con el italiano. Incluso Shakespeare tiene una obra perdida, Cardenio, que es una imitación del Quijote apenas cuatro o cinco años después de su publicación.
P.- Dice que los primeros lectores tuvieron que arreglárselas para descifrar “los huecos e inconsecuencias” que Cervantes dejó en el relato. ¿A qué se refiere?
R.- Por ejemplo, cuando se refiere al burro de Sancho como “rucio”, nadie sabía a qué se refería porque no es un sinónimo de asno. Además, Sancho aparece a veces montado en él, luego se dice que se lo han robado y dos capítulos después lo volvemos a ver en el burro. Ahora sabemos que esas incoherencias se deben a que mientras un manuscrito estaba siendo revisado por la censura, Cervantes introdujo algunos cambios en el que él conservaba y luego no pasó todos esos cambios al que fue a la imprenta. En una edición posterior quiso arreglarlo pero lo estropeó aún más.
P.- Al principio el Quijote tuvo aquí defensores y detractores. ¿Qué elogiaban y criticaban unos y otros?
R.- Los más cultos y finos se rieron de esas incoherencias del texto y los amigos de Cervantes defendieron la obra como lo que era: una novela de humor. Pero en realidad no hubo polémica. Nadie se ocupó seriamente del libro en España hasta el siglo XVIII.
P.- ¿Qué supuso la edición del Quijote de la Academia en 1780?
R.- En Inglaterra se habían hecho ediciones muy cuidadas y se estaba preparando una gran edición con notas y variantes. La Academia decidió con esta edición reconocer que no sólo era una obra de entretenimiento sino una obra capital de nuestra cultura. Al principio del XVIII nunca se citaba a Cervantes entre nuestros grandes autores y a finales del siglo se hablaba de él como la mayor figura de nuestras letras.
P.- ¿El Quijote fue usado para apelar a un sentimiento patriótico cuando surgió el nacionalismo?
R.- No, lo que ocurre es que cuando se desarrolla y crece la idea del estado-nación, los políticos y gobernantes buscan los denominadores comunes culturales para sustentar la idea de nación. En el caso del Quijote no hubo que inventar nada, era realmente el libro nacional, el que todos conocían, el que todos apreciaban.
P.- ¿Por qué le dedica un capítulo a la relación del Quijote con Barcelona?
R.- Porque no hay ninguna ciudad española donde el Quijote haya sido más leído, admirado, comentado y publicado que en Barcelona.
P.- También dedica otro a lo que usted llama “chismes transpirenaicos”.
R.- Sí, en Francia e Inglaterra hubo una serie de ocurrencias, como que el Quijote era una crítica contra el duque de Lerma, que aquí se tomaron en serio y contribuyeron a dar una imagen de la novela que no era la original.