No hay que mirar para otro lado, ni ignorar la fuerza con la que viene empujando ese "otro cine español", más innovador, más audaz, más sintonizado con nuestra época y más próximo al cine en primera persona y a las propuestas radicalmente estéticas. 2012 ha sido un año importante en la conquista de cierta visibilidad para este cine -formado por una serie de directores que crean y realizan sus proyectos al margen de la industria, sin necesidad de pactar con ella-, aunque venga adquiriendo una personalidad propia desde hace varios años, prácticamente una década, viajando por circuitos alternativos y pantallas internacionales, ganándose un gran prestigio crítico y la devoción de públicos de múltiples países.



Festivales como Cannes, Rotterdam, Locarno o San Sebastián ya han reconocido sus méritos y talentos. Los de Albert Serra (Honor de cavalleria), Isaki Lacuesta (Los pasos dobles), Oliver Laxe (Vos sodes capitanes), Jaime Rosales (Sueño y silencio), Javier Rebollo (La mujer sin piano), Pedro Aguilera (La influencia), Daniel Villamediana (La vida sublime), etc. Otros como León Siminiani (Zoom) o Sergio Oksman (Una historia de los Modlin) conquistan a los jurados de todos los festivales que pisan, desde Alcalá de Henares a Karlovy Vary. Otros como Carlos Vermut (Diamond Flash) o Juan Cavestany (Dispongo de barcos, El señor) confían en la alternativa on-line con fondos y formas extraordinariamente estimulantes, piezas rebosantes de frescura. Otros como Jonás Trueba (Todas las canciones hablan de mí), Nacho Vigalondo (Extraterrestre) o Manuel Martín Cuenca (La mitad de Óscar) encuentran el equilibrio del cine de autor con un pie dentro y otro fuera de la industria. Otros como María Cañas, la "archivera sevillana" (trabaja sobre todo con imágenes de archivo), o Andrés Duque (Color perro que huye, Ensayo final para utopía), o el colectivo Los Hijos (Los materiales), son celebrados en museos y salas de vanguardia de Madrid a Nueva York, figuran entre los cineastas experimentales más interesantes y revulsivos del momento.



Entre todos, que son muchos más (Luis Escartín, María Ripoll, Óscar Pérez, Adán Aliaga, Óscar Alegría, Ion de Sosa, Velasco Broca, Pere Vilà y Barceló, Virginia García del Pino, Cristina Diz, Carlo Padial... y otros tantos que olvido), proponen lecturas alternativas a la historia del cine español, ciertos desvíos de los caminos trillados, conectan directamente con la tradición iconoclasta de nuestro cine, aquella que va de Val del Omar a Iván Zulueta y continúa... No es que estén enfrentados con el cine de la industria, es que proponen caminos paralelos o alternativos, otras formas de relacionarse con las imágenes contemporáneas, y generalmente emplean los límites y la constricción como estímulo creativo.



Los márgenes del cine español en verdad están tan poblados que puede que en unos años acaben tomando el centro, cada vez más vacío, cada vez más inocuo y zombificado frente a los desafíos estéticos del cine contemporáneo. En contraste al éxito masivo de propuestas tan de manual como Lo imposible, resulta estimulante comprobar cómo, hace unas semanas, tanto la directora del ICAA, Susana de la Sierra, como el director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, presentaron, vieron y debatieron, junto a su director, en torno a la película de Andrés Duque Ensayo final para utopía, que se proyectaba en el Reina Sofía en el marco de un interesante ciclo. Hay espacios y voluntad para que quepa todo el cine posible, incluso el que se hace con móviles.



Varios han sido los factores que han otorgado cierta visibilidad a estos cineastas, que los han resctado del ostracismo o la falsa cualidad elitista con que los cronistas y críticos más despistados han etiquetado sus "extrañas" propuestas. Por supuesto ha sido muy determinente la ecolosión del digital y la ventana YouTube, que tantos horizontes ha ampliado y tantas posibilidades ha facilitado; pero también el trabajo de selección de un festival clave a la hora de descubrir y dar a ver las mejores muestras de este fenómeno en su clave más radical, el Festival Punto de Vista de Pamplona (que celebrará su octava edición en febrero); o el surgimiento de publicaciones especializadas ("Caimán. Cuadernos de Cine", "Blogs & Docs", "Miradas de cine", "numerocero", "Transit", "Lumière", "Contrapicado" etc.) que han informado y reflexionado sobre este nuevo cine; o las programaciones cada vez más porosas a él, sea en salas alternativas, muestras y ciclos, mediante iniciativas de producción en museos y reconocimientos más allá de nuestras fronteras, etc.



Ahora se suma al conjunto de estas fuentes amplificadoras el nacimiento del site "Márgenes / Cine Español Online", que cuenta con la ayuda financiera del ICAA, y que nace con una verdadera vocación de ofrecer "un espacio de cine", accesible al gran público, donde aglutinar "películas españolas de calidad surgidas en la periferia de la industria cinematográfica convencional o de marcado carácter autoral". Ahora pueden verse los cortometrajes y algunos vídeos de o en torno a Oliver Laxe, María Cañas, Andrés Duque, Laia Escartín y Leon Siminiani, aparte de ofrecer toda clase de información y reflexión en torno a este cine. Además, en su apartado 'offline', el site se ofrece como red de contacto y plataforma de autores, productores, distribuidores, etcétera.



Decíamos que 2012 ha sido un año importante para el cine español en los "márgenes", pero posiblemente 2013 será mejor. Entra el año con el estreno, este mes de enero, de dos de las más extraordonarias propuestas de autor que ha dado nuestro cine en mucho tiempo: El muerto y ser feliz, de Javier Rebollo, y Mapa, de León Siminiani. De ellas ha dado y seguirá dando debida cuenta El Cultural, tanto en sus páginas como on-line, porque el lector/espectador del buen cine, realizado en plena libertad, no debería mirar para otro lado. La periferia está cada vez más cerca del núcleo, los márgenes se mueven hacia el centro. Es el cine español del siglo XXI.