El pianista Joaquín Soriano.

Esta tarde el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid dedica un concierto homenaje al pianista y profesor leonés

Ha sido y es el pianista Joaquín Soriano (Corbón del Sil, 1941) uno de los grandes embajadores de la música española y también maestro e impulsor de un buen puñado de intérpretes que, como él, se dedican a coleccionar aplausos en las mejores salas del mundo. Por eso el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, que dirige desde hace unos meses su exalumna Ana Guijarro Malagón, le va a dedicar esta tarde un homenaje "a su vida académica", reza el tarjetón, en el que actuarán varios de sus alumnos, aunque el programa se ha querido mantener en secreto hasta el final. "Creo que van a venir músicos de todo el mundo, pero no me atrevo a darle nombres, no sea que meta la pata...", bromea. "No exagero si le digo que es el más emotivo de los premios que he recibido". Y no han sido pocos.



Pregunta.- ¿Se puede hablar hoy de una escuela española de piano?

Respuesta.- Diría que no. Al menos no de la manera de antes. Es verdad que Francia y Rusia siguen siendo la cuna de los mejores pianistas, pero hoy un músico puede aprender lo mejor de cada escuela, pues lo único que las separa son dos horas de avión. En España hay músicos fenomenales, pero se han hecho muchas cosas mal a nivel académico.



P.- ¿Verbigracia?

R.- Me refiero a que en Madrid, por ejemplo, se ha tenido miedo a decir que no a ciertos alumnos. Teniendo las clases llenas sólo se consigue que los pianistas amateur terminen mermando el talento de los verdaderamente buenos. De un tiempo a esta parte, la música se ha enseñado mal, como si fuera un deporte en el que hay que batir no sé qué récords. No podemos olvidar que el piano es una máquina del tiempo con siete botones. Hay que estar preparados para viajar. Con todos los riesgos que eso conlleva.



P.- ¿Se nota esto en los conciertos?

R.- No quiero ser aguafiestas, pero hay muchos pianistas que buscan la proeza y no el escalofrío, la admiración en vez de la emoción. La perfección técnica es una trampa. Algunos piensan y tocan como si fueran máquinas.



P.- ¿Se producirá el tan esperado relevo generacional?

R.- No creo que se pueda hablar de generación, sino de personalidades. El que es bueno es porque destaca, y el que destaca no puede ser generalizable. Me atrevería a decir que el nivel técnico de los músicos de la actualidad ha tocado techo. Pueden con todo. O con casi todo. Porque esta dichosa crisis no está dejando títere con cabeza. Me entristece la degradación cultural de una España genuflexa al imperio del fútbol y a las directrices económicas. Me preocupa la juventud, los que vendrán cuando yo me haya ido.



P.- ¿Ha pensado alguna vez en retirarse?

R.- No podría retirarme porque no tengo la sensación de haberme instalado en ningún sitio. Nunca he perseguido nada. No conozco los nervios ni sé lo que es tocar con angustia. Por esa razón seguiré dando conciertos y cumpliendo años. Hasta que el cuerpo diga basta.



P.- Zimerman, Pollini, Pires... Los pianistas tienen fama de raros. ¿Alguna manía que quiera compartir?

R.- Es la primera noticia que tengo de que somos raros. A mí me han educado para sentarme y tocar. Los raritos siempre fueron los tenores y las divas. Me cita a usted a ciertos pianistas que respeto mucho, y que quizá tengan alguna que otra manía. Pero no se olvide de la gran Alicia de Larrocha, que fue siempre amiga de sus amigos e indiferente a las glorias.



P.- ¿Sigue el repertorio español necesitando embajadores o ya se defiende solo?

R.- No sabría decirle. Hay lugares del mundo donde aún no conocen bien a Albéniz. Pero claro que hemos avanzado mucho. En mi época Messiaen se refería a la Iberia como la quintaesencia musical. Pero te podías topar con un Richter, que echaba pestes de los compositores españoles... Eso ya no pasa.



P.- Si tuviera que hacer balance, ¿cuál diría que ha sido el mejor y el peor momento de su carrera?

R.- El mejor no lo sé. Han sido muchos. Y el peor... el peor no se lo digo.

Ver otros Buenos Días