Jesús Carrasco: "Pensaba que 'Intemperie' quedaría en la pila de manuscritos sin leer"
A veces los milagros literarios suceden. Sucede, por ejemplo, que un autor novel, sin agente ni contactos ni padrinos envía a una editorial de prestigio su primera novela, y allí se entusiasman de tal manera que llevan el libro, inédito aún, a la Feria de Francfort, y trece editoriales de todo el mundo lo contratan y traducen. Y el libro se publica en España, y triunfa entre lectores y críticos. Es lo que le ha ocurrido a Jesús Carrasco (Badajoz, 1972) con Intemperie (Seix Barral). Si esto parece difícil en estos tiempos, más lo es la historia de su autor, un licenciado en Educación Física que acabó enredado en la Filosofía primero y en la literatura y las letras después. Él lo explica así:
-Disfruté mucho estudiando Educación Física, sin embargo, siempre he pensado que la elección de la carrera se toma demasiado pronto. Con 19 años es muy difícil saber lo que quieres hacer el resto de tu vida. Enlazamos una titulación con la siguiente y, cuando terminamos de aprender lo necesario, no sabemos cómo se las gasta la vida. En mi caso, después de formarme para ser profesor de secundaria, trabajé como redactor publicitario y, mientras trabajaba, comencé a estudiar Filosofía. Y entonces, cuando supe que había encontrado una carrera que me interesaba, tuve que abandonarla porque el día a día no me dejaba tiempo como para poder sacarle todo el partido a la universidad.
Pregunta.- ¿Y quién o qué libro le hizo escritor?
Respuesta.- ¿Quién me hizo escritor? Supongo que todo comenzó viendo a mi padre leer todas las tardes en su sillón. Mi vida lectora comenzó con Asterix. Mis primeros intentos literarios estuvieron alimentados por los relatos de Carver.
P.- ¿Cómo nace Intemperie, en la que ha estado trabajando siete años?
R.- Son siete años, pero no de escritura. Puse la primera palabra de lo que ahora es Intemperie hace, en efecto, siete años. Llegó un momento en que no supe cómo continuar y decidí abandonarla. Entonces comencé otra novela que concluí dos años después. Pero lo cierto es que, una vez terminada, me di cuenta de que no era buena. Volví a retomar las primeras páginas de Intemperie y entonces pude terminarla. En total, la escritura de la novela me ha llevado unos tres años de trabajo.
P.- ¿Esperaba, cuando envió el original a Seix Barral, el éxito actual?
R.- Por supuesto que no. Ni siquiera esperaba que fuera leída. Al menos, no tan pronto. Pensaba que mi manuscrito formaría parte de una pila de manuscritos durante algunos meses y que luego, alguien lo hojearía y, con suerte, me enviarían una carta de cortesía declinando la oferta. Me sorprende que las cosas, al menos en Seix Barral, no fueran como imaginaba.
P.- ¿Por qué los personajes no tienen nombre (el chico, el pastor, el alguacil) y tampoco es posble identificar tiempo ni espacio?
R.- Generalmente, mientras trabajo en la estructura general del texto, etiqueto a los personajes con iniciales o adjetivos. Supongo que tengo la esperanza de que, más tarde, tras muchos meses conviviendo con esos caracteres, haya algo en ellos que me permita ponerles un nombre apropiado. En el caso de Intemperie, digamos que no se dio esa revelación, y a mí no me importó, porque me parecía que el reloj funcionaba bien sin esas piezas. En cuanto al tiempo y al espacio, sucedió algo similar. ¿Para qué ubicar la acción en un lugar o en otro? ¿Qué importa el topónimo, si el escenario está suficientemente trazado?
P.- Se ha escrito que el niño significa la inocencia, el pastor, el bien, y el alguacil el mal: ¿Es así como ve la realidad?
R.- En absoluto. Como bien dice, eso es algo que se ha escrito. Es, por tanto, la conclusión a la que ha llegado otra persona. Mi visión de la realidad es más compleja. No me gustan los maniqueísmos, porque la experiencia me ha demostrado que la verdad, cuando existe, suele estar en los grises. En la novela, esa visión de la franja gris se materializa en los personajes. El niño, por ejemplo, hace cosas impropias de un ser inocente y el pastor está lejos de ser un beato.
P.- A mí también me ha recordado, pagina a página, al niño yuntero de Miguel Hernández, carne de yugo, más humillado que bello... con ecos de otros tiempos, pero con lo más terrible de nuestro ahora, los abusos contra los niños, el hambre, lo implacable que puede ser el poder abusivo, la violencia, el miedo...
R.- La cadena siempre se ha roto por el eslabón más débil. Buscaba un motivo de peso para que un niño pudiera soportar lo que la intemperie depara a quien se adentra en ella. Y fue en los periódicos donde encontré ese motivo.
P.- Los críticos han resaltado los vínculos de la novela con DeLillo, Delibes y Coetzee: ¿en qué aciertan y en qué se equivocan, qué le han prestado y qué no?
R.- De los tres que cita, sólo reconozco a Coetzee como un referente en mi escritura. Su capacidad para penetrar con las palabras en la carne del lector es altísima. Cuando lo leo, siento una especie de laceración. Algunos de sus libros son para mi una herida que ni la relectura ni el tiempo logra suturar.
P.- ¿Para cuándo la versión cinematográfica del libro?
R.- No lo sé. Eso es algo que no depende de mí. Es cierto que hay interés en llevar Intemperie al cine, pero, aunque se empezara a trabajar mañana mismo en la adaptación del libro, supongo que podrían pasar años hasta que la película se viera en las salas.
P.- ¿Y ahora qué? ¿Se imagina ya su segundo libro, o va a lograr separarse de esta locura?
R.- Ese segundo libro ya está muy avanzado. Aún me queda mucho por hacer, pero la historia que quiero contar ya está bastante cerrada. Retomaré el trabajo en cuanto termine la promoción de Intemperie.