Manuel Vicent. Foto: Conchitina.

Acaba de publicar 'El azar de la mujer rubia'. Lo presenta este jueves en la Residencia de Estudiantes, junto con El Roto y David Trueba

Manuel Vicent (Villavieja, Castellón, 1936) le ha cogido el tranquillo a tallar retablos. Retablos ibéricos. En Aguirre, el magnífico (Alfaguara) resucitaba con tonos expresionistas el franquismo medio y tardío apuntando el microscopio sobre las jugosas peripecias del duque de Alba. Ahora ha avanzado hasta la transición y la democracia. Lo ha hecho con su último libro, El azar de la mujer rubia (Alfaguara), en el que analiza las ascendencias cruzadas que tuvieron entre sí el triángulo formado por Adolfo Suárez, el Rey y Carmen Díez de Rivera, a la que algunos llaman "la musa de la transición". El escritor levantino repasa ese periodo histórico a partir del paseo que dieron el expresidente del gobierno y el monarca en casa del primero. Fue en julio de 2008 y quedó inmortalizado por el hijo de Suárez (los dos de espaldas, la mano del Rey sobre la del político, a que fueron a llevarle el Toisón de Oro). Duró cinco minutos nada más pero a Vicent le ha dado para una novela. Memoria más imaginación vuelven a dar como resultado literatura.



Pregunta.- ¿La idea de escribir El azar de la mujer rubia le surgió al ver la última foto de Suárez y el Rey juntos?

Respuesta.- Esa imagen me recordó una fábula de Robert Graves en la que Alejandro de Macedonia se adentra en un bosque y pierde la memoria de sí mismo. Acaba enrolado como soldado en un ejército y un día le pagan con una moneda que fue acuñada con su cara. Creí que podría contar la transición a partir de ese héroe al que se le desvanecen los recuerdos. Porque yo le veo en este libro como un héroe clásico de la literatura. Es un aventurero en el mejor sentido del término, que viene de viento. Él desatraca, sale de puerto, iza las velas y el viento empuja su destino. Ese héroe se pone en situaciones de riesgo, arriesga su pellejo y da señales de valor, como hizo el 23-F. Y luego fue traicionado por los suyos.



P.- ¿Usted cree que le llegó a reconocer en algún momento en aquel paseo por el jardín de la casa de Suárez?

R.- No, no le reconoció. No sabía quién era ese hombre que le echaba la mano por encima del hombro. Fue un paseo de cinco minutos pero que simboliza 75 años de nuestra historia. Pero también es cierto que en el bosque de niebla en que está Suárez también entran algunos rayos de sol. A veces puede vislumbrar el horizonte. Las personas así tienen muy desarrollado el plano sensorial. De algún modo entendería que entre él y el Rey había tenido que haber un relación de afecto en el pasado.



P.-¿Es cierto que se iban juntos de excursión por refugios y ventorrillos de Gredos a jugar al mus con los lugareños?

R.- Sí, eran buenos amigos. Pero cuando el Rey constató que Suárez era un hombre intrépido y de primera línea fue cuando se desplomó el restaurante de San Rafael con quinientas personas dentro. Suárez era entonces gobernador de Segovia y se arremangó para quitar cascotes y sacar gente de los escombros. Además, Suárez siempre tuvo un olfato muy desarrollado. Siempre supo por dónde iba a pasar la carretera. Y cuando nadie creía en el príncipe él sí apostó por él. Luego la apuesta sería a la inversa.



P.- Aunque dice que Carmen Díez de Rivera, la mujer rubia a la que alude el título, fue realmente la que convenció al Rey para que eligiera a Suárez como presidente...

R.- Díez de Rivera era prima de la mujer de Armada, el instructor del Rey. Era amiga personal de éste. Hay mucha gente que considera que, aunque estaba en el epicentro del poder, no tenía influencia. Yo creo que sí la tenía. Además a veces un ala de mariposa puede provocar el efecto dominó.



P.- Vuelve a elaborar un retablo ibérico. En Aguirre, el magnífico ya lo hizo con el franquismo. Ahora con la transición y la democracia.

R.- Es que creo que se puede describir una época con mucha más fuerza con la ficción. Una ficción que parta de la realidad. Me gusta dotar de imaginación a la realidad. Realidad más imaginación es igual a literatura. De esta forma conecto también con la imaginación y con la memoria íntima de cada lector.



P.-¿Diría que el azar marcó el camino de Suárez?

R.- Vivimos en el viento del azar. En el libro Suárez recuerda que le echaron los dados árabes, que no tienen puntos, sino iconos. A él le salió la flor, que es un buen augurio. Y está claro que a su intrepidez le acompañó la fortuna.



P.- Suárez comenta que el Rey saldrá adelante por su simpatía. ¿También lo cree usted así?

R.- En el momento final, cuando se despiden, Suárez lo ve alejarse, de espaldas. No recuerda a ese hombre pero sabe que le quiere. Presiente entonces que va camino del mismo bosque que en el que ha estado él.



P.- ¿Cree que Suárez ha recibido el reconocimiento que merece?

R.- No. En el futuro estará mucho más reconocido. Los dos nombres que tendrán que estudiar los bachilleres de estas épocas, en esas dos o tres línea que tendrán que memorizar, serán sin duda Tejero, como el esperpento, y Suárez, como un político valeroso.



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