Najwa Nimri. Foto: Javi Martínez

Hoy estrena 'Antígona', dirigida por Rubén Ochandiano, en Matadero.

A Najwa Nimri se le nota la emoción previa al estreno. "¿Vas a venir a verla?", pregunta, con esa voz tan característica, entre ronca y aterciopelada, cargada de expectación ante su debut en el teatro. Y es que, a pesar de un importante recorrido en el cine, con películas como Mataharis o Lucía y sexo, y de una consolidada carrera como cantante, ha decidido adoptar la disciplina y la vulnerabilidad que conllevan las tablas. Rubén Ochandiano ha adaptado la Antígona de Jean Anouilh, escrita en 1942, en una Francia ocupada por las tropas alemanas, para enmarcarla en una visión atemporal del mito. La Antígona a la que da vida Nimri sigue siendo la hija de Edipo y la sobrina de Creonte, pero adquiere otras dimensiones. Su decisión de desobedecer a su tío para enterrar el cadáver de su hermano desencadenará una tragedia que reflexiona sobre la justicia y la libertad.



Pregunta.- Es su debut sobre las tablas. ¿Qué le ha impulsado a pasarse al teatro?

Respuesta.- La confianza de Rubén. Todo se colocó para que hiciera Antígona, y dije que sí, porque en ese momento me parecía que era lo que tenía que decir. Antes del papel de Antígona me ofrecieron el narrador, pero dije que no, porque era como estar haciendo uno de mis shows, con un pie fuera del escenario.



P.- Ya había coincidido con Rubén Ochandiano en Asfalto. ¿Cómo es al calzarse los zapatos de director?

R.- Es un trabajador incasable, con mucho talento y mucha pasión. Muy preciso. En mi vida me he encontrado con muy poca gente como él.



P.- En la versión de Anouilh, Antígona simboliza la Resistencia francesa. ¿Qué resistencia abandera hoy en día?

R.- Rubén ha hecho una adaptación, una versión del texto de Anouilh. Hacemos una Antígona que niega desde el instinto, desde el razonamiento. Se trata de una resistencia lógica, pero no a través de la lógica, sino corporalmente hablando. Mi personaje hace lo que hace, pero no como una provocación, sino porque tiene que hacerlo.



P.- Es un canto a la libertad, pero también al deber.

R.- Sí, sobre todo teniendo en cuenta que fabricamos un cuento en el que cantar está prohibido. Desde su posición de poder, Creonte es la razón, y ejerce desde un sitio muy loable, hasta el punto que casi te pones de su parte.



P.- Su papel ya había sido interpretado antes por Aurora Bautista y Ana Belén. ¿Pesa?

R.- La verdad es que no. A lo mejor pesaría si hubiera visto esos montajes. La propuesta de Rubén es suya, y las Antígonas depende de cuándo se interpreten, son muy diferentes.



P.- ¿Qué hace a Antígona atemporal?

R.- Que sigue al alma y al espíritu. No pasa de moda, no tiene nada que ver con las tendencias. Podría ser contada en cualquier momento, porque siempre hay gente que se resiste. En ese sentido, es un canto a la libertad.



P.- Cambiando de tercio, The Wine of Summer, su próxima película, está en postproducción. ¿Qué puede adelantar?

R.- Fue un rodaje muy placentero, en Barcelona y rodada en inglés. También tengo pendiente de estreno 10.000 noches en ninguna parte, de Ramón Salazar, con banda sonora mía y de Iván Valdés.



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