José Manuel Ballester. Foto: Begoña Rivas

El artista inaugura la exposición 'Bosques de Luz' en Tabacalera

Medio centenar de fotografías en el complejo espacio de Tabacalera, en Madrid, dan buena cuenta de los últimos años de trabajo de José Manuel Ballester (Madrid, 1960). Una estructura muy pesada, suspendida en medio de la sala, sostiene la enorme fotografía de La Última Cena, tratada, vaciada, retocada por el fotógrafo, que resume en esta enorme imagen las inquietudes del artista. Pintura y fotografía, arte clásico y contemporáneo, la imponente obra de Leonardo y las inmensas imágenes de Ballester. Todo esto refleja esta pieza y la exposición, Bosques de Luz, una muestra que recorre los últimos años de producción del artista.



Pregunta.- ¿En qué consiste Bosques de Luz?

Respuesta.- Es una mirada caleidoscópica de todos mis trabajos de los últimos 7 años. Se han seleccionado todos los perfiles, desde los paisajes urbanos de China y Brasil, interiores, arquitecturas, espacios ocultos, hasta los paisajes neorrománticos que hice en su día.



P.- Pero sólo trabajos fotográficos…

R.- En realidad, y aunque es cierto, es una exposición de fotografía, hay mucha pintura, es muy pictórica. En estas imágenes se define claramente mi posición: trabajo la fotografía con un lenguaje muy pictórico.



P.- Grandes ciudades, museos, naves industriales, rincones olvidados, ¿con que fotografías se identifica más?

R.- Están todas las que son. En esta exposición está mi mejor perfil. Yo no hubiese hecho una selección mejor que la que han hecho las comisarias, María y Lorena de Corral. Quizá con la que más me identifico es con la serie Espacios ocultos, también con los paisajes de China y Brasil, o con los Campos de Castilla. Es una muy buena oportunidad ver toda mi obra junta.



P.- El espacio, la antigua fábrica de Tabacalera de la calle Embajadores de Mádrid, es un lugar complejo, complicado para montar una exposición.

R.- El espacio es otro bosque más, hemos intentado adaptarnos y hemos conseguido transformar los pasillos y pasadizos en sala de exposiciones. Es un espacio difícil, sí, pero creo que hemos sabido integrarlo y llevarlo a nuestro terreno. Engranadas en este laberinto cada grupo ha encontrado su sitio. Además, hay dos fotografías nuevas realizadas aquí a modo de pequeño homenaje a este escenario. Dentro de las posibilidades que nos dieron elegí la parte alta, la nave principal, y los lavabos o vestuarios de las cigarreras, un lugar que define muy bien lo que era la fábrica, un lugar de trabajo sobre todo de mujeres. Es muy evocativo.



P.- Se muestra también la enorme fotografía de La Última Cena, el espacio que Leonardo pintó pero tras pasar por el objetivo de su cámara, ¿cómo nos lo muestra?

R.- La Última Cena saluda al visitante al entrar en la sala y le introduce a la exposición. Forma parte de una serie de fotografías en las que me sirvo de cuadros del repertorio clásico, de desde Fra Angelico a Picasso. Despojo a la pintura de presencia humana y de actividad. Son reproducciones del original pero sin personajes y recreando el fondo. Para ello, me transformo y tengo que pintar "al modo de", utilizar la factura de cada artista y así "pinto" al modo de Giotto, de Botticelli, de Leonardo… En la serie, Espacios ocultos, trato de reflexionar sobre los temas importantes que han preocupado siempre al arte. Por eso la elección de las obras de reformulo es escrupulosa, hay temas religiosos, mitológicos, sociales, de la guerra (como en Goya o en el Guernica).



P.- ¿Por qué retirar la figura humana?

R.- La presencia humana es indirecta, se nota que ha estado ahí pero es más sutil y abierta, incluso más sugerente. No rehuyo de ello, y de hecho en la serie Brasilia hay unas personas entrando al Palacio de Congresos de Niemeyer. Me gusta que el hombre esté ahí pero sólo por su huella.



P.- ¿Sigue pintando? ¿Cómo se unen en su obra pintura y fotografía?

R.- Ahora he terminado una pequeña serie de algunos temas interiores, muy en la línea de la exposición Abstracción de la realidad que pudo verse en Madrid. Yo empecé como pintor pero descubrí la fotografía muy pronto, creo en esa dualidad. El arte es un mecanismo de comunicación y los lenguajes son medios o canales que uno elige. Cada disciplina tiene una serie de atributos y ventajas e intento coger lo más útil de cada uno. En realidad mi modo de trabajar cambió hace sólo unos años, con las nuevas tecnologías de la imagen: la fotografía digital me permitió una nueva forma de pintura. Hoy fotografía y pintura están más ligadas y en armonía que nunca. Técnica y manualidad han encontrado puntos de encuentro con las posibilidades que abre el photoshop. El photoshop es un tratado de pintura actualizado, su versión más moderna.



P.- Coincide su exposición con ARCO, donde también estará presente con alguna de sus galerías, ¿cómo ve la feria este año?

R.- Para mi ARCO es casi como volver a empezar, llevo participando desde el 91 pero cada edición es distinta, la feria va reflejando lo que sucede en el panorama. Pero, como sucede en la bolsa, es una manifestación acelerada y rápida, efímera. Además, muchos niños que fueron a la feria hace 20 años ahora son coleccionistas, lo que me hace pensar en que hay algo más que ese papel inmediato, una labor más silenciosa, más oculta pero fundamental.



P.- Y el arte, ¿cuál es su papel en este momento?

R.- En realidad la cultura es un espejo de la sociedad, a veces deforme pero espejo al cabo, para mirar y valorar lo que está pasando. El arte existe porque tiene una utilidad, si deja de ser útil dejará de existir. Los artistas tenemos que demostrar en este nuevo escenario que somos útiles.



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