Care Santos. Foto: Planeta

Acaba de publicar 'El aire que respiras' (Planeta)

Care Santos (Mataró, 1970) llevaba años germinando los ingredientes de El aire que respiras. Por un lado, un momento histórico (del año 1835 y la desamortización de Mendizábal ha terminado por aterrizar en la Barcelona invadida por las tropas napoleónicas). Por otro, el amor por los libros y por su ciudad. La novela habla del derribo de las murallas barcelonesas, de la urbanización de la Rambla y de libros prohibidos. Trece, en concreto, localizados todos menos uno. Su búsqueda conforma un hilo argumental con saltos del pasado al presente y salpicado por el polvo de la librería Palinuro, donde se venden "Libros leídos. Ni viejos ni usados". Mucho hay de esta escritora y crítica de libros en la novela. Tanto, que sus propios amigos no saben dónde acaba Care Santos y dónde empieza el personaje que parece su álter ego. Ella sí lo tiene claro. Pero los verdaderos protagonistas son los libros, esos "objetos perfectos".



Pregunta.- ¿Por qué le apasiona tanto lo decimonónico?

Respuesta.- Soy una dama del siglo XIX, he nacido en el momento equivocado. Es una época interesante en todos los sentidos, desde el punto de vista histórico, cómo el mundo ha cambiado para convertirse en lo que es hoy, y social. Por supuesto también desde el punto de vista literario. Como lectora, sigo viviendo en el siglo XIX.



P.- ¿De dónde surge la idea para la novela?

R.- Mis novelas surgen por acumulación, no hay un solo germen. Se forman a lo largo de los años, es un trabajo de sedimentación. Hacía años que le daba vueltas a novelar ese momento del 35, cuando se llevó a cabo la desamortización de Mendizábal. Se expropiaron los bienes del clero y se puso en circulación un patrimonio artístico y cultural inmenso, con el que en ocasiones se cometieron verdaderas barbaridades. La novela es una excusa para hablar de un patrimonio bibliográfico. Es un canto de amor a los libros. Ellos son los verdaderos protagonistas.



P.- ¿Y el título, El aire que respiras?

R.- Es un verso de la poetisa romántica Carolina Coronado, coetánea de Espronceda. Se trata de una figura poco reivindicada, pero muy reivindicable. Una figura femenina que apetece sacar a la luz. Fue una escritora muy prolífica, aunque menor. Sobre todo fue una periodista interesantísima.



P.- ¿Qué hemos heredado de la Barcelona de la novela?

R.- A ella, directamente. La ciudad amurallada ya no tiene murallas, pero es reconocible, sigue ahí como una especie de corazón auténtico de lo que hoy es Barcelona.



P.- Utiliza la primera persona en algunos capítulos. ¿Cuánto hay de Care Santos en la narradora?

R.- Hay mucho. El personaje es una escritor, amiga de una librera y que no sabe por qué estudió derecho. En un momento dado, hay una escena muy tórrida con un librero en la trastienda, y mis amigos se preguntan si soy yo. Tengo que confesar que nunca he vivido algo así...



P.- ¿Hay libros que merecerían ser prohibidos?

R.- No, ninguno. Siempre son portadores de ideas, con las que se puede estar de acuerdo o no, pero hay que conocerlas. Además, no comparto las razones por las que se han prohibido libros a lo largo de la Historia.



P.- Una vez más va saltando del presente al pasado. ¿Necesita el refugio del ahora?

R.- El presente es más bien una consecuencia. El pasado nos ha dado forma, y la novela histórica nos muestra en la medida que somos. Bucear en el pasado puede arrojar luz sobre el presente, porque se tropieza con cosas interesantes que se han olvidado. La literatura es la memoria colectiva.



P.- La librería de El aire que respiras tiene un rótulo que arranca sonrisas: "Libros leídos. Ni viejos ni usados".

R.- Es un homenaje a la verdadera librería Palinuro, que existe en Colombia, que dirigen dos libreros estupendos. Me hacía ilusión rendirles homenaje. Cuando amas los libros, no los ves como viejos. Más bien tienen mucha vida en sus lomos. Un libro que se ha leído implica que ha vivido.



P.- Del polvo de los libros en la estantería a la tinta digital. ¿Le parece un buen cambio?

R.- Yo soy partidaria de lo digital, y tengo una intensa vida en la red. Me entusiasma, creo que es un futuro no excluyente. El libro es un objeto perfecto, y ahí seguirá, no hay que ser apocalípticos. Lo que sí me preocupa mucho es el pirateo. Quien piratea tiene que saber que está privando de derechos al autor y de conseguir beneficios a las editoriales. Actúa en contra del libro tal y como lo conocemos ahora.



P.- También es crítica literaria. ¿Le influye esto a la hora de sentarse a escribir?

R.- No me influye al escribir, pero sí a la hora de criticar. Te vuelves más responsable. Escribir es difícil, incluso cuando el resultado es malo. Dejas mucho de ti, el empeño, la ilusión... Intento ser tremendamente responsable al enfrentarme al trabajo ajeno, y no dar palos gratuitamente, ni ser cínica o irónica, ni dejar jamás un libro a medias, ni quedar por encima del libro al dejarlo mal. Ser responsable en ese aspecto es lo más fácil que hay.



Ver otros Buenos Días