Image: Blanca Busquets

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El Cultural

Blanca Busquets

"Bach sólo hay que tocarlo bien. Lleva el alma implícita"

13 marzo, 2013 01:00

Blanca Busquets

Acaba de publicar 'La casa del silencio' (Grijalbo).

Una persecución de violines. Así concibe Blanca Busquets (Barcelona, 1961) el Concierto para dos violines en re menor de Bach. Siguiendo esta partitura se construye La casa del silencio, el último libro de esta ganadora del Premi Llibreter por La nevada del cuco. Tras la crudeza alojada entre esas páginas, la autora quería algo más ligero, un "divertimento". Algo que divirtiera al lector, valga la redundancia, y con lo que esta amante de la música ha disfrutado como nunca. Porque para ella, lo mejor de escribir es eso, escribir. Y lo segundo mejor, que la lean. A través de la mirada de dos violinistas, un director de orquesta y una criada, Busquets engrana esta novela coral que va saltando de la Barcelona de posguerra al Berlín oriental, para volver de nuevo a la ciudad condal en nuestros días.

Pregunta.- ¿De dónde surge la idea para el libro?
Respuesta.- Siempre pongo parte de mi vida en los libros, y esta vez he puesto la música, que es lo que he mamado en mi casa desde pequeñita. Además, tenía otra idea loca: me gusta mucho el Concierto para dos violines de Bach, es como una persecución de violines. Tenía la idea de poner a dos chicas, dos amantes, tocando los dos violines de su director. La imagen es muy gráfica, y empecé a dibujarla en mi mente. Además, tuve ocasión de contactar con músicos del otro lado del muro de Berlín. De todo eso salió la idea. También de las ganas de hablar de la soledad de las personas.

P.- Tiene formación musical. ¿Cómo se refleja esto a la hora de abordar a sus personajes, además de que pertenezcan a la profesión?
R.- Por un lado te encuentras como pez en el agua creándolos, porque es tu mundo. También sabes moverte entre partituras y sonidos, sabes qué falla en un ensayo, en un concierto. Aunque como soy pianista, no violinista, me tuve que asesorar en lo concerniente a las violinistas.

P.- ¿Los músicos son de verdad tan solitarios como se ve en la novela?
R.- Algunos sí. Conozco a bastantes que sí, pero imagino que no todos son así. En el libro, hay personas que llevan muy bien esta soledad, y otras que lo llevan fatal, que se martirizan y martirizan a todos los que tiene a su alrededor.

P.- Música y chocolate. ¿Son su dos pasiones confesables?
R.- Por supuesto. Siempre tengo chocolate en todos los cajones, en el bolso... En todos mis libros sale el chocolate, relacionado con un momento placentero, agradable.

P.- Una escena muestra a la violinista que coge de la mano al director para asegurarse de que todos se dan cuenta de que están juntos. ¿La competitividad alcanza incluso la rama personal?
R.- Es algo que se ve en todos los mundos, no sólo en el musical. Hay personas que tienen una necesidad patológica de afecto, a los que han abandonado y que han desarrollado esa necesidad de poseer a la gente. Esas personas se agarran como sea a quien les dé seguridad.

P.- Es además el personaje al que aparentemente no le falta de nada, que viene de una familia acomodada, pero que se siente amenazado por el más humilde de todos.
R.- Es una persona que tiene tal inseguridad que cuando ve a alguien tranquilo y feliz le da miedo que le saque lo poco que tiene. Cuanta menos gente se acerque a su poseído, mejor. Ese tipo de persona existe.

P.- Una de las violinistas pone demasiada alma tocando a Bach, otra no la suficiente. ¿Cómo hay que enfrentarse a Bach?
R.- Bach sólo hay que tocarlo bien, porque tiene alma, la lleva implícita. Ahora, hay que tocarlo muy bien. Lo que he hecho es que a Teresa le he puesto un alma demasiado romántica y tiene que ser más estricta, porque está tocando a Bach. Si se hubiese tratado de Mendelssohn o Schubert no le hubiese hecho falta nada. A la otra le sucede justo al revés.

P.- Un busto de Beethoven preside un mundo en el que suena Bach. ¿Es un contraste, porque "Bach no tiene corazón" y Beethoven es todo corazón?
R.- Es más naíf que eso. Mi padre anda muy metido en música, y un día en la escalera de casa decidieron ponerle un busto de Beethoven para homenajearle, una gente que no sabía nada de música ni de los gustos de mi padre. Es ese busto que todos conocemos, con la ceja caída, el mar humor... Se me metió esto en la cabeza y tenía que ponerlo.

P.- La novela es un divertimento. ¿Qué significa eso?
R.- En La nevada del cuco había fragmentos bastante duros, era una novela de la que la gente me dijo que se le había subido el corazón a la garganta. Después de eso quería hacer algo más ligero. Bajar la tensión. Y como le puse música, me lo he pasado muy bien escribiéndola. Algo divertido es un divertimento, y más aún si tiene música.

P.- Además de en la Barcelona actual, la ha situado en la Barcelona de la posguerra y el Berlín separado por el muro. ¿Intenta recordarnos que Alemania también tuvo su época de miseria hace no tanto?
R.- La verdad es que no lo pensé, pero sí que es un contraste importante. La Alemania de ahora es tan próspera, pero resulta que no hace mucho un muro la partió por la mitad. Berlín me venía bien justo por eso, porque era una ciudad partida en dos, con dos mentalidades.

P.- ¿Se siente más cómoda escribiendo en catalán?
R.- Depende. Cuando me lanzo a escribir, no paro hasta que he vaciado lo que tengo en el alma, y no podía hacerlo en otra lengua. La novela tiene que ser en catalán.

P.- ¿Qué significó para usted el Premi Llibreter?
R.- Fue un cambio. El camino de presentar algo para un premio no sé si me acaba de gustar, porque hay que saber mantenerlo. Y de repente me cae esto del cielo, y a partir de ahí empiezo a salir en los rankings... Es como si cambiases de división. Te miran de otro modo. Para mí lo importante es que me lee mucha más gente. Lo mejor de escribir es escribir, y lo segundo mejor, que te lean.

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