Manuel Vilas. Foto: Begoña Rivas.

Presenta hoy su última novela, 'El luminoso regalo', en la librería Tipos Infames junto a Constantino Bértolo y Gabriela Wiener (19.30 h.)

Un giro de 180 grados. Así define Manuel Vilas (Barbastro, Huesca, 1962) el bandazo que ha dado en su última novela, El luminoso regalo (Alfaguara). Atrás ha dejado los experimentos de vanguardia y los ingenios posmodernistas. El autor de España ha puesto su narrativa con rumbo hacia un territorio ubicado en las antípodas de su trayectoria anterior. El del siglo XIX y su estructura canónica a la hora de contar historias: planteamiento, desarrollo y desenlace. Una manera de sacudirse etiquetas y abrir su literatura a espectros más amplios de lectores. Eso sí, la trama es muy contemporánea. Los protagonistas son Víctor Dilan, el Gran Canalla, y Ester, la Bruja Rubia. Ambos tienen en común la pulsión irrefrenable de abalanzarse y fornicar con todo aquello que se mueve a su alrededor. Dos seres que acuden al sexo como los políticos corruptos lo hacen sobre el dinero ajeno. Con codicia babeante. Pero hete aquí que se enamoran, en la medida en que pueden enamorarse dos depredadores sexuales. Y claro: saltan chispas que provocan incendios de dimensiones descomunales y devastadoras. En la cama y, sobre todo, fuera ella.



Pregunta.- ¿Sucede que se ha cansado de la vanguardia y el posmodernismo?

Respuesta.- Sí, me apetecía dar un giro de 180 grados. Mostrar un conflicto humano y darle una resolución, siguiendo los hitos clásicos de la novela decimonónica: planteamiento, nudo y desenlace. Además, quiero ampliar mi cuota de lectores, abrir las puertas de mi obra a un público más amplio.



P.- Es su primera novela sin rastro de humor. El sexo es cosa seria, ¿no?

R.- Ya me estaba hartando de que me encasillaran. Últimamente muchos me veían como el escritor-humorista-de-España. El luminoso regalo es un ejercicio de libertad contra las etiquetas. Y la verdad es que me ha salido una novela devastadora.



P.- Lo que sí mantiene es su carácter provocativo...

R.-Eso es marca de la casa Vilas. Pero yo no soy ningún provocador de pose, un provocador en el vacío.



P.- ¿Qué quiere decir? ¿Que es un provocador con causa?

R.- Exacto. Quien me conoce en mi vida privada sabe que soy un tipo muy normalito: con su coche, con su carné, con su familia... Pero si el mundo me provoca, yo no me estoy quieto. Le respondo también.



P.- Bajo la trama emerge una tesis: el sexo hoy es también capitalismo desaforado...

R.-El sexo como codicia. Mucha gente hoy va al sexo sin ninguna intención de establecer lazos afectivos. Busca poseer cuerpos como el que posee coches, apartamentos, cuentas bancarias... Hay un paralelismo muy claro con el capitalismo. Hasta en la jactancia posterior. Igual se presume de un patrimonio abultado que de las mujeres o los hombres con los que se ha fornicado.



P.- Es el sexo reducido al instinto genital, a lo salvaje, pero luego afirma que en la actualidad "el sexo está domesticado".

R.- Así es. El sexo tiene una connotación muy naif, lúdica, de divertimento superficial. No es ya una forma de conocimiento. Yo prefiero el erotismo, que es una construcción más compleja y de una dimensión superior en la que entra en juego la inteligencia. Nuestra sociedad ha acabado por banalizarlo y reducirlo a fórmulas sexuales baratas.



P.- Y afirma que su intención con esta novela es "desdomesticarlo".

R.- Eso es, quiero mostrar de nuevo su fundamento terrible, como hizo Bataille en su ensayo Erotismo . El erotismo es una creación de la inteligencia humana y puede deslizarse hacia la perversión con mucha facilidad.



P.- Aparte de Bataille, también contiene un guiño a Bolaño, que reflejó esa perversidad con toda su carga brutal en 2666.

R.- He intentado explorar el espacio en que el sexo y el mal se solapan. Bolaño lo hizo magistralmente en 2666, a través de la acumulación angustiosa de los crímenes contra mujeres en el norte de México. En un tramo de cuarenta o sesenta páginas yo lo que acumulo son coitos, con apenas variaciones, a la manera de Bolaño. Es mi manera de reflejar el mal.



P.- Pero los dos personajes protagonistas son dos enfermos en realidad. ¿Hasta qué punto son responsables del daño que hacen?

R.- Es cierto, son dos enfermos. No creo que se les pueda culpar a la ligera del daño que hacen a su alrededor. Al fin y al cabo tienen anulada su voluntad por un deseo irrefrenable que no pueden controlar.



P.- ¿Y el matrimonio civiliza el sexo o lo sublima?

R.- El matrimonio es el hallazgo político y cultural más importante de la historia, un invento excelente. Es la racionalización del sexo en el mejor sentido, porque incluye el amor. El matrimonio (o dicho de manera más general: las relaciones conyugales) propician el surgimiento de las civilizaciones. Si estuviéramos todo el tiempo copulando, no habría sociedad ni civilización posible. La desconexión del sexo y el amor es la que está dando de comer a muchos psiquiatras. Además, está probado científicamente que los solteros mueren antes.



P.- Y qué les diría a los que ven oportunismo en la publicación de un novela con tanto sexo tras el éxito de Las sombras de Grey.

R.- Pues que El luminoso regalo no tiene nada que ver. El sexo en esa trilogía es sofisticado, fino, agradable, divertido... Bajo mi novela esta Lacan, Freud, Bolaño, Bataille... A mí lo que me parece oportunista es eso escritores que ahora se han puesto de golpe a escribir sobre la crisis cuando antes de 2008, cuando yo denuncié en España los desmanes del capitalismo, no habían demostrado ningún tipo de conciencia social.



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