Retrato de Enrique Paternina (1900), que puede verse en 'La Rioja Tierra Abierta 2013'. Autor desconocido.

Haro es este año la capital de La Rioja Tierra Abierta. Organizado por el Gobierno de La Rioja y la Fundación Caja Rioja, muestra en el programa, diseminado por toda su geografía, la historia de la ciudad, su patrimonio y sus bodegas centenarias. También el legado cultural de Enrique Paternina, entre otras ofertas. El Palacio de Bendaña, el Museo del Torreón, la Estación Enológica y el Barrio de la Estación son las sedes que podrán visitarse en Haro para contemplar la monumental oferta cultural de 'La Rioja Tierra Abierta. Haro, Luces de la Modernidad. El legado y la obra de Enrique Paternina' es el motor de una cita representada también por nombres como Goya, Sorolla, Eiffel o Zaha Hadid.

Esta sexta edición de La Rioja Tierra Abierta, que acaba de inaugurarse, es también la historia de España y de Europa. A diferencia de ediciones anteriores de esta cita cultural, en la que cada dos años aflora en un municipio riojano el patrimonio de esta tierra, Haro. Luces de la Modernidad abarca un periodo que ha permitido a sus organizadores, Gobierno de La Rioja y Fundación Caja Rioja, alejarse del lenguaje habitual de este tipo de citas -que en su mayor parte recopilan tallas y pinturas religiosas diseminadas por la geografía española- para construir, a cambio, un relato histórico basado en los acontecimientos que ocurrieron tras la Revolución Francesa. Un relato que forma parte del péndulo de la historia y que hoy, en plena crisis de modelo, se presenta más moderno que nunca porque lo que cuentan esas luces del progreso, que iluminaron Haro en la segunda mitad del siglo XIX, es que a veces toca llevar a cabo profundas transformaciones del orden y de las prácticas tradicionales.



Varios acontecimientos encadenados explican el cosmopolitismo de este municipio riojano, que alberga en sus calles el mayor barrio de bodegas centenarias del mundo. En Haro se subieron al tren del progreso y de la modernidad porque por allí pasaba el ferrocarril. "Ya estamos en Haro, que se ven las luces", decían los viajeros del tren a su paso por la ciudad jarrera, otro dicho popular que pasó a formar parte del eslogan de algunas campañas publicitarias, y que hoy alumbra el de esta VI edición de La Rioja Tierra Abierta.



La muestra, recientemente inaugurada por la ministra de Fomento Ana Pastor, ofrece al visitante hasta el próximo 13 de octubre un repaso a este periodo de la historia a través de tres espacios repartidos por la ciudad: El palacio de Bendaña, sede central de la muestra donde se encuentran las piezas de mayor valor artístico que llevan la firma de Goya, Madrazo, Sorolla o Benlliure; El Museo del Torreón, donde por primera vez se podrá ver en dos tiempos el interesante legado del pintor jarrero Enrique Paternina García-Cid, cuya figura ha servido de hilo conductor de la muestra, y la Estación Enológica donde cobra protagonismo el arte de la fotografía, uno de los inventos imprescindibles del siglo XIX.



Ilustres en Bendaña

Restaurado para la ocasión, el Palacio de Bendaña, de estilo plateresco, que sirvió de refugio a la reina María Luisa de Saboya y a su hijo durante la guerra de secesión entre los Austrias y los Borbones, acoge en su interior cerca de doscientas piezas originales, en su mayor parte pinturas y esculturas que, junto a objetos, documentos, material audiovisual, fotografías y piezas de mobiliario, tejen un relato histórico sobre las tres modernidades que afloraron en este periodo de la historia de Europa iluminado por las luces de la razón: la historia política, la cultura y el progreso científico y tecnológico. En esta muestra tienen voz propia y por derecho ilustres personajes riojanos protagonistas de la historia de España como lo fueron Sagasta, Martín Zurbano, el Marqués de la Ensenada, Bretón de los Herreros, Fausto D' Elhuyar , el general Dulce o Lucrecia Arana, entre otros.



Precisamente con el Marqués de la Ensenada comienza el recorrido. Junto a su retrato, un original del Catastro al que dio nombre y su cartera de trabajo bordada, que da idea, como ninguna otra cosa, de la riqueza estética del periodo. Muy próximo a él, Carlos III, el gran monarca de la Ilustración, que encarnó en su persona el proceso de transformación que vivió España. El retrato del gran Monarca de las luces es obra de Rafael Mengs (1773) y no es otro que el que ilustra todos los libros de texto que identifican al personaje. Desde Londres llega una de las principales piezas de la muestra, un Goya original de 1795 en el que aparece retratado el riojano Pedro Gil de Tejada, comerciante camerano afincado en Cádiz.



El periodo de la España liberal se inicia con un retrato del monarca Fernando VII, obra de Vicente López y finaliza con otro de Isabel II firmado por Madrazo. Varios riojanos de cuna o de adopción se asoman a esta zona de la muestra a través de importantes piezas: un exquisito bronce del general Espartero firmado por José Piquer, el lienzo de Martín Zurbano, hortelano de Varea y símbolo de la lucha contra los carlistas que pintó Francisco de Paula Van Halen o el óleo del dramaturgo Bretón de los Herreros firmado por Garralda.



La parte final del recorrido por el Palacio de Bendaña se ha reservado a la industrialización de finales del XIX. Una colección de medallas obtenidas por el Marqués de Terán en las Exposiciones Universales Vinícolas o el muestrario de Conservas Trevijano simbolizan una etapa de progreso que Haro vivió con esplendor de la mano de grandes hombres como Rafael López de Heredia, que en aquella época encargó la construcción de sus famosos pabellones modernistas. Dos pequeños lienzos de Sorolla, Playa de Biarritz (1906) y Señoras sentadas en un banco de la playa de la Concha (1917), sirven para dar paso a la llegada de las vanguardias con las que en la última planta del Palacio se inicia la siguiente muestra, que arranca con la recreación del estudio de Enrique Paternina en el mismo lugar en el que estuvo de origen. Pero antes, dos bustos del valenciano Mariano Benlliure a dos riojanos de postín, Sagasta y su propia esposa, la jarrera Lucrecia Arana, una de las grandes de la lírica española, de la que se puede escuchar su interpretación de la zarzuela Gigantes y Cabezudos.



Paternina en el Torreón

Enrique Paternina (1866-1917) es el gran hallazgo de la muestra, el personaje que sirve para tejer el hilo argumental gracias a una variopinta biografía. Suyo fue el Palacio que acoge la sede oficial de la muestra y donde se pueden ver las primeras piezas de una exposición que saca a la luz un importante legado pictórico que ha permanecido prácticamente oculto durante el último siglo. A pocos metros de allí, sobre el único resto de las murallas, el Museo del Torreón muestra por primera vez la obra de un autor desconocido para el gran público pero muy relacionado artísticamente con autores como Sorolla o Zuloaga, en quienes influyó de forma evidente.



La colección se mostrará en dos fases: la actual, que permanecerá hasta junio, saca a la luz la primera producción del pintor fruto de sus continuos viajes por España, Francia e Italia. Su condición burguesa, mejorada notablemente por la riqueza que los bodegueros franceses propiciaron a los propietarios de viñedos, le permitió moverse libremente y participar en numerosos concursos sin necesidad de esmerarse en vender ni un solo cuadro. A esta etapa corresponde La visita de la Madre, que ha cedido el Museo del Prado, con la que Paternina obtuvo cierto nombre gracias a una segunda medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1892. Esta obra influyó decisivamente en la formación de un joven Pablo Picasso, quien poco después de conocer la obra, en otra exposición en Barcelona, pinta Ciencia y caridad. A su pincel también se deben la ya legendaria imagen de Bodegas La Rioja Alta, propiedad de su familia en el Barrio de la Estación, y otro icono de la ciudad: el lienzo Costumbres jarreras, más conocido como Los borrachos, que de forma anónima ha formado parte del día a día de la localidad desde las paredes del antiguo Bar Oñate . Hoy luce, restaurado de humos, junto al resto de la obra y reproducido en forma de mural exterior para recibir al visitante.



Más luz en la enológica

Y siguiendo el hilo conductor que alumbra este periodo de La Rioja Tierra Abierta llegamos a la Estación Enológica, donde la muestra Trasluces nos sumerge en el camino de la imagen: un viaje de la oscuridad a la luz, desde Altamira a la llegada de la electricidad y de allí hasta la fotografía, el gran invento del siglo XIX.



Cajas ópticas, polioramas, diaforamas, zootropos, cámara clara, cámara oscura, daguerrotipos, el fisionotrazo... y así hasta cerrar el círculo con Enrique Paternina, el hombre que da sentido al periplo de esta Rioja, Tierra Abierta. Paternita regreso a Haro a finales del XIX, cuando la filoxera entró en España arruinando a numerosos viticultores. Reclamado por la crítica situación financiera de sus negocios el pintor se afinca nuevamente en Haro, donde mantiene su actividad creativa y hasta donde acerca las vanguardias que va conociendo en los viajes que su fortuna le permite hacer. El Hogar Madre de Dios de Haro, donde ha permanecido oculto el legado Paternina, gran aficionado también a la fotografía y promotor de concursos nacionales en Haro, albergaba entre sus obras algunos cristales fotográficos de gran interés que permiten conocer cómo fue la utilización del nuevo invento por parte de los artistas de aquella época.



Eiffel y Zaha Hadid en el barrio de la Estación

El mítico Barrio de la Estación de Haro, único en el mundo por concentrar el mayor número de bodegas centenarias, es el cuarto espacio que la muestra ofrece al visitante. Es allí, en el escenario natural y cotidiano de esta villa, donde mejor se dejan ver las luces de modernidad. Se trata de un interesante conjunto de edificaciones arquitectónicas en el que conviven, con total naturalidad y sentido estético, edificios centenarios en piedra, una nave de crianza del arquitecto Gustav Eiffel o espacios vanguardistas como el que la arquitecta iraní Zaha Hadid ideó para López de Heredia. De obligada visita en la ruta de la arquitectura del vino, el lugar desde el que Haro se subió al tren del progreso acoge firmas míticas como Rioja Santiago, la bodega más antigua de La Rioja fundada en 1870 o Bodegas La Rioja Alta, que en 1890 levantó la familia de Enrique Paternina y en cuya construcción se deja ver la influencia del estilo afrancesado imperante en la zona.



Mención especial merecen la arquitectura modernista de López de Heredia y el contrapunto moderno de Roda. Es posiblemente López de Heredia el lugar que lo resume todo, el espacio cosmopolita en el que mejor conviven la tradición de los sillares con la modernidad, lo antiguo y lo reformado, la técnica y la ilustración, el rigor documental y la revolución. Como muestra el juego de espacios que crean el stand modernista, con el que la Bodega viajó para presentar sus vinos a la Exposición Universal de Bruselas de 1910, y la estructura con forma de frasca que Zaha Hadid ha diseñado a modo de contenedor en la que ahora, una vez restaurado, sirve de mostrador en uno de los rincones más sorprendentes de la zona. A pocos metros, la moderna Bodegas Roda, que en su fase más emblemática firma el estudio catalán Llimona Ruiz-Recorder. Ubicada en un balcón sobre el río Ebro alberga en su interior calados centenarios y una exquisita sala de exposiciones especializada en fotografía contemporánea. Completan la propuesta el original edificio en piedra de Muga, la sede de Bodegas Bilbaínas, en cuyo interior se encuentra la mayor superficie de calados subterráneos de La Rioja, o las instalaciones de Cune, otra de las más emblemáticas del lugar. Un tren turístico urbano une esta zona industrial con el resto de sedes de la muestra.